Hookah o narguile, aquel artefacto exótico y atractivo que sirve para consumir tabaco de la manera más pasiva y elegante en ambientes oscuros y mediterráneos, aquella pipa de agua que lleva una herencia ancestral de los pueblos de Oriente Medio y el resto de Asia, pero que desafortunadamente ha caído en manos de la crápula más baja y deprimente de Occidente.
El problema no es que se fume hookah en República Dominicana, si no que algo que debió quedarse en bares de gente culta o al menos de personas de ciertas posibilidades económicas o impacto social, vino a alojarse en los callejones, las discotecas barriales y las plazas del populacho para convertirse en marca-región de gentecilla de escaso nivel mental, gramatical e intelectual, quienes ostentan una vida vandálica del dinero fácil sin sacrificios, la gorra hacia atrás al igual que sus ideas, los pantalones caídos como presidiarios que demandan ser sodomizados y un insípido dembow a todo volumen desde sus bocinas instaladas a vehículos que recorren las calles haciendo gala de su grotesco estilo barriobajero.
A veces tengo la sensación de que me quedaré ciego, vomitaré o tendré atroces pesadillas cada vez que en Badoo, Instagram o Facebook veo las fotos de chicas bebiendo lavagallo, abrazándose con chopos y jalando tuti fruty desde una larga y firme manguera, para luego escupir en forma de vapor o círculo aquella cosa blanca y espesa que decidieron no tragarse por el bien de sus pulmones y lo del caso, muchas con una desconcertante vestimenta comprada en La Pulga y un excéntrico maquillaje que parecen payasitas de algún circo europeo del siglo XIX. Me parece más sensual e inolvidable subir a una cabaña de Jarabacoa con cuatro hermosas cibaeñas bien blanquitas y semidesnudas para contrarrestar el calor, trancarnos en una alcoba con las ventanas a medio cerrar con música hindú y rock psicodélico y darle caño a la narguila hasta soltar la tensión y quedar relax.
A principios de 2011 cuando el transformista de Tulile llevaba meses promocionando el merengue de “Prende la Hooka” y sumado a la influencia que obtuve desde la infancia hasta la adultez de la oruga azul de Alice in Wonderland producto de los fantasmas de Lewis Carroll y Walt Disney invocados por Tim Burton, me interesé por saber qué se sentía fumar cachimba de agua y por lo tanto fui a un bar turco que estaba en la Churchill con Sarasota donde me atendió una simpática mesera parecida a Kim Kardashian (pero chata), quien me acomodó en un confortable asiento con una relajante melodía de las que usan las bailarinas de Belly Dance con sus seductoras danzas del vientre y una vez listo por RD$ 200.00 pegué mis labios de la shisha con sabor a banano para extasiarme bajo los efectos de la nicotina.
Pero lo que veía con el pasar de los días me hacía perder mi encanto por la hookah, pues meses después hice un viaje a San Francisco de Macorís y veo bien rulay a un gordo como de 300 libras fumando al compás de Me tienen dema de Pablo Piddy (tema pegado por aquella época) mientras un coro de subnormales les sigue la corriente, todos privando en bacanos sin saber organizar un bacanal bien bacano y la hookah como protagonista de la ridícula escena.
Es que miren, está bien que la hookah le quede bien a un conjunto de eruditos debatiendo en una mezquita, a la hija de un ex presidente que hoy día encabeza un foro internacional y por ser hija de quien es, ha recorrido el mundo teniendo un amplio roce cultural y quién sabe si hasta un olvidado romance con algún sangre azul de raíces árabes. Que le quede bien a un rapero mundialmente famoso como Snoop Dog con sus prolongadas terapias de Green Wed o a otros exponentes urbanos como Shelow Shaq o Los Teke Teke, quizás con algo de swagger y chopería, pero hay papeletas y popularidad de por medio. Entiendan eso hijos míos, el narguilé se hizo para los sabios y los nobles, no para la plebe marginal y si usted vive dentro de un hoyo o en la punta de una favela, no pretenda que le quedará estupendo verse encima de una pasola exfoliando su garganta con humo absorbido de una manguerilla en una rebuscada pose de jeque de harén o princesa de las mil y una.
Situación legal de la hookah/La hookah y la familia:
Miren señores, nosotros somos dichosos y bienaventurados que a los talibanes locos del ISIS no les ha dado con invadir un suburbio dominicano y derribar a puros mandarriazos sus drinks y equipos musicales tal como lo hicieron con estatuas de las antigüas civilizaciones, pues cada vez que la membresía de la chopocracia hace un sinnúmero de muecas, estupideces y escriben notas “k c e$criven hAciii mi$mO” con una “juka” entre sus manos, es un sacrilegio blasfemo en perjuicio de las tradiciones de los antiguos profetas mahometanos.
Bueno dejando ya a un lado el humor negro y hablando en serio, a finales de 2013 la Cámara de Diputados aprobó un proyecto que prohíbe el uso público de la hookah, sin embargo como la anarquía está enquistada en el modus vivendi de la gran mayoría dominicana, no es raro ver como se comercializa, se exhibe y se usa sin que se tomen medidas y queden impunes quienes transgreden la ley.
Uno de los argumentos para su veto fue que según la Organización Mundial para la Salud (OMS) y otras dependencias similares, es que el uso o abuso de este objeto puede causar papiloma y herpes labial tras ser compartido entre múltiples personas más la concentración de alquitrán y monóxido de carbono en la sangre. A ello se agrega que muchos aromatizan el humo con zumo, vino y licor en sustitución de la base de agua, lo cual podría degenerar en edema pulmonar a corto plazo, más el uso recreativo que le dan a ciertas drogas fumables como el crack, la salvia divinorium y la marihuana.
Por ejemplo no es raro viajar a países como Siria, Afganistán, Turquía, Argelia y Nepal, entre otros y ver a familias musulmanas con una hookah al lado a la hora del almuerzo, todos fuman, desde el más pequeño hasta el más anciano, sin embargo esa es su cultura, la guardan celosamente desde miles de años y tiene un valor simbólico para ellos, no para que ciertas locas irresponsables se guillen de ahí y suban fotografías de sus pequeñines intoxicándose por el humo de una válvula que le pegan a la fuerza y peor todavía, hasta le dan su trago de romo y cerveza. Otro error garrafal de la chopocracia dominicana.
El que un emir de Dubai asista a un almuerzo diplomático con su narguilé a mano, no significa que un tipejo vaya a la piscina de su pana el pelotero que vino de visita al país o se pare frente a la esquina de su bloque a incitar por las redes sociales algo que está penado por las leyes de su país y no se le da el correcto uso en su país, es como que un vagabundo sudamericano se ponga a esnifar cocaína y lo haga viral por la sencilla razón de que Evo Morales (presidente de Bolivia) promueve y mastica las hojas de coca, son contextos muy diferentes, por lo tanto, si su IQ sólo da para piropear hasta a las evangélicas y bailar reggaetón en el colmadón, admita que usted es un rabo e´leña no un líder ni un magnate para andar distorsionando un milenario estilo de vida imponiendo sus incoherencias chabacanas.
Envían a los guaremates a La Victoria a recoger el jabón y a las chicas ratatatá a hacer tortillas en Najayo y se acabó la chercha, no es que sea vocero del conservadurismo antidemocrático e inquisitorio, pero sostengo la tesis de que dejar la hookah en manos de la chopocracia es el equivalente a dejar un bebé jugando cerca de un tomacorriente.