José Salvador Omar Jorge Blanco (5 de julio de 1926-26 de diciembre de 2010) fue el Presidente (1982-86) que ha tenido la peor relación con la Iglesia Católica aparte, obviamente, de Juan Emilio Bosch. Y las razones no debieron ser de carácter religioso o filosófico, porque la Iglesia valora tanto el grado de devoción de un gobernante cuanto su actitud hacia la institución.

Hay ejemplos en la historia.  De Esteban de Hungría dice el Misal: “Esteban nació hacia el año 969, y recibió el bautismo en tor­no al año 985. En el año 1000 fue coronado por el papa Silvestre II como «rey apostólico de Hungría». Gobernó con sabiduría y pru­dencia y defendió a su nación a la que proveyó de sedes episcopales y monasterios”.[i]

Otro ejemplo es el emperador Enrique: “Nació en Baviera en el año 973. Sucedió a su padre en el du­cado de Baviera y luego fue coronado emperador por el papa junto con su esposa Cunegunda. Fundó Obispados y dotó mu­chos monasterios”.[ii]Podemos inferir  que del rey Esteban de Hungría y del sacro emperador romano Enrique, ambos declarados santos, se valoran mucho sus contribuciones materiales a la Iglesia, hechas  con lo que llamaríamos  hoy “fondos del Presupuesto del Estado”, salvando debidamente las distancias de culturas y épocas.

Uno de los tropezones del Presidente Jorge Blanco con la Iglesia ocurrió a raíz de una crisis transitoria que experimentó la industria azucarera por la falta de braceros haitianos para el corte de la caña, en plena zafra 1985-86. Al derrocamiento de Jean-Claude Duvalier(BabyDoc) el 6 de febrero de 1986 siguió en Haití un periodo de caos.

El gobierno de Salvador había firmado  con Duvalier en 1982 por 19 mil braceros y el número siguió en aumentoanualmente,siempre en orden.La turbulencia política en el vecino país le impidió al gobierno de allí honrar sus compromisos, lo que afectó el normal desenvolvimiento de la industria azucarera dominicana, con el consiguiente malestar interno.

Presidente Salvador Jorge Blanco, que gobernó de 1982 a 1986
Presidente Salvador Jorge Blanco, que gobernó de 1982 a 1986

A algún asesor del Presidente se le ocurrió la idea, emulando sucesos parecidos de la década de 1960 a raíz de la muerte de Trujillo, de convocar voluntarios para el corte de la caña, como si fuera una emergencia nacional y no un problema laboral, administrativo.

Cientos, tal vez miles, de empleados públicos y municipales fueron incorporados desorganizadamente a cortar caña. A la gente de mi departamento (Investigaciones Agropecuarias) nos tocó un cañaveral del Consejo estatal del Azúcar (ingenio Rio Haina) localizado  en Guanuma. El primer día lo tomamos como un Día de Campo. Pero, sucedió que era una colonia que no cortaba hacia dos o tres años y en esos casos los cañaverales tienen muchas avispas y plantas irritantes como fogaraté, cadillos, moriviví; las hojas de caña secas (barbojo). Toda esta gente acostumbrada a las comodidades de la ciudad no quedó nada contenta. Así recuerdo a nuestra bella secretaria Gladys Pichardo, ya el segundo día, nada contenta, aunque comenzó riéndose y llevando agua y cosas de comer.

Sabíamos que el experimento tenía más de propaganda y relaciones públicas que de acarrear toneladas de caña hacia los molinos; fue un fracaso.

Entonces, la Iglesia reaccionó, cargándole el dado al gobierno. El 23 de febrero de 1986 la conferencia episcopal emitió una “Declaración del Consejo Permanente sobre la ausencia de braceros haitianos”.[iii] Comenzaba “Un hecho nacional, que debe preocupar a todos, nos obliga, por sus aspectos morales, a hablar hoy. Se trata de la zafra azuca­rera en peligro este año por ausencia de braceros haitianos y por el desinterés y hasta el rechazo de esta labor por parte de la mayoría de los dominicanos”.[iv]

Luego de mostrar su alegría por la caída de Duvalier  le atribuye una parte significativa de los acontecimientos a la acción de la iglesia haitiana, cuando expresa “Una creciente conciencia de la dignidad humana personal y so­cial, por tiempo inmemorial ultrajada, ha sacudido al pueblo hai­tiano y ha determinado el fin de una de las dictaduras más empo­brecedoras. Así como hasta ahora su dolor era nuestro dolor, hoy su gozo es nuestro gozo. Nos satisface que en este hecho histórico la Igle­sia, fiel a su misión de proclamar la verdad y la justicia, la dignidad humana y sus derechos y de defender a los pobres y oprimidos, ha­ya tenido una parte muy significativa. Le damos gracias al Señor por lo sucedido…”[v]

Luego de repasar brevemente la situación del corte de la caña, el documento pasa a una larga lista de recomendaciones, algunas de grueso calibre como la de cerrar algunos ingenios, primera vez que una autoridad de su nivel lo planteaba. Los altos jerarcas llaman a mejorar las condiciones para que los obreros dominicanos se integren al trabajo en el complejo azucarero. Le hacen una crítica mordaz a la respuesta del gobierno al problema: “Más que lamentaciones, pues, por falta de braceros y más que caravanas pintorescas de improvisados cortadores voluntarios, for­zados o alardeantes, lo que la zafra azucarera necesita es que todas estas medidas sean seriamente tomadas”.[vi] El documento estaba firmado por los arzobispos Nicolás de Jesús López Rodríguez, Hugo Eduardo Polanco Brito y el obispo auxiliar Juan Félix Pepén Solimán.

Esta declaración mereció una respuesta inmediata del Presidente que fue difundida decenas de veces por La Voz de las Fuerzas Armadas. Por mi parte, escribí un comentario titulado “Declaración del Episcopado delinea programa económico”, que fue publicado en la revista católica nacional Amigo del Hogar. En el mismo resaltaba como positivos  los cambios en el agro que proponían los obispos.[vii]

Bueno, le agradezco a Jorge Blanco haber agregado a mi currículo el breve trabajo de cortador de caña. Aunque, tal vez como me hallaba entre los “cortadores for­zados”y, por tanto, sin salario, no contabilicé la cantidad.

[i]Nuevo Misal del Vaticano II, 13ª ed. Desclée de Brower-Mensajero, Bilbao, 2008, página 2147

[ii]Ídem, página 2099

[iii]Documentos de la Conferencia del Episcopado Dominicano (1955-1990). Colección Quinto Centenario, Santo Domingo, 1990, páginas 559-566

[iv]Op. Cit., página 559

[v] Ídem

[vi]Op. Cit., página 564

[vii]Amigo del Hogar, marzo de 1986, página 14