Cualquiera que lee este título pensaría rápidamente que no es difícil esta elección. Que es obvio y fácil para una madre optar por su hija. Algunas personas ni se lo plantean, pero la realidad de algunas dinámicas familiares no es ésta. Situaciones que en un contexto sano y de protección se viven muy asertiva y naturalmente, en otras se complejizan y provocan mucho dolor en las familias.
El abuso sexual intrafamiliar contra niños, niñas y adolescentes es un tipo de violencia que, como hemos dicho en muchas ocasiones, es muy difícil de afrontar ya que todos los miembros de la familia están involucrados de alguna manera. Digo con frecuencia que es "un combo", pues ni se suele dar solo como único tipo de violencia, ni implica sólo a los implicados directamente.
Estas dinámicas pudiesen involucrar historias anteriores de violencias y abusos sexuales del padre y/o la madre u otros miembros de la familia; el vínculo del niño o niña con su padre y madre; padrastro o madrastra, vida sexual de la pareja, entre otros. Por supuesto todo esto bajo el marco del patriarcado como sistema de creencias que convierte a los niños y niñas en objetos y sostiene la violencia en la familia.
Durante mis años de vida profesional en un consultorio de psicología he podido ver múltiples casos que muestran la gran amalgama de posibles reacciones de la familia frente al abuso sexual denunciado por un niño o niña. Esta multiplicidad de factores involucrados hará la diferencia en la respuesta requerida por las víctimas frente al abuso.
Podemos encontrar que el abuso sexual de la niña, detona un abuso sexual de la madre en su niñez que había reprimido y olvidado. Las posibilidades de reacción de la madre pueden ser tanto que proteja a su hija y aborde en el proceso terapéutico su propio abuso o que por el dolor que le provoca, seguir en negación y no tener posibilidad de proteger a su hija.
Frente al abuso recién descubierto de un padrastro contra una hija, la madre puede reaccionar en principio de manera activa, buscar ayuda y confrontar al abusador. Luego, ante la incapacidad de mirarse, dejar su hija a cargo de la abuela y salir del país con la pareja agresora.
También he encontrado a madres que arrancan de los brazos del padre biológico agresor a sus hijas y entran en una tortuosa batalla legal para defenderlas.
Madres que no le creen a sus hijas y piensan que manipulan con un tema como éste, pero al llegar a la consulta y entender la situación desde la vivencia de su hija, piden perdón y se convierten en la principal fuente de protección para ellas.
Madres que acusan a sus hijas de tener la intención de quitarle su marido y no logran verse a ellas mismas y a su hija, como víctimas del mismo agresor.
Madre y padre que frente a la denuncia de su hija del abuso sexual de un primo se unen y buscan ayuda respondiendo a las expectativas de su hija de ser protegida y reparada en su dolor.
Encontré una madre que teniendo una aparente buena relación con su nueva pareja, al enterarse del abuso, sencillamente se fue con su hija e hijo de la casa. Todavía no tenía muy claro lo ocurrido, ni entendía la reacción emocional de la niña, pero no dudó en sacarla del espacio amenazante para ella. Ya en el consultorio, cuando la madre escucha a su adolescente describir las formas de abuso empleadas por el agresor, no tuvo dudas y sencillamente una vez más, optó por su hija.
Este tema hoy no es casual, pues el mes de abril es el Mes de la Prevención del Abuso Contra Niños, Niñas y Adolescentes en nuestro país, aunque esto no sea noticia importante para los medios de comunicación.