Ayer pasaba por una librería especializada en libros "descatalogados", a la que me acostumbré ir desde los días en que trabajaba en la limpieza de unas oficinas. La gracia no sólo eran esos libros sino también el horario, ¡porque hasta en las noches se podría curosear ahí!. Al estar amarrando la bicicleta, me percaté de que a esa librería, en la Reinhardstrasse, estaba entrando un político cuya cara me era familiar: Peer Steinbrück, dirigente del Partido Socialdemócrata (SPD). Sin guardaespaldas, sin cuarenta tipos hablándole al lado, el político miró algunas cajas, hizo la coreografía obligatoria, y luego se iría, sin hacer nada de ruido. Hoy leo en la prensa que Peer Steinbrück ha sido elegido como candidato a la Cancillería alemana para el 2013. Como a mi querida Angela Merkel no le va muy en las encuestas -a pesar de que es una gran política-, sospecho que la puja por el poder en este país será cosa seria… Pero en fin, que eso lo decidan los alemanes. Sólo quería resaltar el hecho de cómo es posible un mundo donde el libro tenga su dignidad, donde la gente "grande" y simple pueda acceder a ellos, y la manera en que el mundo puede tener menos oropeles de los que le pegamos. Ojalá y no se me diga "que tú estás en Alemania", como con frecuencia oigo, para excusar esa manera en que nuestro empobrecimiento cultural va creciendo. Nuestras librerías mueren, los buenos libros muchísimas veces escasean en nuestros estantes, y el alud de escritores emergentes nos agobia. Tal vez todas estas líneas sea para pedirle a ustedes que se hagan una pregunta para ustedes mismos, sin necesidad tal vez de respuestas, etc., etc. La pregunta es: ¿cuándo fue la última vez que compraron un libro? ¿Cuándo fue la última vez que pusieron un pie en una librería para dejarse sorprender y encontrar algo agradable? Pienso en todos los millones de pesos malgastados buscando estimular la lectura, y me pregunto, por otro lado, ¿podremos recuperar los encantos de la soledad, la gracia de hablar con uno mismo? ¿Seremos capaces de un viaje hacia nosotros mismos, tal vez dejándonos llevar por alguna filosofía alimenticia o un poema reconfortante o un ensayo de esos donde recuperas la palabra que dé vida? Ojalá.
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