La lectura de un texto debe estar pautada por la indagación o búsqueda de nuevos universos enunciativos, sin que, necesariamente, lleguemos a tener coincidencias, sino contradicciones con el sujeto-autor, como pauta para profundizar en el estudio del texto. Es desde esa perspectiva que he encaminado mi mirada en estas narraciones que hoy surcan el oleaje crítico de nuestro universo literario, sin convertirnos en jueces, dictando sentencias y/o fijando huecas alabanzas.
La vida y el vivir… son actantes propios de un narrar que se encadena a través del tiempo, donde cada uno de nosotros contamos o narramos nuestras historias. Vivimos narrando y narramos viviendo. A veces, nuestro narrar se torna en el espejo de nuestros desencuentros, donde tragedia y dolor humano, se mezclan en una misma escena…y se convierten en la meta-narración de la historia de nuestro propio vivir.
Es lo que acontece en estas historias, donde la narrativa de los desencuentros evocan la ruptura del equilibrio que, a veces, buscamos, entre tiempo y espacio de la narración, para darle vigencia a las confrontaciones entre los estados cambiantes de personalidad de los sujetos actuantes y las falsas imágenes creadas en el historial de la vida ficcional y la realidad tangible, tocable, vivible y narrable, hasta convertirlas en microhistorias cotidianas de nuestros días, como acontece en este libro de cuentos.
Aquí la autora nos narra una parte de su vivir, y eso es ya suficiente para abrirle las puertas, para que entre al espinoso mundo de la literatura, en un espacio bordeado por el tono imperativo y machista del mirar o del narrar, desde el discurso de la masculinidad
En esta obra, la vida puede pasar escurridiza…entre la tragedia de una "Meliza" o el espíritu justiciero de un "Clidio", tras la mirada de sombras del Dios de "Lita", sobre una falsa lila…"(ver pág. 25). La vida, en su transcurrir como un soplo, es la que se asume como motivo y eje narrativo en cada uno de los once (11) cuentos que estructuran el cuerpo narratológico de esta obra, "Cuando florecen las lilas"(Editorial Surco, impreso en Búho, 2018, Santo Domingo, R.D), de María Cristina Ortiz M.
La confrontación de los poderes, los intereses que desnudan la miseria humana, la doblez moral y espiritual de los sujetos, la pobreza ética del Ser y sus desencuentros existenciales, afloran en estos cuentos, para perfilar el trágico panorama de quienes, queriendo y sin querer, nos constituimos en personajes actuantes de una escena única y sin retornos, como lo es la vida.
En el trasfondo del narrar en esta obra, discurre el filosofar de quien se asume vislumbrar y vislumbrarse en un historial de familia, a quien hay que inventariar sus huellas, sus recuerdos, sus quimeras, para conformar los retornos de un contexto filial. La tragedia humana se desplaza como símbolo troncal de esta narrativa. La vida, en sus multiples matices, es que que ronda el discurso melodramático y quimérico de cada uno de los personajes que configuran el corpus accional de esta narrativa.
Hay una huella de lo humano en este narrar. Es un narrar de la intimidad y del discurrir intimista de la vida, por no decir del vivir de la autora, en sus encuentros y desencuentros cotidianos. No es extraño que en este discurso narrativo, lo poético pase a circundar el encuadre morfosintáctico de las enunciaciones narrativas que estructuran esta obra.
"Te hablo a ti, Leila" (pág. 107), es el último texto que aparece en este libro, aparenta no ser un cuento, sin embargo, hay un personaje que habla o que narra el convivir, su convivir, con alguien (Leila=Lila) y hay un espacio que bordea un tiempo de narración, lo que, de por sí, lo convierte en base semántica de una discursividad narrativa. Y es en este texto, donde el libro permite que el lector pueda desentrañar la poeticidad que sustenta la simbología que se desprende desde la lila, como imagen-centro y semanticidad de lo narrado en este libro. La lila es expresión de esperanza que fluye desde el fango de la vida. Es la excusa de la autora para encuadrar un filosofar sobre la existencia, la vida, el dolor, la agonía, la muerte y la esperanza.
La cultura oriental se mezcla con la existencia tropical y ordinaria del occidente. Hay un cruce nostálgico entre esos dos mundos en todo el transcurrir narrativo de la obra. Algo vital, inseparable, ata al sujeto que narra con lo narrado. Es un decir la vida sobre lo vivido. Es el Yo que se desnuda ante un lector convertido en "Nosotros". Es una singularidad narrativa, transmutada en pluralidad del vivir narrado.
"Contar es sólo ver" (Pág. 109), así se manifiesta el sujeto que dice o que narra, al final de la obra. Y si "Contar es sólo ver", ver es sólo contar. Cuento lo que veo, pero también narro lo que sueño y puedo soñar lo que narro. Lo ficcional se fusiona con lo real en esta obra, estructurando en su base narrativa una amalgama de sensaciones agridulces que empujan al lector a sumergirse en los tonos altibajos de una narración que, bien puede la autora, tener muy en cuenta en sus próximas publicaciones, para darle más intensidad y suspenso a su discurso narrativo.
¿Acaso la autora se estará dando una mirada introspectiva y desde ahí nos está narrando su propio vivir? Eso es parte del entramado narrativo de esta obra. "Es la teoría que mueve este ver, que justifican estos relatos llenos de ficción y realidad, porque en ellos la ficción y la realidad se complementan"(Pág. 110). Eso nos dice María Cristina Ortiz M. (¿?) o es lo que nos dice el sujeto-narrador al final del libro, poniendo sobre blanco y negro su canon narrativo, el cual no siempre debe ser aceptado como "la verdad" de su práctica escritural, porque una cosa es la que fijan los autores y/o quienes narran, y otra cosa es lo narrado. ?
Aquí la autora nos narra una parte de su vivir, y eso es ya suficiente para abrirle las puertas, para que entre al espinoso mundo de la literatura, en un espacio bordeado por el tono imperativo y machista del mirar o del narrar, desde el discurso de la masculinidad. Confrontemos, leyendo, la mirada o el acento de su narrar, hasta que la contradicción, se convierta en la pauta de nuestra lectura crítica.