Quien no se haya conmovido al leer la historia de la niña embarazada por su padre relatada por Liliam Fondeur en su libro Las hijas de nadie, no merece pertenecer a la raza humana.
La realidad del sufrimiento que las leyes dominicanas provocan en niñitas víctimas de incesto o violación y forzadas a llevar a término el embarazo, debería ser evidente, a menos que el cerebro humano se haya atrofiado por el fanatismo de la sinrazón religiosa. Este invade el cerebro para que no razone ni sienta. Deja el cuerpo con ojos pero no ven; con oídos, pero no escuchan. De sus labios sale un vómito maloliente de arrogancia y prepotencia. De autodenominarse mensajeros de Dios, ahora lo sustituyen.
Este fundamentalismo de Iglesia ha causado más daño a la humanidad que el fundamentalismo derivado de la ignorancia. La razón es que desde que la Iglesia Católica Romana se transformara en Iglesia Imperial en el siglo IV, es a la vez una organización política y un Estado que establece relaciones de alianza con los gobiernos que se lo permiten, para instrumentalizar los poderes imperiales en el pasado, y estatales en el presente.
Cuando la ignorancia y la religión se conjugan, se crea en la sociedad un virus mortífero que siembra muerte en vez de vida, dolor en vez de gozo, y odio en vez de amor. Los afectados por este virus del cerebro pierden la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y sentir en carne propia el dolor ajeno. Cuando usufructúan el poder, su capacidad para expandir el virus del fanatismo en nombre de Dios se multiplica. Y si creen que exagero, lean las conclusiones de la XIV Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz, que finalizó el 14 diciembre en Roma. En su mensaje, instan a la ciudadanía “a construir un mundo mejor ante la actual amenaza de las armas nucleares, el fanatismo religioso, la pobreza y las guerras”.
El fanatismo ciega y deshumaniza. Un ejemplo es la figura del actual presidente del Episcopado Dominicano, el obispo Gregorio Nicanor Peña cuando fue obispo de la diócesis de Higüey y responsable del albergue "La Ciudad del Niño, San Francisco Javier" localizada en Rafael del Yuma, de Higüey. En el albergue católico se cometieron crímenes sexuales contra niñas de tierna edad, durante el período del 2002 al 2003. Sus casos se encuentran engavetados y olvidados. Pero antes de morir, el Director del albergue Rigoberto de Jesús González Padial, ofreció declaraciones televisivas en el 2005 en el programa de Mirna Pichardo que deben ser investigadas el día que la Justicia en Republica Dominicana regrese a los tribunales. Los videos pueden ser vistos en YouTube.
González Padial relata que él llevó las niñas víctimas de abusos sexuales al entonces Obispo de la Diócesis de Higüey, Gregorio Nicanor Peña. Después de escucharlas, el obispo respondió “que no creía en las violaciones y que las niñas estaban locas”.
Sin ninguna duda, el obispo pasó por alto testimonios y evidencias. Las investigaciones del Ministerio Público presentaron exámenes de 10 niñas, que revelaron que por lo menos cuatro fueron víctimas de “desfloración de membrana del himen” y otras presentaban la membrana intacta pero “con laceraciones y manipulación vaginal”. Los sacerdotes Cirilo Núñez y Ramón Betances fueron mencionados por las niñas como violadores, junto a otros sacerdotes que no fueron identificados por nombres, pero que las niñas alegaban eran transportadas por una maestra para que los sacerdotes las abusaran. A pesar de ello, los sacerdotes nunca fueron requeridos por la Fiscalía ni por el juez de instrucción de esa jurisdicción.
La posición de la Iglesia fue descrita por la procuradora fiscal adjunta de niños, niñas y adolescentes, Marisol Altagracia Tobar. Según esta, “la Iglesia Católica no ha tenido ninguna reacción oficial, y ha mantenido un silencio permanente”. Señala además la complicidad entre la Justicia y la Iglesia al alegar que la decisión del Juez Ramón Emilio Sánchez Carpio fue una “monstruosidad”.
Fueron encarcelados dos hombres de bajo rango en el albergue, testigos además de las ceremonias sexuales que allí se ejecutaban: el dominicano Joel Pérez y el haitiano Eliseo Colen. Ambos murieron el 7 marzo del 2005 junto a las 134 personas carbonizadas bajo el fuego de la cárcel de Higüey. Las dudas permanecen.
González Padial relata que él llevó las niñas víctimas de abusos sexuales al entonces Obispo de la Diócesis de Higüey, Gregorio Nicanor Peña. Después de escucharlas, el obispo respondió “que no creía en las violaciones y que las niñas estaban locas”
Por sus méritos en la defensa de curas pedófilos el obispo Nicanor Peña ha sido ascendido a dirigir el Episcopado Dominicano. Una de sus intervenciones para rechazar la observación del Presidente Medina al nuevo Código penal fue la Convocatoria a reunirse el pasado lunes 12 del mediodía en una gran “cadena de oración” a través de la radio, la televisión y las redes sociales.
En su segundo mensaje, la Conferencia del Episcopado circuló un documento con el objetivo de “redoblar la oración para que sea ratificado el Código Penal tal como fue aprobado por ambas
Cámaras legislativas”. Escribieron una nueva plegaria para que sea rezada diariamente y en una cadena de oración convocada para el día antes del conocimiento del proyecto por la Cámara de Diputados. Si comparamos la oración que el episcopado enseña a la población, con la oración que Jesús enseñó, el contraste muestra la corrupción de la religión.
La oración del Episcopado Dominicano: Padre Bueno, tú que eres el autor de la vida y enviaste a tu Hijo al mundo para que todos tengan vida y la tengan en abundancia,/ te pedimos que envíes tu espíritu de sabiduría al Señor Presidente de la República y a los Legisladores, para que se ratifique el Código Penal tal como fue aprobado y se proporcione a la sociedad dominicana un instrumento que respete nuestra Constitución./ Por Jesucristo, Nuestro Señor, Padre Nuestro que estás en el cielo, gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
La oración de Jesús, El Padre Nuestro: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; /venga a nosotros tu Reino; / hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. /Danos hoy nuestro pan de cada día; / perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; / no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Se sustituye el Padre Nuestro por el de Padre Bueno. ¿Será que no se consideran hermanos de las mujeres que ellos excluyen o de los que no están de acuerdo con ellos? En vez de pedir a Dios que les derrame su Espíritu y sabiduría (se creen poseerlo) la piden para el Presidente y los legisladores, ¿acusados de carecer de sabiduría y del espíritu divino?
En vez de pedir que se haga la voluntad de Dios en la Tierra, como se hace en el cielo, han decidido que ellos saben más que Dios lo que conviene, y lo que es bueno y malo.
Le piden al mismo Dios que haga lo que el Episcopado ha decidido es la voluntad divina: ratificar el Código Penal como fue aprobado y que haría respetar “su” Constitución. Y en el vocablo “su” tienen razón. Infectaron la Constitución en el 2009 y por eso ahora la defienden con uñas y dientes.
Pero es necesario aclarar que la crisis actual no es un problema de personas, sino de estructuras. Es más fácil de corregirlo si el Presidente Medina y el Papa Francisco se ponen de acuerdo y anulan el Concordato; si se inicia una Asamblea Constituyente para simplificar la Constitución, hacerla prohibir al Congreso el establecimiento de alguna religión, y limpiarla de los artículos que llevan el apellido del Cardenal López Rodríguez y que todos y todas conocemos. Es más fácil que cambiar los malos hábitos de los que usan el poder para su beneficio, particularmente los designados de por vida por el Pontífice de Roma.
La corrupción del Estado y de la Iglesia cuando usufructúan conjuntamente el poder la previó Thomas Jefferson hace 206 años. A continuación mi traducción de una extracción del discurso de Jefferson a los fieles Bautistas con el objetivo de convencerles de las ventajas de separar la Iglesia y el Estado, algo a lo que Jesús hizo referencia cuando habló de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Debido a que la creencia religiosa, o la increencia, es una parte tan importante de la vida de cada persona, la libertad de religión afecta a cada individuo. Iglesias estatales usan el poder del gobierno para mantenerse a sí mismas y forzar sus puntos de vista sobre personas de otras religiones trastornando todos nuestros derechos civiles. Además, el apoyo estatal a la Iglesia tiende a que el clero no responda a la gente y conduce a la corrupción dentro de la religión. Construir el "muro de separación entre iglesia y estado", por lo tanto, es absolutamente esencial en una sociedad libre. … Hemos resuelto la cuestión amplia e interesante de si la libertad de religión es compatible con orden en el gobierno y obediencia a las leyes. Y hemos experimentado la tranquilidad y la comodidad que resulta de dejar que cada uno profese libremente y abiertamente los principios de la religión que son las inducciones de su propia razón y las profundas convicciones de sus propias indagaciones. Thomas Jefferson, discurso a los Bautistas de Virginia, en 1808
Amén. Así sea en todos los lugares de la Tierra