¿Qué necesitamos temer nosotros que sabemos que nadie puede juzgar nuestro poder? 

Ruth Rendell

Como resultado de los actos de impunidad, resultan una serie de fenómenos dentro de los que cabe mencionar la no reparación del daño producido, tanto al erario como a la sociedad. En tanto que esta última, sufre una especie de parálisis y debilitamiento ante quienes detentan el poder.

Dice el refrán popular que “una manzana podrida daña toda la cesta”, de igual manera, una gran parte del conjunto de instituciones y funcionarios entran a formar parte del entramado corrupto pues unos tienen puntos de convergencia con los otros, y así se va formando todo un cártel de corrupción e impunidad donde encuentra usted desde altos funcionarios, hasta jueces, fiscales, y encargados de investigación a todos los niveles.

Aquí entra a ejercer una función primordial para mantener la impunidad, el control preeminente de los medios de comunicación con que se hacen los sectores de poder; esto entroniza la sensación de desamparo y desasosiego en la sociedad, y el efecto es, que se exacerba el comportamiento agresivo de la gente adquiriendo, como advertimos en la actualidad, dimensiones alarmantes. Esto es palpable cuando vemos a los residentes en nuestras vecindades tomando la justicia por sus manos.

Así aumenta el temor y la indefensión ante un Leviatán de siete cabezas que, con dos de ellas, la corrupción y la impunidad, va comiéndose la sociedad dominicana, empobreciendo cada vez mas al pueblo, y ocasionando a los ciudadanos cada día mas desconsuelo, inquietud y malestar, lo que lo convierte en un problema de gran alcance nacional, de dimensiones sin precedentes en la historia republicana.

Sin embargo, el peor de los efectos podemos advertirlo en la instauración en la psiquis de la sociedad de una visión de normalidad del tipo de actuación corrupta sin consecuencias cuando se está en el poder; se entiende que es lo más razonable y natural “que aquel que llegó aproveche su oportunidad”. Incluso la corrupción y la impunidad operan de una forma tal que tanto el funcionario como quien lo ha nombrado están contestes de que se le ha puesto ahí “para que se ayude”. De ahí que de manera reiterada, la población contacte los hechos punibles pero sin ningún tipo de consecuencia para los enquistados en el poder.

Pero la gente está adquiriendo conciencia, puede advertirse una luz al final del túnel, los ciudadanos van haciéndose cada vez más conocedores de lo que les corresponde como entes sociales en cuanto a reclamar derechos, y conscientes de sus deberes ciudadanos. También los sectores de poder advierten el despertar de la sociedad y habrán de actuar en consecuencia.