En los primeros párrafos de Normas para el Parque Humano, Peter Sloterdijk habla de los libros como cartas a los amigos. Siempre me pareció una idea hermosa: escribir es siempre escribir para alguien, y la carta hace de esta intención algo explícito. Solterdijk define así humanismo como una “telecomunicación fundadora de la amistad por medio de la escritura” (1).

A riesgo de forzar un poco sus palabras, lo traigo a colación hoy porque entiendo que las películas son parte de esta correspondencia, quizá ya renovada (el cambio de medio ya asoma un transhumanismo o posthumanismo), que sin embargo participa del movimiento fundador de poner cartas en camino a amistades desconocidas. A veces están muy distantes, a veces no tanto. Hay amigos que siguen aquí en este espacio-tiempo con nosotros.

Y qué difícil es verlos partir.

Supimos de la muerte del director Chris Marker el 29 de julio de 2012, y desde entonces he querido escribir esta carta. No como elegía, sino para devolver el saludo. El duelo toma formas extrañas, y en mi caso fue no escribirla en 4 años. Hoy me anima el duelo que también veo en colegas por la pérdida de Abbas Kiarostami (julio está probando ser un mes terrible), y el entusiasmo de la siguiente idea: de las amistades nos quedan sus cartas. Esto me lo dijo otra buena amiga cuando murió Umberto Eco: la consolaba el hecho de que todavía le quedaran libros suyos que leer. Estaba aquí todavía con ella.

¿Y nos es eso lo mejor que podemos hacer por la memoria? Leer, ver, hacer películas, seguir.

Hay muchas cosas excepcionales en el cine de Chris Marker, pero si tuviera que hablar de una sola, hablaría de la mirada. No es su mirada (de autor) sino la mirada de la película, que vuelve hacia el espectador. La película te mira desde sus personajes, te interpela desde sus narradores, y te hace despertar del letargo de estar tras la cuarta pared.

En la película Sans Soleil (Sin Sol, 1983) hay un fragmento en el que la narradora habla de la infinita dificultad de captar, con la cámara, la mirada de las mujeres de los mercados de Bissau y Cabo Verde. Habla de un juego de miradas, y luego dice que cuando finalmente capta una de ellas, dura lo que dura un segundo cinematográfico (24 cuadros).

“¿Han escuchado algo más estúpido que eso que enseñan en las escuelas de cine de no permitir que los personajes miren a la cámara?”, dice en otro momento la narradora de esa misma pieza (lo traduzco libremente de mi copia del guión en inglés) (2).

Todo Marker es así, un juego de referencias que te hace pensar lo que estás viendo —y más allá de eso te acompaña a mirarlo—, que trae otras cosas al juego de la mirada y que cuestiona desde dónde se está hablando, la legitimidad de la voz que te cuenta la historia. Admira ver cómo con elementos tan sencillos se alcanza a ser tan complejo.

De entre otros momentos de consciencia, y tantos otros de mirada a cámara, quiero hablar de mi favorito, el plano de cinco segundos en el que el personaje del cortometraje La Jetée (La terminal, 1962) devuelve la mirada. Es el único plano filmado en medio de una pieza compuesta de fotografías, y posiblemente el mayor homenaje que le ha hecho un cineasta a una mirada. El catalán Isaki Lacuesta articuló las palabras con mucha más precisión de la que yo consigo, dice en su homenaje personal Las variaciones Marker (2008): “los parpadeos de Marker quieren abrirnos los ojos”.

¿Qué es este parpadeo en La Jetée? ¿Por qué me cuentan una historia en fotos fijas y luego un trozo de imagen-movimiento? Quizá porque justo cuando nos acostumbramos a ver la historia de una manera —estos ojos que se acostumbran a todo— un elemento nos recuerda lo que se supone que debía ser el cine, ¡eso que llegó a asustar a sus primeros espectadores cuando pasó una locomotora en un plano! Aquello de que los elementos dentro de la imagen se mueven. Y si no se mueven, ¿cuál es la diferencia entre película y cómic, entonces? ¿Entre lo que propone Marker en esta pieza y una presentación animada de Power Point? ¿Nos están estafando?

Al parecer, la película no ocurre en todos los elementos que se mueven en el plano, sino en el montaje. Es decir, las ideas no están en las imágenes sino en los saltos temporales (el vacío, el parpadeo, las articulaciones) que las unen. Lacuesta llega a decir que cada uno es un viaje en el tiempo. Esta pieza de 28 minutos es pensamiento en la mejor y más nueva de sus formas. Todo está en juego en ese plano: el cinematógrafo de los Hermanos Lumiere, los ensayos de Dziga Vértov, las propagandas de guerra, los debates sobre la esencia y la naturaleza de la imagen. Todo está ahí, en esa chica, insinuando una sonrisa.

La mirada Marker nos invita a ver el corte. Eso es abrirnos los ojos. En Marker es el cine el que nos devuelve la mirada. No las personas que “documentó” frente a una cámara, no él, como autor diciéndonos lo que piensa de las cosas. Es el cine. Es cine.

La narradora de Sans Soléil termina con una pregunta: Y aura-t-il un jour une dernière lettre? Will there be a last letter? Y hoy me provoca contestarle: no habrá una última carta. Desde más lejos o más cerca –en un formato u otro— siempre tendremos quien nos escriba. Mientras nos quede humanitas, amiga, amigo, yo hoy escribo para ti.

A Chris Marker, in-mem(m)oriam.

(1) Sloterdijk, Normas para el Parque Humano: 2000

(2) Transcripción del guion de Sans Soleil en inglés http://www.markertext.com/sans_soleil.htm

(3) La Jetée https://www.google.com.do/?ion=1&espv=2#q=la%20jetee