El espíritu de una práctica poscolonial y una historia cuyos ramajes políticos alcanzan también niveles y formas que hoy tocan los llamados “estudios subalternos” y los estudios interculturales, aparecen en el tejido textual de la novela de Pedro Mir. Las identidades locales y urbanas forman parte de una visión sugerida en Cuando amaban las tierras comuneras. El autor abre su narrativa a pedimentos tardocoloniales desde la visión de una nueva historia insular y particularmente local en el caso de la República Dominicana.

La secuencia donde el autor narra la muerte de Romanita o Rufa, está ubicada en el capítulo 12 (pp. 138-146). Es en esta parte de la novela donde el lector logra entender la orfandad y la pérdida materna de Bonifacio Lindero,hijo. Producto de un Shock emocional o un síncope, Rufa será hospitalizada en la Capital y luego de nacer su primogénito y recibir la visita de Susanita o Susy, por pura casualidad, Romanita entra en una crisis final cuyo resultado intempestivo será la muerte surgida como desde  un sueño.

La muerte de Romanita tendrá las consecuencias que nos relata Mir en el hogar de Bonifacio Lindero, padre, y Bonifacio Lindero, hijo. Lo que acelera la rebeldía de Lindero, hijo es el choque producido por el ethos cultural mismo, expreso en cardinales psicológicas, antropológicas, morales, familiares, sociales y otras que inciden en las relaciones nucleares o los sujetos en cuestión.

Toda visión de la novela entendida como universo y situación ontológica produce un efecto, una crisis de representación y una orientación a la comprensión de los ejes culturales que le sirven de base a los personajes, a los grupos humanos, los roles culturales, las funciones sociales, morales y éticas. La relación creada entre narradores, narratarios, objeto narrado y función narrativa orienta la trama, el tema y las acciones narrativas al cauce de la comprensión cultural y etnosimbólica del sujeto.

Hemos orientado nuestra lectura crítico-relacional y comprensiva del sujeto novelesco y sobre todo de sus contextos de vida y acciones, en el trazado de un sistema político-cultural constituido sobre la base de opacidades, legibilidades y obstáculos que surgen en los tres focos integradores de la novela: el foco de inicio, el foco de desarrollo y el foco de cierre, ubicados en estructura y coyuntura.

Las dos partes y el “Epílogo precoz” que conforman la estructura de superficie y profundidad de la novela, suponen una concepción no solo de la novela, sino también de la literatura  que ha producido Pedro Mir sobre la formación identitaria dominicana y a propósito de los conjuntos etnohistóricos que sobresalen por tiempos, espacios y coyunturas que cobran su valor en la historia y la posthistoria dominicanas.

Si el ritmo de escritura sostenido por los pulsos, texturas, secuencias y fluencias macronarrativas y micronarrativas sitúan los puntos de base de un mensaje y un mundo verbal, en esta obra, desarrollada como punto de cohesión cultural que particulariza los principales roles alegóricos, metafóricos y tipológicos que sin embargo representan los principales núcleos y esparcimientos de la dominicanidad, a partir de contradicciones epocales.

Cuando amaban las tierras comuneras se justifica en una visión donde el autor descubre  tema, instancia, forma y expresión, aquello que la historia traduce en su conformación narrativa y textual. Así, en el capítulo 14, el autor pone de manifiesto un tópico histórico de los terrenos comuneros como un fantasma jurídico, legislador y traductor de la novela en una relación con la historia de la propiedad pública y privada que ha sido un tópico tan bien tratado en Tres leyendas de colores y en La noción de período  en la historia dominicana. El personaje vocaliza, pronuncia las resistencias de una historia fallida:

“…no podemos no podemos no podemos

Y continuando aquellas reflexiones y haciendo recuerdo de hechos y acontecimientos de la historia de nuestro país uno cae en la cuenta que este acontecimiento milagroso de la naturaleza que ahí descansa o que tal vez se consume en un esfuerzo de eternidad ha sido el producto sordo y lento de tres siglos que pueden contarse desde 1630 a 1920, en que nació para desarrollarse y finalmente morir el sistema de las tierras comuneras que significaba el disfrute común de la propiedad territorial permitiendo el encuentro libre de todos los seres y todas las condensaciones raciales  sociales y religiosas siempre que la sociedad privada y las limitaciones clasistas pusieran obstáculo alguno al juego libre de las fuerzas de la naturaleza de modo que en nuestro país el cruce de los seres humanos seguía el mismo desenlace que el de las flores y las frutas y hacía posible que de improviso giraran alegremente todos los atributos y todas las fuerzas naturales y espirituales y consumaran una creación superior y soberbia que la gente sencilla describía al decir simplemente que

había sido una de las mujeres más bonitas de este

país

aunque  su significación real era todavía mucho

más profunda  y por eso podemos no podríamos no podremos

soportarlo jamás”.

(pp. 160-161)

La narrativa cruzada y sin embargo cohesionada temática y formalmente, induce y a la vez construye  un mundo significativo liberador. El escritor poetiza y co-produce los momentos de la vida cotidiana en la República Dominicana moderna, principalmente en la región del Este (La Romana, San Pedro de Macorís) y en Santo Domingo y Puerto Plata, espacios privilegiados por el autor para constituir los trazados ficcionales e imaginarios de la novela.

Mediante una técnica narrativa ecléctica y aplicada a cuadros y cuadrajes enunciativos referidos y correferidos, la narración transcurre en un ritmo ascendente-descendente-estable en todo proceso de construcción micro y macronarrativo. Los narratemas entendidos como grandes bloques secuenciales, se concatenan en cada parte del relato como focos temáticos y formales, toda vez que el eje de significación y el eje de expresión conforman un aparato cohesivo que le da cuerpo a la novela.

Entendemos que esta novela de Pedro Mir, editada por primera vez en México por las Ed. Siglo XXI en 1978, debe ser un material narrativo y artístico-verbal atendible en la historia de la novela dominicana. Su calidad expresiva implica también un marco de lectura desde adentro y desde afuera por parte de un lector explícito y culturalmente situado.

Nuestro marco de trabajo sobre esta novela, participa de un tipo instruccional  aceptado y enmarcado en el entendimiento de que esta lectura genera un principio de análisis de dicha  obra,  activado por una perspectiva inmanente y contextual de trabajo, acentuado también por una visión integradora de los diversos mundos sociales e incidentales dominicanos.