La simultaneidad de ritmos, tiempos, alteridades y fuerzas narrativas es indicadora de una travesía motivada por tópicos poéticos y conjuntos expresivos. Los “posibles narrativos” del texto que según Claude Bremond se materializan como cuerpos incidentes y nacientes en la novela y en toda narrativa de ficción. Las “tierras comuneras” representan la utopía, pero a la vez una realidad posible que veremos tratada más tarde en La noción de período en la historia dominicana (1983), como tesis, pero también en Tres leyendas de colores (1969), donde en el caso de las tres rebeliones (Roldán, Enriquillo y el Negro) está implícita la formación de la nación dominicana en su forma más conflictiva y contradictoria.
En efecto, la superposición de planos y sobre todo la tematización fabulosa de acontecimientos, lugares y sujetos políticos levantan las voces, las manos y las fuerzas representativas de la historia, sus ocurrencias y modos de vida junto a relaciones humanas, económicas y familiares se inscriben en el espacio ficcional de la novela.
La inscripción de la fábula y el dinamismo de la misma habrá de incidir en cuanto a la estructura y el orden asumidos por personajes mediante ocurrencias narradoras y narrativas:
“…y así vino ella a quedar en un tris inmovilizada en una pose de absoluta inercia en la cual para ser más exacto se advierten dos intenciones simultáneamente paralizadas en el mismo picaporte de la realidad y de ellas una A se orientaba al vertedero con la disposición frustrada de lanzar el paquete mientras la otra B seguía la dirección horizontal de su brazo izquierdo por encima de cuya…”
El objeto que en el foco de comienzo de la novela adquiere un valor abierto de sentido, empalma con la espera de Bonifacio Lindero y su incesante agonía, a tal punto que, ya en el segundo capítulo, el recurso de la cercanía o alejamiento del automóvil, ejerce el control sobre el lector y el comportamiento orgánico y psicológico de Bonifacio Lindero.
“Un automóvil
Un automóvil que se aproxima
Un automóvil que se aproxima aceleradamente
Un automóvil que se aproxima aceleradamente y una persona que espera en la sombra mientras su corazón solitario sigue acompasadamente la aceleración de este automóvil en el silencio de la noche de una ciudad apartada en el extremo oriental de resonancia originalmente destinado al llamado amoroso de las chicharras y los grillos y se convierten en pavorosos ronquidos capaces de precipitar en el delirio a los cerebros poco resistentes cuando se trata del motor de un automóvil y la experiencia no pasa de 40 segundos o el tiempo aproximadamente requerido por esta máquina infernal para hacer oír el ruido de sus explosiones a cierta distancia y llegar al punto en que se encuentra la persona desesperada que la escucha si se toma en cuenta que su velocidad se mide en kilómetros por hora y no en metros por segundos ya que si en una hora un automóvil puede hacer 120 kilómetros de recorrido la cuenta de los metros por segundo corresponde punto por punto con la explosión de los procesos emocionales y el estallido incontenible de la desesperación de manera casi completamente exacta y ésta es precisamente la situación en que se encontraba sumergido Bonifacio Lindero noche tras noche a raíz del abandono de su mujer en una forma que por serle increíble resultaba espantosa con la agravante de que en torno a él se había creado una atmósfera de grandeza y de poderío reconocida por todo el mundo desde su más remota infancia…” (pp. 23-24).
Las cardinales y tiempos medidos del comportamiento orgánico y emocional de Bonifacio Lindero están marcados por el rutario métrico de un tiempo-reloj que atilda sobre el espesor temporal en la trama de la aceleración o desaceleración en segundos (40 segundos, una hora, cinco segundos, diez segundos, quince segundos, veinte segundos, veinticinco segundos, treinta segundos, cuarenta segundos y cero) acentúa los cambios de estado y el progreso de la crisis emocional de Bonifacio Lindero (ver pp. 24-32).
En efecto,Pedro Mir crea en los puntos cardinales de esta marca un eje de acentuación y suspenso que vincula al lector con el tema y los eventos, habida cuenta de los ritmos que como articuladores, constituyen el movimiento mismo del texto novelesco, tal y como podemos observar en la secuencia anterior. Capítulos a propósito de la “suprema persecución” de Silvestre y su preocupado avanzar hacia la escuela de Francisco Villamán motivan el deseo de lectura que facilita el sentido de las claves de lectura (ver pp. 41-50).
Es importante destacar que el conflicto o la conflictividad acentuada por los movimientos de personajes que parecen no encontrarse en los puntos fuertes del cuadro novelesco, crea una posibilidad de progreso narrativo, donde el punto de vista del narrador incide en la vida diseñada de los personajes por parte del autor. No se trata sólo de cualidades y posiciones narrativas, sino más bien de una relación que se sugiere a partir de estrategias enunciativas, estructuras y coyunturas que sostienen como significación y narratividad el cuerpo novelesco.
El análisis inmanente, procesual y contextual de un texto polifónico, intenso y continuo como Cuando amaban las tierras comuneras, implica asumir diversos modos de lectura, así como tomar en cuenta elementos que se hacen legibles en las estéticas novelescas postvanguardistas.
Hacia 1978 cuando por primera vez se publica esta novela (véase Pedro Mir: Cuando amaban las tierras comuneras, Eds. Siglo XXI, México, 332 págs.), se podía apreciar cierta violencia contra los esfuerzos narrativos no solo de la tradición, sino también de la ruptura. En el contexto del Caribe Insular ya se habían publicado novelas como Paradiso, Oppiano Licario, de José Lezama Lima, pero también De abril en adelante, Los ángeles de hueso, de Marcio Veloz Maggiolo, De donde son los cantantes, Cobra y Gestos, de Severo Sarduy y La Guaracha del Macho Camacho de Luis Rafael Sánchez, entre otros textos novelescos renovadores. Por lo que la aparición de una novela como Cuando amaban las tierras comuneras pudo haber tenido consecuencias importantes desde el punto de vista de la crítica literaria y de los estudios culturales e identitarios caribeños.
Dada la importancia que tienen los diversos focos textuales en la organización de los eventos y sobre todo en los principales núcleos narrativos patentizados por su autor, el texto mismo se va abriendo en sus claves de progreso y significación, de tal manera que los diversos ángulos de escritura y posición de los narradores ubicados en voz, persona y contexto necesitan una exploración particularizada sobre la estructura de profundidad de dicho texto.
El eje de continuidad del texto novelesco se extiende al foco de inicio (Fi) y al foco de cierre (Fc). Ambos focos constituyen los ejes de superficie y de profundidad de la novela, donde observamos el funcionamiento diegético y polidiegético que cubre tema, significación, acción y posición en la novela.
El personaje Romanita descansa como meta y apoyo en los bordes y perspectivas del acto novelesco. ( Ver pp. 312-313).
Las voces ocultas progresan en el caso de esta novela, debido a sus fórmulas y modos de narrar, interpretar, revelar incertidumbres y cuerpos que viajan y a la vez movilizan los estados del sujeto. Se puede observar, en el caso de esta novela, que los gestos de vida y de muerte motivan los principales tiempos de la interpretación de la historia, pero además se hacen visibles los llamados tópicos y hechos imaginarios fabulosamente determinados por el personaje, el espacio, la ocurrencia en un tiempo que delata o sintetiza la materia-forma narrativa.
Lo expresivo de esta creación ficcional co-ocurrente como principio de alteridad es su función imaginaria; la misma cobra valor si de verdad existe una constancia en cuanto a la aventura y los ritmos progresivos de la novela y de sus contenidos codificados o hipercodificados. Todo lo que se interpreta a partir del título, conlleva una economía narrativa implícita y explícita en la enunciación novelesca o el novelar.
La clave temática y legible en el título la encontramos en el capítulo-secuencia de las páginas 187-189 en cuyo ritmo de escritura, descripción y narración se articula verdaderamente el nivel de significación de la novela.
“Silvestre se despojó de las olas como quien se despoja de una capa de aguas después de un torrencial y prolongado aguacero y su primera sensación al abandonar la goleta fue la de que los tablones del muelle se hundían cuando él afincaba sus pasos en ellos dándole la impresión de que no pisaba madera y en definitiva tierra firme sino lodo o estiércol o alguna otra sustancia pastosa y aunque la luz de la razón le indicaba que esto no era más que una ilusión producida por su dilatada permanencia en la superficie del mar sus ojos permanecieron estregados al suelo por temor de hundirse en aquellas extrañas arenas movedizas hasta que llegó el momento de levantar los ojos para examinar el contorno y orientarse en una ciudad para él desconocida y quedó súbitamente deslumbrado como si hubiera contemplado una explosión en medio de una muchedumbre y la gente saltara despavorida y sin rumbo de un lugar a otro porque entonces comprendió algo de lo que había oído hablar sin prestarle nunca mucha atención y es a lo que hoy se llamaría el milagro macorisano para explicar ese fenómeno que transformó a Macorís en sólo unas cuantas décadas de una pequeña y melancólica aldea de pescadores en una ciudad de primer rango en el país porque hay varias teoría s e hipótesis y tratamientos del problema pero la explicación más sensata y concorde con la mentalidad de Silvestre es aquella que al vincular el desarrollo de esta población al desarrollo de los terrenos comuneros pone en juego todo el proceso histórico de la Isla puesto que con las ciudades ocurre completamente lo contrario de los que según aquel sacerdote inglés ocurre con los hombres en el sentido de que si bien es verdad que ningún hombre es una isla, también es verdad que una ciudad puede serlo y en consecuencia hay que explicar a Macorís en los mismos términos en que se explica la Isla entera incluyendo a la República vecina porque la historia de los dos países que ahora ocupan comprende un larguísimo proceso que se remonta a los siglos lejanos en que toda la Isla era un solo territorio español y el punto histórico en el cual se divide es el mismo punto en que brota como una realidad nueva esa organización territorial que va a atravesar las murallas de los siglos y va a reventar en la región más oriental de la Isla de la cual Macorís vino a convertirse en el corazón palpitante y alegre porque a fines del siglo pasado se estableció en esa región la industria azucarera inspirada por la extensión de las llanuras muy apropiadas para el cultivo de la caña de azúcar y has entonces aquellas tierras se dedicaban al pastoreo y había muy poso interés y mejor dicho no había ninguno en el deslinde de la propiedad privada por medio de cercas que obstaculizaban el cambio de pastos requerido por el ganado de manera que allí más que en cualquier otro punto del país el sistema comunero de propiedad de las tierras alcanzaba una profundidad extrema, pero al llegar el ingenio azucarero con sus vías férreas y sus grandes molinos que despertó en los campesinos el interés por el cultivo de la caña y amparándose en la naturaleza común de la propiedad territorial todo el que poseía una azada …se dedicó a sembrar caña y a enriquecerse en medio de una verdadera fiesta monetaria que se expresaba por primera vez en términos de miles de dólares y fue así como a la vuelta de unos años muchos de ellos habían adquirido fortuna y con la problemática de los terrenos comuneros o las tierras comuneras surge como posibilidad de vida rural y agrícola por los años 20 del siglo XXI, cuando la agrimensura se estima y nace como técnica en el país, a raíz de la primera ocupación norteamericana, los primeros “medidores”, “linderistas” o agrimensores se propusieron fijar la propiedad de una impropiedad jurídica y a la vez de una “propiedad” sin verdaderos propietarios. Lo que hereda como locura Flor es un falso objeto acompañado de un proceso anómalo que iba a resolverlo el sistema Torrens y la Ley 529 publicada en la Edición de Leyes de…”