Si pudiera escribir una carta a ti primavera del año 2020, te diría lo mucho que me sorprendes tu audacia y tu fuerza, el cual no es cambiado por nada ni nadie, al contrario, cuando todo dice no, tú dices que sí, impresionante, ¡verdad!
Y es quizás, lo que más agradezco al mirar por la ventana y ver una flor que ha brotado otra vez, ver un pajarito que nos sorprende con su canto, una planta más verde que antes, a causa de tu aparición en este lado del mundo, grandiosa primavera. ¿Y qué vemos?
El médico y filósofo, persa, Ibn Sina Avicenna (980-1037) dijo:
“El conocimiento de cualquier cosa, ya que todas las cosas tienen causa, no es adquirido o completo a menos que se le conozca por sus causas”
Y nos surge la pregunta, ¿qué tanto conocimiento tenemos de todas las cosas? ¿Cuánto puede el ser humano tener el conocimiento pleno y total de las causas? Al parecer, se nos escapa, y cuando creemos que conocemos algo, es cuando apenas iniciamos, sin llegar a abarcar todo lo que eso contiene. No obstante, tal como dice la cita: “todas las cosas tienen causa”. Y aunque sepamos la causa, quizás se nos escapa el para qué, y ahí hay un aprendizaje, siempre que abramos la puerta interior.
Para qué se está dando la situación que estamos viviendo
Prefiero usar el término situación para referirme a la realidad global que estamos viviendo, desde el invierno a la primavera del año 2020, a nivel de salud. Y lo hago porque he comprendido que las palabras tienen una fuerza inmensa, de modo que, cada vez que uso una palabra de forma recurrente, sin querer, puedo estar potenciado lo que ella contiene.
La causa de esta situación de salud, algún día se puede conocer, sin embargo, el para qué, es ahí donde tenemos que pedir discernimiento, luz y sabiduría para ver con los ojos del corazón cada cosa, cada enseñanza, cada aporte, cada regalo, así es, cada regalo.
Y como dice el principito: “lo esencial es invisible a los ojos”, por eso, tenemos que acudir a mirar con el corazón, y será entonces, cuando podremos ver un poco más allá de lo que estamos viendo cada día. Mirar con el corazón, nos permite descubrir el para qué estamos en esta realidad, cuál es el propósito y qué nos quiere enseñar, aunque tenemos la esperanza de que va a pasar.
¿Al abrir la puerta nuevamente, cuáles serán los aprendizajes?
En estos días hablaba con un amigo religioso, y al preguntarle que cómo se sentía, me respondió: estoy bien y estoy cumpliendo con lo prescrito en el tiempo de cuarentena, a esto le respondí, me parece bien, pues todo el mundo ha de estar en casa para ayudar a que la situación vaya disminuyendo, pero él me respondió: sí, todos, menos algún personal sanitario, militar y los que trabajan para no dejarnos morir de hambre.
Y esta expresión: “los que trabajan para no dejarnos morir de hambre” fue especial para mí, pues es verdad, queda claro que no nos bastamos solos, pensar eso es fruto de los egos humanos; pues necesitamos de todos, en absoluto, incluso para no morir de hambre. Y la actitud frente a esto, es de gratitud.
Y aquí vienen los aprendizajes, queda demostrado que el mundo estaba en estado de colapso, tanto las especies, como la tierra misma, y en este sentido, el receso que ha tenido lugar de forma obligatoria, está provocando mucho bien al planeta, de igual modo, a la raza humana y todas las demás especies, que no lo olvidarán, pues está sumando años de vida a la vida.
Y cuando abramos la puerta…
Habremos despertado para reconocer la importancia que tiene cada ser humano, y agradeceremos al médico, al obrero, al barrendero, al agricultor, al policía, al que canta, al que crea; será un tiempo donde habremos avivado la esperanza, y volveremos a mirar con la inocencia de un niño, y podremos disfrutar y agradecer todo lo que realmente, nos da vida.
Volveremos a abrazar, a amar, a valorar y a mirar desde el corazón, y de seguro habremos aprendido la lección.