El conocimiento de los hechos políticos puede servir para administrarse con respecto al poder público y también para derivar lecciones sin tener que pasar directamente por la experiencia. Cuando vemos actuar a personas en puestos de mucha visibilidad, nos beneficiamos todos.
Esta semana hemos contado con un asiento de palco para observar posibles comportamientos cuando ganamos o perdemos. Contrariamente a lo que estamos presenciando actualmente, los EEUU han exhibido una tradición de buenos perdedores desde el siglo XIX, trayectoria que empezó a ser televisada desde principios de la década de 1950, una época a la que hacen referencia muchas de las acciones y del discurso de Donald Trump. Él habla de los trabajos en las minas de carbón con el romanticismo de Loretta Lynn y, visto desde el presente, esto no tiene mucho sentido, pero en la sociedad industrial, ser minero era tener una fuente de empleo segura que además contribuía a la construcción de las infraestructuras y las maquinarias pesadas.
Trump usa el logo de “Make America Great Again” y, realmente, en los años 50 había mucho crecimiento económico que además no estaba relacionado con el impacto medio ambiental o social y la grandeza de los EEUU no se discutía porque este país había sido clave en la finalización de la II Guerra Mundial, el establecimiento de los acuerdos de Bretton Woods y del Plan Marshall. Pero todo esto varió.
Ernesto Sábato, en su libro “El túnel”, lo dice muy elocuentemente: “La frase 'todo tiempo pasado fue mejor' no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que -felizmente- la gente las echa en el olvido”. Posicionarse en una parte del pasado nos impide ver el presente y el futuro, nos impide avanzar. Circunscribirse a lo que era bueno para los blancos en los años cincuenta nos impide ver que el crecimiento actual de los EEUU ha sido sobre todo en la tecnología de la información, que la mayoría de los negros vivía muy mal y que “Made in China” ya no es sinónimo de mercancía de baja calidad como otrora, sino de Huaweii y de Zoom. Hay que negociar con los países en virtud de lo que es su situación actual, no de lo que eran sus fortalezas y debilidades hace sesenta años.
Y para esto es que es útil saber perder. Además de que nos conecta con la realidad del presente, nos permite continuar jugando. Muchas veces hemos oído la frase “Con X no se puede jugar porque si pierde, rompe la baraja”. Con su comportamiento obcecado, Trump le está dejando el campo a sus cercanos seguidores para que sean ellos los que capten la atención de la mitad del electorado en las futuras contiendas electorales. Mike Pompeo, ministro de Relaciones Exteriores, dice con una sonrisa que está trabajando por una transición hacia el segundo término de Trump, que no puede hablar aún porque todavía se están contando los votos y con ello consigue pronunciar lo que es interesante para quien todavía es su jefe, pero comunicarle al resto del mundo que es consciente de que ese hubiese sido su deseo, pero no es su realidad. Esa es la sonrisa que le está haciendo falta a Trump. Esa es la actitud realista de un buen perdedor.