En Jesús de Nazaret hay tres cualidades, entre otras, que coronaron su liderazgo en tiempos muy difíciles que les tocó vivir, las cuales sirven de inspiración para la formación de nuevos líderes sociales y políticos.

La primera cualidad es la autoridad. Jesús no se presentó como un jefe, un dictador, un arrogante, sino como alguien que tiene una autoridad para hacer y actuar conforme a su misión. El apóstol Pablo en carta a los Filipenses…(2, 6-7), nos dice que, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría. Al contrario, se despojó de su rango, haciéndose uno de tantos.

Jesús desaprobó la forma de ejercer el poder y la autoridad que ejercían los líderes políticos y religiosos de su tiempo. Era un ejercicio tiránico y apartado del bien de la gente humilde y más necesitada: Atan bultos pesados y lo cargan a las espaldas de los demás, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo (Mt 23,4). Mateo, Marcos y Lucas recogen este otro pasaje dirigido a sus discípulos: Saben que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes oprimen, pero no ha de ser así entre ustedes…

La segunda cualidad es presentarse ante la gente con una sola cara. Estamos acostumbrados a tratar con personas que por delante nos ponen la cara de Dios y por atrás la del mismísimo Diablo en sus acciones. Te apuñalan por detrás y luego te muestran condolencias o te felicitan si triunfa. Los que muestran varias caras no se dan cuenta de que solo tienen una y tarde o temprano se descubre. En Jesús hay una sola cara: la imagen del bien y del Padre. Esa imagen fue identificada por la gente de su tiempo que tenía buen corazón. Tres de los evangelistas recuerdan que Jesús le preguntó en una ocasión: ¿Quién dice la gente que soy yo? Las respuestas apuntaban a identificarlo como un profeta: Juan el Bautista, Elías o el Mesías.

Flavio Josefo, un historiador contemporáneo de Jesús, poco amigable del reconocimiento de la grandeza de Jesús, expresó: Usaba una túnica habitual de los hombres de su tiempo, que no era de seda, sino de lino o algodón…que poseía una mirada penetrante que detenía con fuerza sobre sus adversarios(Maier, Tomo I).

La tercera cualidad es la fuerza argumentativa. Aprendió a defenderse con la palabra bien argumentada y dicha en el momento oportuno. Pero más que eso, su personalidad era un argumento de autoridad porque en él decir era lo mismo que hacer. Las acciones eran la garantía de sus palabras, tal como lo describió la lingüística pragmática de la pluma de Austin en su libro Como hacer cosas con palabras. Para que el acto de habla sea satisfactorio tiene que darse una correspondencia entre decir y hacer. Tenía razón, también, Aristóteles al considerar, en su libro de la Retórica, el valor del orador en su disertación dirigido a la audiencia para persuadirlo de sus ideas. Se refería, en buena parte, a la ética del que disertaba.

Ahora bien, su uso estratégico de los recursos argumentativos era distinto a los sofistas y a sus opositores que pretendía ocultar la verdad. Persuadía para hacer el cambio a favor de la vida y no para la muerte. Comprendía muy bien el tipo de público y lo que debía decir, si se trataba de sus discípulos, de la gente desarrapada o las víboras voraces fariseas y saduceas que le ponían trampas comunicativas para derribar su liderazgo.

Aún cuando Jesús lo llevaron desgastado y bofeteado en frente de Pilato, no renegó de su condición. Se hizo más grande en ese momento aciago. Los buenos líderes se crecen en los períodos de crisis y los demás se hunden con ella misma. Pilato no halló culpabilidad en Jesús. Preguntó: ¿Por qué lo acusan? ¿Qué ha hecho malo este hombre? No se quiso responsabilizar de su sangre.

Entonces, esa masa de gente, obstinada y solitaria, como afirmaría el filósofo e historiador británico Arnold Toynbee, estuvo presente en el juicio. Cometió un error, atizados por los envidiosos. Comprometieron, con su decisión, a los inocentes: ¡Nosotros y nuestros hijos responderemos por su sangre!(Mt.27,25). Ojalá hoy, los adultos meditaran esas decisiones inhumanas, injustas, criminales, que comprometen la dignidad, la vida, el futuro de personas inocentes como los niños y los jóvenes.

No obstante, su condena criminal, su liderazgo triunfó sobre la muerte y se hizo poderoso para convertirse en un referente histórico. ¡Celebremos la vida y la esperanza para que cesen la guerra y destrucción de este mundo, obra de arte de su creador, que nos han regalado sin dar nada a cambio! ¡Qué ingratos somos! ¡Destruir un regalo que nos han hecho! El libro del Génesis es el testimonio de este gran artista, donde lo estético y lo divido se funden en una armonía extraordinaria:

La tierra era un caos informe; sobra la faz del abismo, la tiniebla…Dijo Dios que exista la luz y la luz existió(…). Miren, les entrego todas las hierbas que engendran semillas sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla le servirán de alimento; y todas las aves del cielo, … todo ser que respira. Y vio Dios que todo lo que había hecho era muy bueno(Cap. 1).