Desde el año pasado los economistas no nos cansamos de hablar de los choques que están sufriendo las economías. Esta crisis ha sido excepcional y produjo simultáneamente un choque de oferta y de demanda.
¿Por qué el choque de oferta? Porque los Gobiernos instruyeron a las empresas a que cerraran y mandaran a sus empleados a la casa y de un día para otro se paró la producción. ¿Cómo se explica el choque de demanda? Los trabajadores quedaron sin empleos o con ingresos disminuidos y su capacidad de comprar bienes y servicios se vio afectada. Se trata de una combinación pocas veces vista en recesiones anteriores, pues esta vez la crisis vino de un factor exógeno a la economía: la pandemia.
Ahora estamos atravesando el choque de inflación, el cual es importado, producto de que en muchos mercados la demanda se recupera mucho más rápido que la oferta. Esto en parte es buena noticia: es un reflejo de que los paquetes fiscales y monetarios están funcionando y logrando sus objetivos. Y es natural que la oferta vaya un poco más lenta. La pandemia ha afectado los patrones de comercio y las cadenas de producción. No es lo mismo reiniciar la producción y que ésta lo haga de una manera tal que vaya a la par con el aumento de la demanda.
Es difícil explicarle a la gente que en realidad esto no es inflación (al menos no todavía en el estricto sentido monetario). Es en realidad un ajuste de precios relativos ante los cambios tan dramáticos en corto tiempo en la oferta y la demanda. Por eso, en parte, hay bastante consenso en que este choque es transitorio.
Tampoco es fácil explicarle a la gente que hay un efecto de rebote en los precios. Esto así porque durante varios meses en 2020 la inflación mensual fue negativa y esto hace que la base de comparación sea baja y por tanto al medir la inflación este año, era esperado que fuera más alta de lo normal. Y en el caso dominicano, este fenómeno explica más de la mitad de la inflación anualizada que vivimos en el mes de mayo.
El economista de la Universidad de Columbia Michael Gavin, nos ilustró de manera muy didáctica una regla básica de política económica: ante choques transitorios nos endeudamos y gastamos (sabiendo que va a pasar más temprano que tarde); y ante choques permanentes, nos ajustamos (bajamos el gasto o el consumo). El problema está por supuesto en que hay incertidumbre sobre la temporalidad de un choque.
En este caso está claro que es más transitorio que permanente y que hay un efecto rebote que se irá atenuando con el paso de los meses. Ante este contexto, el Gobierno ha convocado mesas de trabajo para escuchar propuestas de distintos sectores de cómo enfrentar el problema.
La realidad es que la salida más eficiente es un subsidio focalizado y temporal, digamos de julio a diciembre, a través de los registros de beneficiarios (por más errores que tenga, siempre va a ser una mejor opción que un subsidio generalizado que beneficia más a los ricos). Y es importante hacer énfasis en este punto.
El mejor ejemplo de esto son los combustibles. El Gobierno asume una deuda importante para evitar que los precios internos aumenten en la misma proporción en que lo hacen en los mercados internacionales. Esto es equivalente a un subsidio generalizado. Pero inevitablemente el resultado es que el 30% más rico de la población se lleva una gran parte de este beneficio. Y en un Gobierno con recursos escasos esta es una muy mala política económica.
Así que no hay que inventar la rueda. Protejamos a los más pobres, en lo cual hemos sido bastante exitosos en esta crisis. No es por azar que los indicadores sociales no se han deteriorado como en ocasiones anteriores.
Ahora toca hacer lo mismo con la inflación. Y de hecho no hay que compensar a las personas por todo el poder adquisitivo que han perdido en el último año. Una parte de esto lo hará el aumento en los salarios que ahora se está discutiendo. Así el Gobierno optimiza los recursos y apunta en el gasto a quien tiene que apuntar.
Aunque creo que es la mejor solución en esta coyuntura, tampoco es que está exenta de problemas, porque al final parece ser que la clase media siempre es la más afectada: los ricos tienen cómo protegerse y se han diseñado mecanismos bastante aceptables para proteger a los más pobres. Pero en el medio queda una gran parte de la población a la que es difícil llegar con ayudas directas. Es una tarea en la que todos debemos pensar, no solo el Gobierno, para evitar problemas sociales como los que se están viendo en muchos países.