En la última semana de un mes de efemérides patrias algunos han hecho énfasis en el optimismo y en sentimientos nobles. La prensa mundial y dominicana reseñó el artículo escrito por Oliver Sacks en el momento de afrontar la noticia de su muerte próxima, demostrando el temple de su carácter y su profundo reconocimiento a la vida, a la que tanto le aportó. Ha sido aire fresco en medio de la violencia global y local para los happy fews que realmente tienen acceso a este tipo de noticias.
El optimismo estuvo a la orden del día con la conferencia ofrecida por Eduard Punset, a invitación de la Vicepresidencia de la República. Punset es, entre sus muchas otras actividades, un divulgador científico que nos hace soñar con sus credos basados en la capacidad del ser humano para moldear e «incidir en sus estructuras básicas, como es el caso de la genética», en el potencial de los descubrimientos científicos para impulsar el verdadero progreso de la sociedad y la necesidad de empatía en el mundo moderno.
En otro tenor, el discurso de rendición de cuentas del presidente de la República fue otro compendio de optimismo, ofreciendo una visión panorámica de obras realizadas y de promesas cumplidas que podía crearnos la ilusión de vivir más cerca de Suiza que de la Zurza. Nos ofreció también las promesas del derrame de logros que su gobierno debería acarrear para nuestro país en este ultimo año de gobierno y quizás en los cuatros años venideros.
Al oír esta pieza oratoria pronunciada frente a un hemiciclo vibrante, repleto de “la crema y nata de la política”, altos funcionarios y representantes del pueblo, pensé que el entusiasmo expresado en el lugar provenía quizás de que este público forma efectivamente parte de los pocos dominicanos que pueden ver la vida y el futuro con optimismo y participar de algunos de los sueños de Punset.
¿Cómo no ser optimista cuando se tiene niveles de salarios fuera de lo común sin las exigencias de un rendimiento descomunal? La mayoría de los presentes tienen su futuro asegurado por el solo hecho de ser servidores del pueblo. Algunos de ellos ya forman parte de estos nuevos ricos ostentosos que han irrumpido en el club de la oligarquía tradicional y que se benefician de nuestro ejemplar crecimiento económico.
Si bien el crecimiento es un motivo de regocijo para quienes se reparten el pastel debemos siempre recordar que el crecimiento dominicano se acompaña de los más altos índices de pobreza del continente.
Si uno pone en paralelo el mensaje de la Conferencia Episcopal Dominicana con el discurso presidencial constata que la fe en el futuro y el optimismo no pueden todavía alcanzar el dominicano de a pie, luego de tres años de gobierno del presidente Danilo Medina, de los tres gobiernos de Leonel Fernández y de los gobiernos de los tres partidos que se han turnado en el poder desde la caída de la tiranía.
¿Cuál es el país real, el del presidente de la República y de la Asamblea Nacional o el de la Conferencia Episcopal?