En una de mis clases de filosofía contemporánea, conversábamos sobre la crítica de Nietzsche a la moral gregaria. Desde la perspectiva nietzscheana, la mayoría de los individuos cargan con el peso de valores tradicionales, viviendo así una vida de rebaño, obedeciendo normas que no han creado y consideran buenas, sin haberse cuestionado nunca el origen de las mismas.

En las sociedades se establecen ciertos criterios y fines de conducta que se muestran absolutos. Por ejemplo, hoy día existe un criterio del éxito asociado a la fama, el prestigio y los bienes materiales. Se promueven como las formas de vida ideales, como  metas a las que todo individuo debe aspirar. Se presupone que todos los individuos son iguales, que tienen los mismos temperamentos, los mismos ideales, los mismos proyectos. Esta ideología sirve a la sociedad del consumo, la cual produce productos en serie que requiere una homogeneización de los gustos para maximizar las ganancias.

En contraposición a la moral del rebaño, Nietzsche contrapone la moral del “superhombre”. El término es una metáfora que designa la actitud del creador de valores, del que no está dispuesto a seguir al rebaño y se da sus propias metas y fines.

La tesis de Nietzsche abre una interesante perspectiva para la crítica a una sociedad que pretende absolutizar criterios de éxito, fines absolutos que todos deben seguir, llenando sus existencias de angustia y frustración ante la imposibilidad de realizarlos.