Acabo de concluir un curso de filosofía contemporánea para estudiantes de Filosofía del Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino. En el mismo compartimos las lecturas de dos textos: El futuro de la religión y ¿Verdad o fe débil? Diálogo sobre cristianismo y relativismo.

El futuro de la religión contiene una recopilación de textos de los filósofos Richard Rorty y Gianni Vatimo, mientras ¿Verdad o fe débil? contiene además un diálogo sobre el cristinianismo entre Vattimo y el pensador francés René Girard.

Ambos textos nos llevan a una reflexión sobre la naturaleza y el destino del cristianismo en una época  donde los indicadores  muestran un descenso de la adhesión a la fe cristiana y a toda forma de religión organizada en muchas sociedades europeas.

En el marco de esta situación, ¿puede el cristianismo seguir siendo un referente cultural importante sin quedar reducido a un mero conjunto de prácticas folclóricas?

Vattimo propone un tipo de “cristianismo débil” -no metafísico, ni dogmático- basado en la práctica de una ética de la caridad, en vez del compromiso con una “metafísica natural” que implica una concepción fundamentalista de la verdad.

La verdad implica una relación con los objetos del mundo: la caridad, una relación con las personas. Para Vattimo, en la tradición cristiana ha prevalecido la obsesión por la verdad y con ella, la vocación por la violencia. La soberbia de creerse depositario de la verdad lleva a imponerla o a resistirse al diálogo con otras perspectivas del mundo.

Vattimo plantea que “no nos ponemos de acuerdo por hallar la verdad, sino que la verdad es el producto del acuerdo”. Este acuerdo, resultado de la “caritas”, de una ética del amor hacia el prójimo, permite hallar puntos de encuentro en el trayecto hacia la construcción de una sociedad democrática.

En otras palabras, una sociedad secularizada puede recuperar el mensaje cristiano de la caritas que se encarna en el evangelio a través del amor a la viuda, al extranjero, al enfermo, al socialmente excluido y con la disposición al diálogo con otras perspectivas diferentes del mundo.

En conclusión, una sociedad plural, democrática, difícilmente incompatible con una actitud doctrinal dogmática, puede reconciliar sus conflictos de interpretación en una ética del amor encarnado, de la atención, del cuidado y del diálogo con los demás.