Desde mediados del 2005, tiendas barateras, como K Mart, estaban en quiebra y cerraban muchos de sus locales a través de Estados Unidos. Otras cadenas similares pasaban por igual situación ya que el boom económico que se registró hasta el 2008, impulsó a los consumidores a demandar bienes de más alta calidad.

Con la vivienda fue mucho más grave ya que personas con ingresos bajos y medios compraban casas cuyos precios sobrepasaban con creces sus posibilidades de pagarlas. Las torres de lujo se convirtieron en la aspiración de todos y casi todos conseguían obtenerla financiando hasta los intereses del préstamo. Increíble pero cierto y eso no lo detectaron las autoridades monetarias de los países con las economías más desarrolladas del mundo, lo que se convirtió después en una hecatombe que hasta hoy sigue ejerciendo su fuerza devastadora.

Lo mismo sucedía con los consumidores en Europa y Asia, especialmente en China, donde había anuncios especiales para los potenciales compradores de carros Cadillac, que se vendían como pan caliente.

En el Caribe, encabezado por Republica Dominicana, muchos criticaban el turismo “todo incluido” y exigían más hoteles de alta calidad para los que tenían altos ingresos y gastaban cuatro veces más que el turista común. Llegaron a plantear que ese turismo barato estaba agotándose y que eso afectaría nuestra competitividad frente a otros destinos turísticos.

Pero la crisis financiera mundial, que explota en el 2008, cambió muchos de estos paradigmas. Así, K Mart, Wallmart y otras cadenas barateras, pasaron de nuevo a dominar las ventas minoristas, obteniendo grandes beneficios y recuperándose de sus viejas perdidas.

Los hoteles de súper lujo comenzaron a tambalearse y el turismo caro se contrajo fuertemente. La gente comenzó a comprar carros más baratos y económicos, incluyendo los eléctricos o de gas natural. A partir del 2008, los grandes vehículos de 8 y 10 cilindros desaparecieron por arte de magia de las principales calles de las grandes ciudades norteamericanas.

La mayoría de los osados compradores de vivienda por encima de sus posibilidades, terminaron perdiendo sus propiedades y pasando a ser inquilinos de casas y apartamentos alquilados. Los bancos, por su parte ya no financian vivienda, salvo que el comprador disponga de al menos el 50% del valor de la propiedad. Aun así es difícil conseguir el financiamiento.

Los consumidores ahora buscan como compensar la caída de su ingreso real, comprando bienes y servicios más baratos. Pero también gastando menos.

Por ejemplo, Marbella, uno de los destinos turístico de mayor lujo y exclusividad en el mundo, está dando paso al turismo de sol y playa. Está masificando su oferta turística y ahora en vez de grandes yates en sus costas está usando plataformas flotantes para que los jóvenes y niños jueguen en las aguas del mediterráneo, perdiendo así su glamour tradicional.

Republica Dominicana, con todo y la crisis mundial que ha golpeado a la mayoría de las economías del mundo,  ha logrado mantener su turismo, más o menos estable, gracias al “todo incluido”. Lo importante es que ese todo incluido ha mejorado en muchos hoteles del Este, que se distinguen por su alta calidad y buen servicio.

Por esa razón, Puerto Plata tiene el potencial de volver a ser lo que fue en el pasado. Pero eso exige dos cosas: Que el gobierno invierta más recursos en infraestructura, como lo hace en Bávaro y Punta Cana y que los hoteles “todo incluido” mejoren la calidad del servicio.

Recuerdo que muchos establecimientos hoteleros de la zona norte cayeron a un nivel vergonzante, donde las comidas intoxicaban a casi todo los turistas, sin incluir la poca sanidad y el deterioro ambiental que reinaba en los alrededores. Buscaban compensar la caída en la ocupación, con reducciones de costos que aniquilaban toda posibilidad de recuperación, cayendo en un círculo vicioso que termina en el desastre.

En fin, las crisis hay que aprovecharla y los que saben cómo hacerlo obtiene grandes beneficios de ella. Así han hecho muchas cadenas minoristas en Estados Unidos  que estaban quebradas, miles de fabricantes de bienes de consumo duradero y muchos centros turísticos alrededor del mundo que han perdido su glamur. Lo importante es adaptarse a los tiempos y ciclos económicos porque también es verdad que volverán las épocas de las vacas gordas y de nuevo el glamour se impondrá.