Si allí no estamos también nosotros — añadió —, ésos te endilgan la república. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie (…) ¿Y qué ocurriría entonces? ¡Bah! Negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil, y luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado. (Giuseppe Tomasi di Lampedusa. El gatopardo.1980, p.20).

En la tradición política dominicana, mantenerse en el poder no se da al margen de la falta de escrúpulos o de lo truchimán, más bien a costa del deterioro institucional democrático representativo o de que se continúe reproduciendo su formalidad, en la que se cambie cierto funcionamiento para que todo siga igual. De ahí, la suspensión de las elecciones municipales este histórico  domingo 16 de febrero de 2020.  Los dispositivos tecnológicos con sus fallas no son los que fracasaron sino los sujetos cibernéticos, que, con estrategias políticas definidas, marcaron el fallo automatizado.

Por esta razón, la crisis poselectoral está planteada y el panorama dominicano se ahonda más en lo transido. En una sociedad transida, de precariedades sociales, se acaban de perder más de 14, mil millones de pesos, en la Primarias del 6 octubre 2019 y en las Municipales del 16 de febrero 2020. Ante la desconfianza generalizada, lo producente es la renuncia de la Junta Central Electoral (JCE) y todos los suplentes.

Miembros del pleno de la JCE: Rosario Graciano, Roberto Saladín, Julio César Castaños Guzmán, Carmen Imbert Brugal y Henry Mejía Oviedo

El discurso político en los procesos electorales dominicanos es de ideas cosméticas, que producen encantamiento en lo social, para cambiar lo que siempre permanece igual en el plano de la política neoliberal, que justifica una ideología de la meritocracia en lo virtual y lo real como proceso natural de la vida y no proceso histórico de desigualdad social. Vivimos en el inmovilismo democrático, con tendencia a sacudión en este 2020, pero sin una pitonisa que nos diga qué sucederá. La incertidumbre, lo perplejo y lo transido abundan en  el panorama dominicano.

En tal sentido, la negociación, el transfuguismo, mantenimiento de la corrupción o desplazamiento de un sector de la élite política,  sin producir cambios en  el esquema de acumulación de capital a través de la hipercorrupción estatal, entra el gatopardismo dominicano, como una filosofía de mantener la sociedad en lo transido, en el cambio de lo igual  e inalterable;  en las distracciones de maratones de elecciones excluye toda agenda de reforma política , económica y de salud,  que tenga como norte la inclusión de lo excluido de la modernización y el bienestar social.

El gatopardismo  tiene su clientela política, los que se van o los que se quedan  forman parte de esos enredos, los que han estado abajo, volverán a estar arriba para reproducir el orden de lo político- jurídico del cambio para seguir en lo igual.  En los maratones electorales dominicanos también se dan maratones de violencia, de muertos por pugnas no ideológicas,motivadas por  los  empleos, de los  que se pueden ir si  salen del poder y de los que quieren entrar y no aguantan más estar abajo, fuera del presupuesto nacional.

En la novela El gatopardo (1980), el príncipe Fabrizio, ante la decadencia y el final de su época (1860), tras el desembarco de Garibaldi, en Sicilia, llegó a decir:

Todo esto no tendría que durar, pero durará siempre. El siempre de los hombres, naturalmente, un siglo, dos siglos… Y luego será distinto, pero peor. Nosotros fuimos los Gatopardos, los Leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos y hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra. “disfraz. Éste era el país de las componendas”.  (Lampedusa,1980, p 102).

La tendencia de una parte de la sociedad dominicana que navega en las redes sociales, que viven re-adecuándose a la red, se adaptan a los cambios políticos, aunque sean superficiales, dejando a la intemperie, a los corruptos y sus maniobras políticas para el reciclaje gatopardista.  No hay una conciencia cívica en los dominicanos que les haga entender que no se trata de aprender a vivir en la reproducción de un cambio político que deja todo igual, sino en un proyecto alternativo que democratice la democracia social. La crisis social y política  está planteada, de aquí a las elecciones de mayo 2020.

Nota:  Este artículo es un fragmento  de mi ensayo “El gatopardismo dominicano”, el cual  formará parte de  mi nuevo libro: Los dominicanos enredados en las redes sociales (2020, en diagramación).