En los países de América Latina la democracia, la democracia representativa, es decir, la que da la voz a los ciudadanos con el voto, se ha ido abriendo camino a golpe de paciencia, de ingenio, y de martirio. El modelo a seguir siempre han sido las democracias tradicionales, la de Estados Unidos y las de Europa, que ya llevan largo recorrido en este asunto. A ellas nos queremos parecer y de ellas hemos tomado modelos constitucionales, leyes y ordenamientos. Así entramos en la modernidad y, sobre el papel al menos, nos homologamos a los demás.

Hoy, sin embargo más de uno se pregunta si las democracias occidentales, las consolidadas de los países europeos, están entrando en crisis, en crisis severa, y si siguen siendo el modelo a imitar. Al permitir que sea la tiranía del mercado y de las instituciones financieras la que marca la agenda política, y, lo que es peor, la que quita y pone gobiernos sin que los ciudadanos los legitimen en las urnas, las democracias europeas corren el riesgo de perder su esencia y su identidad.

Es lo que acaba de suceder con la crisis económica de Grecia e Italia, antes más había sucedido con Irlanda y Portugal y por ese camino, si algo no cambia pronto, va también España.  Papandreu, que llegó por las urnas a ser el Primer Ministros de los helenos ha tenido que dimitir al no conseguir apoyos para sus propuestas anticrisis. No olvidemos que todos en Europa miran a Grecia y la culpan de ser la causante de la catástrofe que se cierne sobre el viejo continente.

Sin elecciones, sin que los ciudadanos decidan en las urnas, un señor de nombre Papademus, que fue en su día vicepresidente del Banco central Europeo, pero que también fue uno de los responsables de que Grecia falseara sus datos económicos para entrar en Europa, datos que ahora han llevado al punto en que está Grecia y Europa toda, ha sido nombrado sucesor del legítimo Papandreu.

El caso de Italia, aunque Italia no es Grecia, es parecido. Berlusconi, para muchos un auténtico fantoche de la política italiana, que en los 17 años al frente del ejecutivo de esa antigua nación imperial ha acumulado un buen número de procesos judiciales de los que se ha librado gracias a unas leyes hechas vergonzosamente a su medida, ha dimitido de su cargo para alegría de muchos, de muchísimos italianos que veían en él un motivo de vergüenza nacional.

Por cierto, poco ha tardado este hombre controlador de masas a través de sus medios de comunicación, en seguir los pasos de su amigo libio Moamar Gadafi, aunque la suerte de ambos no ha sido la misma. Al caer Gadafi dijo con no poco cinismo Berlusconi: "sic transit gloria mundi", que en español se traduce por "así pasa la gloria del mundo". Este puede ser también su epitafio.

A Berlusconi le ha sucedido un tecnócrata que conoce bien los pasillos del gobierno europeo. Pero tampoco Mario Monti ha salido de las urnas, tampoco a él le han elegido los ciudadanos.

Puede que salidas como las de Papademus y Monti sean las más prudentes en estos momentos de crisis, pero no hay duda alguna de tienen poco que ver con las reglas de juego democráticas a las que Europa estaba acostumbrada y con las que ha venido funcionando hasta ahora.

Lo que sí se evidencia es que quien manda ahora en todos los lados son los mercados, ellos condicionan las agendas de los políticos, es a ellos y no a sus ciudadanos a quien los políticos dan cuenta.  Son ellos los que desde la sede central en Bruselas y de las agencias de calificación dictaminan las líneas de ajuste que cada país debe llevar a cabo independientemente de los programas de gobierno locales. Y esto no es democracia.

Me preocupa que, puestos a parecernos en todo a las llamadas democracias occidentales, las nuestras lleguen un día a ese mismo nivel de desencanto.