Desde hace tres o cuatro años la tensión en la frontera dominico / haitiana ha ido aumentando. Naturalmente, ha habido tensión en esa zona desde el siglo XVII, como consecuencia de las devastaciones ordenadas por el gobernador Antonio de Osorio en el 1605, pero, ahora adquieren ribetes más marcados; como si una mano poderosa nos arrastrara hacia un cataclismo y creara las condiciones anímicas para que ésto se produzca y aumenten las tensiones.
Más rechazo, más desconfianza, más menosprecio entre ambos Estados; expresión de xenofobia y racismo puro de la ultra derecha dominicana.
Los efectos de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional actúan y actuarán como un poderoso acelerador de las tensiones entre Haití y Dominicana al aplicarse, de forma y manera retrospectiva sus postulados en cuanto a la nacionalidad, aplicándolos como válidos desde el 1929 hasta la Constitución de 2010.
Esta monstruosidad o adefesio jurídico, es decir, el efecto retroactivo en la aplicación de la Ley o de una sentencia del T.C.; solo es posible por el viraje derechista, ultra conservador, que rige en el sector xenófobo y racista del Gobierno de la República Dominicana.
La obnubilación llega a grados tales que ni siquiera les importa, a los grupos ultraconservadores, las consecuencias nacionales e internacionales que esta aberración nos traerá.
Los xenófobos y racistas dominicanos siempre han propagado la superioridad militar frente a Haití.
La República Dominicana no está sola en el espacio tiempo. Está rodeada de otros Estados que, para que las relaciones transiten sobre aceite y no produzcan chispazos entre ellos, han creado normas que todos deben respetar. El principio de la no retroactividad de la Ley es de carácter universal. Violarlo es inaceptable para la buena convivencia entre vecinos.
Así como las decisiones del TC son de obediencia de todos los poderes del Estado y de los ciudadanos; cuando es éste el que viola las constituciones anteriores; el violador está obligado a enderezar el entuerto. De sabios es corregir. Persistir en el error es de idiotas o de tontos, o de malos dominicanos.
Nadie niega que los Estados tienen el derecho de organizarse como les convenga a sus nacionales. Si lo que se busca es encontrar la causa de la gran población haitiana en el País, que, por cierto, el último censo señala en menos de un millón, el T.C. no tiene sino que estudiar la historia dominicana después de la ocupación norteamericana de 1916 y la expansión de la industria azucarera.
En un brillante artículo, que no se lo publicaron, Hamlet Herman señala otros responsables de la abultada inmigración haitiana, no ilegal, porque estos inmigrantes venían contratados por el Estado dominicano o una de sus dependencias, y sus consecuencias: mano de obra barata para los ingenios azucareros, para los trabajos agrícolas en general y en el área de la construcción.
Actuando esta inmigración como un freno para las aspiraciones de los sindicatos obreros nacionales
Claro que debe reorganizarse la inmigración haitiana, y no solo la haitiana, todos los inmigrantes debes estar debidamente censado por las autoridades correspondientes. Lo que no se debe es mezclar la nacionalidad con la inmigración.
El Jus Soli otorgó la nacionalidad dominicana a cientos de miles que tuvieron el privilegio de nacer en esta tierra, desde la proclamación de la República en 1844, hasta la nueva constitución de 2010.
Nada ni nadie tiene derecho a irrespetar lo otorgado por las constituciones anteriores. Se legisla para el presente y el porvenir, no para el pasado.
El mismo derecho que buscan miles de mujeres dominicanas que van a los Estados Unidos o a Europa y dan a luz en esas latitudes para que así sus hijos adquieran, vía el jus soli, la nacionalidad de la tierra donde nacen.
Ninguna constitución es más importante que la otra. Todas reinan en armonía ante el principio de antes y después. Los que violan los derechos adquiridos por constituciones anteriores no tienen calidad moral para exigir respeto por la constitución vigente.
La tensión entre Dominicana y Haití es significativamente alta y peligrosa. Todo lo que tienda a aumentar esta tensión es negativo y anti dominicano. Así la posición de los ultra conservadores, xenófobos y anti haitianos tradicionales.
Esta alta tensión entre los dos Estados es el mejor caldo de cultivo para que ocurran actos de violencia en la zona fronteriza y de ahí se extiendan a otros lugares.
Los xenófobos y racistas dominicanos siempre han propagado la superioridad militar frente a Haití.
En su obnubilación no toman en cuenta que ellos, con su actitud, justifican el apoyo de las naciones poderosas que quieren resolver la pobreza haitiana a costa de los recursos dominicanos.
La comunidad internacional está censurando la arbitrariedad y el abuso cometido por el T.C. con su sentencia 168-13.
En un artículo que publiqué en Clave Digital, 6 de Diciembre de 2009, dije y lo repito ahora: “Si los que buscan la solución al problema haitiano proveen armas a elementos radicales puede producirse en la Frontera una conflagración de alcances no deseables”.
Para lograr la paz vendrían fuerzas interamericanas, quizá la OEA , y en el armisticio subsecuente podría perder la República Dominicana una o varias provincias.
El T.C. le arroja, con su sentencia 168-13, un baldón al gobierno de Danilo Medina! País y el presidente Danilo Medina no se merecen esa ofensa!