Empresarios agrícolas y lobistas de la explotación minera -extractiva-, acompañados del Ministro de Medioambiente, parecen no ver la diferencia entre lo que es un territorio isleño y un territorio continental, o los políticos, los planificadores del gobierno y el sector privado han hecho un pacto de silencio que incluye a organismos multilaterales, academias y medios, para colocar en el imaginario popular la idea de que vive en tierras continentales y que su destino es el “progreso”.
Sin embargo, en el mundo real, la Republica Dominicana está en un territorio insular de 76 mil 480 kilómetros cuadrados, de los que sólo ocupa un 74 por ciento, es decir, 48 mil 730 kilómetros, que son los únicos que aún conservan bosques, aunque debilitados, alterados y bajo la amenaza del cambio climático antropogénico; la otra parte, Haití, fue depredada por los franceses y por los norteamericanos, transformaron sus ecosistemas y como sistemas frágiles en extremo, no hay resiliencia, sólo quedó el pueblo haitiano, sin servicios ambientales, convertido en el más pobre de América.
Desde el poder, los políticos que se decían ¡la esperanza del pueblo dominicano! han pactado con la mentira, con la impunidad y con la posverdad para ser simpáticos al poder económico, adictos a la buena vida se han convertido en practicantes despiadados del antropocentrismo, separan su propia vida y la de todos de la ecuación “ecosistema”, o se colocan en el mismo centro de ella, de la naturaleza.
El silencio Estatal sobre las amenazas que trae el cambio climático para las islas y los anuncios alegres de los negocios con los lobistas que buscan la explotación minera y con los empresarios agrícolas que presionan su regreso a las montañas, pone de manifiesto o una crisis del pensamiento, de que creen verdaderamente que estamos en tierras continentales y no en una isla en proceso de colapsar, o que estamos viviendo un silencio pactado.