“Cada día el individuo está más manipulado por el autoritarismo, la sociedad de consumo y la búsqueda del placer, que los esclavizan”. Alain Touraine

Hoy más que nunca, el análisis del sistema electoral y de partidos, en República Dominicana, reviste una importancia trascendental, ya que estamos en presencia de un profundo deterioro de los partidos políticos y un gran déficit de participación y de representación.

Recordamos al Papa Juan XXIII, en su encíclica “Pacem in terra”, quien colocaba a la participación como: “el derecho a tomar parte activa y fecunda en la vida pública para contribuir al bien común”.

Creemos que si primariamente la democracia insistía en la necesidad de la igualdad, la libertad, la fraternidad, la solidaridad, y demás valores y principios, hoy por hoy, sin disminución de esa búsqueda, insiste en la necesidad de participación, de oportunidad de que cada persona sea el sujeto de su propia historia.

Tal como dijo el cantante: “El que pueda en esta sociedad buscarse sus cuartos que se los busque. El fin justifica los medios”. ¡Cuánta desfachatez!

Sin embargo, la gente no está en las decisiones, porque empieza no estando ni siquiera en los escalones previos a las decisiones, es decir, en la vida política misma, básicamente a través de partidos, por lo frustrante que resulta la falta de lealtad y valores de nuestra dirigencia.

Incluso no está en la información, mucho menos en el conocimiento.

El régimen político dominicano, representa cada día menos gente de la que debería representar para ser auténticamente democrático, quien decide es el “líder”, “lo que diga fulano, eso es lo que va”, o en el mejor de los casos, el Comité Político, la maquinaria; las bases solo son tomadas en cuentas para el día de las elecciones.

Las personas han sido vaciadas, construyéndose “la no conciencia de sí mismo”, la cual se manifiesta en su estilo de vida: en la forma en que se comporta en público y en privado, cómo piensa, habla, viste. Donde emerge el engaño, la mentira, el machismo, la deslealtad, el arribismo, la pantalla, la corrupción, la complicidad.

Esta falta de conciencia de sí mismo, lleva al dominicano a la “no conciencia social”, a no ser responsable de sus actos, a echarle la culpa al de afuera, como reflejo de la infancia del que se fue, del que lo abandonó. A no tener respeto por las normas, a que el “PARE” no signifique nada.

En esta no conciencia, se desarrollan mecanismos de supervivencia con expresiones tales como, “mi amigo del alma”, “mi hermano”, “mi enllave”, “mi pana full”, la mayor de las veces cuando necesita de un favor o quiere darse de bien relacionado. “¿Fulano? … ¡ese es mi compadre!”.

Igualmente, esconde sus irresponsabilidades, culpando a algún factor externo, donde el “excúseme de nuevo” es una expresión muy popular, hasta de un expresidente de la República, por eso se llega tarde, el tiempo del otro no es importante, “estaba lloviendo”, “me cogió un tapón”, “se pinchó una goma”, siempre hay una excusa para ocultar la no valoración. De aquí que cuando se está en el Poder la culpa es del gobierno anterior, del siguiente, de la oposición, de la sociedad civil que se mete en política, de los de afuera, de los envidiosos.

Y cuando se llega a una posición pública hay que hacerse rico rápido para no volver al barrio marginado del que salió, entendiendo que su designación no es como servidor público, sino para que “resuelva sus problemas y luego que salga, no lo califiquen con p”. Tal como dijo el cantante: “El que pueda en esta sociedad buscarse sus cuartos que se los busque. El fin justifica los medios”. ¡Cuánta desfachatez!

Recordamos la famosa frase del expresidente Joaquín Balaguer: “la corrupción se detiene en la puerta de mi despacho”, es decir, él nunca fue responsable de los actos de su gobierno, sino los que estaban afuera, los funcionarios corruptos que había designado, los empresarios que evadían impuestos, la sociedad en general.

Raras veces hemos visto a una personalidad dominicana asumir que se equivocó y estar dispuesto a enfrentar a la justicia por sus responsabilidades públicas, no, mejor se busca al mejor bufete de abogados, que estén pegados con el gobierno de turno y sean capaces bajo subterfugios y vericuetos jurídicos encontrar la salida para no tener sanción. “Ese tipo de delito no está tipificado en el Código Penal”, palabras de la actual Procuradora Fiscal del Distrito Nacional al archivar querella sobre corrupción.

Nos hemos convertido en una sociedad sin consecuencias y por consiguiente sin ejercicio responsable de ciudadanía. Somos tan marginales, que le tenemos pánico a la trasformación, generando expresiones tales como, “aquí no pasa nada”; “no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”; “solo si Dios mete sus manos esto se arreglará”. Las maneras más fáciles de mantenerse al margen.

De aquí que a manera de reflexión nos preguntamos:

¿El sistema político dominicano permite el “desarrollo humano, entendido como la realización plena de la libertad para escoger lo que verdaderamente hace feliz a las personas”, como afirma Amartya Sen, Premio Nobel de Economía?

¿Garantiza el sistema electoral la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las elecciones?

¿Cuáles son los fines fundamentales de la representación?

Es sólo, ¿la escogencia de quienes serán los conductores políticos del país?

¿Los ciudadanos escogen a la persona que debe discutir los asuntos públicos y tomar las decisiones políticas necesarias en razón de su capacidad?

¿Cuáles son los factores o elementos dentro del programa de cada candidato que realmente influyen para que éste sea escogido?

¿Cuál es precisamente la influencia decisiva en el momento de la escogencia?

¿Es el voto un acto realmente personal, directo, libre, consciente y responsable? ¿Qué le exijo a quien voté, luego de ser elegido?

Si se admite la escogencia de un hombre o una mujer, ésta significa también la escogencia de una idea, de un programa y un conjunto de soluciones, ¿cómo puede garantizarse la fidelidad del hombre o la mujer con ellos?

¿Cuál es el carácter de representación que tiene un legislador? ¿Es legislador “per se” y se debe a sus representados, o por el partido, o lo que diga el líder o el Comité Político?

¿La representación personal es totalmente inviolable o se trata de una representación hecha en función de un conjunto de ideas, de un programa, de promesas y postulados ofrecidos?

¿Es el partido una estructura de participación?

¿Posee un proceso abierto para la elección y renovación de las autoridades?

¿Posee un proceso abierto para la elaboración de las políticas y para el control de las mismas?

¿Existe respeto al pluralismo interno, pero sin caer en el exceso de constituir una suerte de federación de partidos?

¿Existe una intercomunicación partidaria, un diálogo interno de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba?

¿Existe una comunicación partidaria permanente con la sociedad civil?

¿Se fijan las líneas políticas por seguir y por qué razón?

En las manos de ustedes estarán las respuestas, sólo quiero recordar que, como decía mi ilustrado, humanista y querido profesor venezolano ido a destiempo, Don Arístides Calvani: “no hay sociedad cambiada sin hombres y mujeres cambiadas, ya que el cambio es de las estructuras mentales y de las materiales, concomitantemente”.

El reto es asumir la instauración de una democracia con participación consciente, activa, libre, responsable y eficaz, que permita el desarrollo humano, mediante la afirmación absoluta del sujeto y de sus derechos fundamentales, donde cada individuo ha decidido a defender sus derechos, y se procure un verdadero equilibrio y contrapesos de los poderes públicos.