La criptorquidia, del griego "kriptos" (escondido) y "orquis" (testículo), es un trastorno del desarrollo que consiste en el descenso incompleto de uno o ambos testículos a través del canal inguinal hacia su destino natural en la bolsa escrotal. No por ser un tema que atañe al hombre, deja de interesar a la mujer como madre y futura esposa.
En el desarrollo normal del varón, la gónada comienza a descender de su posición intra-abdominal hacia el escroto a la octava semana de vida fetal, para completar la migración a las 40 semanas normalmente. En esta primera fase desciende hasta el anillo inguinal interno a la duodécima semana, quedándose en esa ubicación hasta las semanas 26-28.
Es en la segunda fase cuando el testículo baja hacia el saco escrotal a nivel del tercer trimestre del embarazo, pudiéndose también realizar en los primeros meses después del parto, lo que está influenciado por los estrógenos.
La bolsa escrotal tiene como función mantener los órganos germinales separados del resto del abdomen, ya que son muy sensibles a la temperatura. Por esa razón la criptorquidia debe ser diagnosticada y resuelta lo antes posible, preferiblemente entre los 12 a 18 meses de edad. De no ser tratada, la anomalía podría conducir a degeneración testicular, esterilidad permanente y a un aumento en la posibilidad de desarrollar tumores testiculares a largo plazo. Entre estos se menciona al seminoma, de muy grave pronóstico.
Los que hemos sido criadores de perros y caballos, sabemos que el problema tiene implicaciones hereditarias, por lo que siempre se descartan para la reproducción los machos que la padecen.
Las estadísticas hablan de una incidencia de un 2% de los nacimientos en varones. Otros hablan de 3-4% de los nacidos a término y 30% de los prematuros. Hay que diferenciar la criptorquidia del testículo retráctil, el que espontáneamente descenderá a corto plazo. En el 80% de los casos el testículo no descendido se localiza en el conducto inguinal y sólo el 5% corresponde a ausencia de la gónada. Dos tercios de los casos se presentan en forma unilateral (monórquido), siendo el lado derecho el más frecuentemente afectado.
El diagnóstico es clínico y se basa en la exploración testicular. Hay que examinar al infante a los 15 días, 6 meses, al año y a los dos años. A los prematuros podría descenderle más allá del primer semestre. El ultrasonido, la angiografía con resonancia magnética y el eco-dopler son de ayuda.
La Asociación Americana de Pediatría recomienda la orquidopexia (que consiste en fijar el testículo a la bolsa escrotal por medios quirúrgicos) al año de edad, aduciendo que a partir de ese momento el órgano comienza a sufrir deterioro fuera de su localización natural. El uso de hormona gonadotropina coriónica (HGC) previo a la cirugía se ha mencionado como beneficioso, aunque para algunos sólo resulta eficaz en 20-30% de los casos.
Dada la importancia del problema y sus implicaciones futuras recomendamos el tratamiento definitivo a los seis meses de edad y siempre antes del año, para prevenir la atrofia testicular, los problemas de esterilidad y el cáncer de testículo.