Cada cierto tiempo se desarrollan acontecimientos con una carga disruptiva capaz de modificar el orden social, político o económico existente. Estos pueden ser sucesos muy llamativos, como la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique o la Segunda Guerra Mundial, o bien, hechos que relativamente han pasado desapercibidos en sus inicios, pero que luego manifiestan una incidencia creciente, como, por ejemplo, la invención de la imprenta, de la máquina de vapor, la electricidad, los antibióticos, las computadoras y los ordenadores personales, entre otros.

A lo largo de la historia se puede constatar una aceleración creciente de las dinámicas y tiempos de desarrollo de los acontecimientos humanos, así como de sus resultados y consecuencias, lo que es producto, entre otras cosas, de un mundo cada vez más tecnificado, globalizado e interconectado que va lubricando paulatinamente los tiempos que demoran los proceso.

En ese sentido, los efectos de la imprenta tomaron más tiempo en generalizarse que los de la electricidad y los de esta última en relación con los de la informática. Más recientemente hemos sido testigos de la rápida expansión e impacto de los teléfonos inteligentes en todo el mundo.   

En estos momentos contemplamos la irrupción de un fenómeno que indudablemente tendrá una gran incidencia global en el futuro cercano. Nos referimos al dinero virtual o electrónico representado por las llamadas criptomonedas, de las cuales el bitcoin es la más difundida. Asimismo, está adquiriendo una particular relevancia la tecnología de bases de datos Blockchain (Cadena de Bloques), que fue desarrollada para la puesta en operación del bitcoin, constituyendo ambas iniciativas un tándem monetario y tecnológico con grandes repercusiones a corto y mediano plazo.

Hay que destacar que la trascendencia de las criptomonedas es independiente de las burbujas especulativas, fluctuaciones, volatilidades y fraudes que actualmente arrojan dudas sobre su viabilidad.

Tanto el Bitcoin como las criptomonedas existentes podrían ser restringidas o eliminadas en un futuro cercano, cuestión muy improbable realmente, pero independientemente de que eso suceda o no, el dinero electrónico, más allá de cualquiera de sus denominaciones conocidas, llegó para quedarse entre nosotros.

Su implantación generalizada confrontará avances y retrocesos, pero, sin lugar a duda, se trata de un viaje sin retorno, salvo que alguna catástrofe humana o natural destruya gran parte de los cimientos de la civilización tal como la conocemos hoy en día.

Es importante entender que las monedas virtuales no son un as sacado de la manga por algún genio de la informática, sino un resultado lógico y natural del devenir histórico del dinero, el cual ha venido haciéndose cada vez más universal, intercambiable y abstracto.

Si hacemos una sinopsis sobre la evolución del dinero en el tiempo tenemos que remontarnos a los albores de la civilización cuando inició el intercambio voluntario de productos con la finalidad de suplir necesidades mutuas. Fue el surgimiento de eso que llamamos trueque, donde esos productos eran al mismo tiempo mercancías y medios de pago, constituyendo la forma más básica y concreta del dinero.

Luego se utilizaron como medios de pago bienes que gozaban de valoración intrínseca en las comunidades correspondientes, entre los que se encontraban la sal, la pimienta, el té, la cebada, el arroz, el cobre, la plata y el oro, siendo este el comienzo del llamado «dinero mercancía».

Esos bienes poseían parte de las funciones actuales del dinero, ya que operaban como medio de pago y gozaban de una aceptación generalizada. Además, servían también como medida del valor. Como ejemplo hipotético de esto último, un envase específico conteniendo grasa de cerdo “tenía un precio” y se podía adquirir en un momento dado por 30 granos de sal de tamaño medio.

Posteriormente las autoridades de determinados territorios acuñaron o fundieron monedas en metales escasos, “nobles” o “preciosos” (oro y plata), que tenían el valor correspondiente al peso aproximado del metal en cada una. 

El papel moneda tuvo su origen en Occidente en los recibos que se entregaban como comprobantes de los depósitos en oro que se hacían en bancos o se entregaban a cambistas reconocidos, los cuales empezaron a utilizarse en transacciones de compra y venta teniendo un valor equivalente al monto en oro depositado que representaban. Su aceptación creó un medio de pago sin valor intrínseco, inaugurando la dimensión abstracta del dinero, lo que abrió un gran campo de posibilidades al intercambio de bienes y servicios.

Más adelante instituciones estatales empezaron a imprimir papel moneda garantizado por reservas en oro, una relación llamada “patrón oro”, lo que significaba que cada billete estaba respaldado por el peso en oro correspondiente al monto de su denominación.

Luego, en el verano de 1944 en Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos), durante la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, se establecieron las reglas para el nuevo orden económico internacional, el cual descansaría en un sistema monetario basado en el dólar estadounidense y el patrón oro.

Por su parte, los Estados Unidos se comprometieron a mantener la onza de oro a 35 dólares y el intercambio sin límites ni restricciones entre dólares y oro.

La onza de oro mantuvo el valor acordado en los años subsecuentes, pudiendo los bancos centrales entregar dólares a la Reserva Federal de los Estados Unidos a cambio de su equivalente en oro.

Pero el 15 de agosto de 1971, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, anunció en un discurso televisado dirigido a su país y al resto del mundo que su nación no garantizaría temporalmente el respaldo en oro del dólar estadounidense, con lo que implícitamente otorgaba libertad a la Reserva Federal y a los bancos centrales de todo el mundo a imprimir dinero sin respaldo y a someterlos a las fluctuaciones de la oferta y la demanda. Acontecimiento que se conoce como el “Nixon Shock”.

Esta medida respondió a que algunos países, sobre todo Francia, estaban cambiando sus dólares por oro de la Reserva Federal, reduciéndolo progresivamente al tiempo que recogían dólares circulantes en el mundo, lo que atentaba contra el predominio de esa moneda en las transacciones internacionales.

Con ese hecho se dio nacimiento al dinero inorgánico o dinero fiduciario en el mundo moderno, el cual es creado en cada país por instituciones con esa responsabilidad. Es un dinero de aceptación universal en un determinado territorio, cuya confianza descansa en el hecho de ser reutilizable y en que generalmente lo establecen las autoridades como de uso obligatorio a partir de una ordenanza legal (dinero fiat).

El dinero fiduciario no cuenta con un metal ni un bien valioso de respaldo, lo que lo hace todavía más abstracto. Son dinero fiduciario todas las monedas conocidas actualmente: dólares estadounidenses, euros, yuan, libras esterlinas, yen, rublo, real brasileño, peso dominicano, entre otras.

Posteriormente surgieron las tarjetas de crédito y débito, también llamadas “dinero plástico”, aunque en realidad no son dinero, porque no son un medio sino una forma de pago, puesto que cuando se compra algo con ellas no se entregan, por ejemplo, cuarenta y cinco tarjetas de créditos como pago, sino que se utiliza un plástico que permite realizar operaciones electrónicas de débito y crédito entre las distintas cuentas involucradas, lo que hace menos tangible y concreto al dinero.

El escalón más reciente en la ruta que ha venido recorriendo el dinero desde lo concreto hacia lo abstracto, desde lo tangible a lo intangible, lo constituye el dinero virtual o electrónico.

Es cierto que actualmente se realizan muchas transacciones de compras, pagos y transferencias de forma electrónica, pero el dinero físico circula asiduamente y la gran cantidad de cajeros automáticos son clara evidencia de ello. Además, todavía las papeletas físicas continúan siendo el mayor símbolo del dinero en el imaginario de la gente, lo que no es poca cosa.

Una característica esencial del dinero virtual es la carencia absoluta de cualquier soporte físico. Inclusive, los cajeros bitcoin no despachan billetes de bitcoin, sino billete de monedas aceptadas por los lugareños de donde se encuentran.

Esos cajeros, además de servir para retiro, son máquinas de intercambio entre bitcoin y otras monedas o, si se quiere, equipos para transacciones electrónicas de compra y venta de bitcoin con dinero que reciben (compra de bitcoins) o pagan en el acto (venta de bitcoins) cargando un determinado “fee” ligado a gastos operacionales y niveles de riesgo.

Otra característica muy importante de las criptomonedas es que, hasta ahora, carecen de regulación monetaria y su utilización solo está regida por las condiciones que definen sus sistemas informáticos de operaciones encriptadas y complejos algoritmos matemáticos.

Al igual que el dinero fiduciario, casi todas las criptomonedas conocidas, con excepción del “petro” que tendrá petróleo venezolano por garante, no están respaldada por ningún activo de valor. Algunas tienen una institución, empresa o fundación responsable de las emisiones de nuevas unidades monetarias, del funcionamiento de su base informática y de la seguridad y confiabilidad de las transacciones. Pero otras, como el bitcoin, son anónimas, no tienen instancias responsables y circulan en sistemas de código abierto.

Las criptomonedas son más abstractas e intangibles que el dinero fiduciario, ya que un billete de este último es una unidad física que posee el valor intrínseco del papel y la impresión que contiene. Las criptomonedas, en cambio, sólo existen de forma virtual como parte de sistemas informáticos y tienen un valor tan indefinido e indeterminado como el de unas cuantas unidades de información electrónica.

Algunos acotan que el dinero tiene cuatro funciones básicas: medida de valor o unidad contable, instrumento de intercambio, medio de pago y reserva de riqueza. Las criptomonedas cumplen con las primeras tres funciones, pero al igual que el dinero fiduciario no cumple con la cuarta, ya que su valor de cambio y capacidad de pago están muy por encima de su valor intrínseco.

De ahí que, por ejemplo, si se prohibiese el bitcoin y este perdiese todo su valor de mercado, ¿cuánto valdría un pendrive que tuviese en memoria 10 millones de bitcoins? Sólo lo que cuesta ese pendrive. Y de forma similar, ¿cuánto valen dos toneladas de billetes de una moneda descontinuada? Si estos billetes no pueden venderse a coleccionistas de monedas antiguas, tendrían un valor negativo similar al que habría que pagar para deshacerse de ellos. 

Las criptomonedas cumplen con ser medidas de valor o unidades contables, ya que los bienes y servicios que pueden comprar tienen precios que se expresan en ellas. Es decir, un determinado producto cuesta tantos bitcoins o tantos ethereums o tantos XRP, etc.

Son tanto instrumentos de intercambio como medios de pago, porque se pueden utilizar para comprar los bienes y servicios que las aceptan, así como para ser intercambiadas por divisas u otros activos financieros. Al circular en Internet y tener una presencia global, las criptomonedas son, además, divisas que permiten operaciones comerciales internacionales.

Pero también son un activo de inversión de renta variable que se negocian en mercados financieros previamente existentes y en otros especializados que han emergido para ellas.

El ser un activo de inversión ha sido la condición más significativa de las criptomonedas hasta el momento y lo que mejor explica su atractivo y rápido crecimiento. Esta condición ha estado por encima de la de medio de pago, ya que la inmensa mayoría de sus adquisiciones se han realizado para invertir y hacer negocios (trade), mucho más que para adquirir con ellas bienes y servicios.

Si bien hay personas que han incursionado en el mundo de las criptomonedas para salir de los circuitos financieros tradicionales, por moda o por ser un medio con ciertas características favorables para el mercado negro y el lavado de dinero, la realidad es que su gran atractivo radica en la posibilidad de multiplicar dinero con una rapidez desconocida hasta el momento, debido a la gran volatilidad en que funciona ese “mercado”, precisamente y a pesar de los riesgos implícitos.

Junto a la expansión de las criptomonedas ha venido sucediendo un fenómeno que no por silente debe pasar desapercibido, que es la conversión de miles o millones de personas en traders, término que escucharemos con mucha frecuencia en el futuro.

Los traders son personas, empresas o instituciones que realizan operaciones de compra y venta de criptomonedas en plataformas para esos fines. Estos agentes pueden realizar operaciones desde cualquier lugar con conexión a Internet y por cualquier monto de dinero, desde un teléfono inteligente, una tableta, una laptop o una computadora personal.

A diferencia de los mercados de valores, la transacciones con criptomonedas no requieren de un bróker autorizado como intermediario, lo que ha facilitado y popularizado las operaciones de compra y venta de estos activos.

Esto ha sido muy atractivo, sobre todo para jóvenes interesados en generar buenos ingresos, hacerse ricos o ganarse la vida de forma flexible e independiente. También está creando una fuerte cultura financiera en personas que desconocían esos mercados y esos tipos de negocios.

Vinculado a lo anterior se han creado numerosas soluciones informáticas de inversión, análisis y tendencias de comportamiento del mercado, para fines de decisiones de compra y venta, así como un sinnúmero de otras opciones creativas relacionadas con ese mercado, las cuales están siendo desarrolladas por individuos o pequeñas empresas. Quienes están estimulados por el hecho de servir a un sector en expansión, descentralizado, desregularizado y donde muchas veces se opera con códigos abiertos. Además del atractivo de ser una especie de propiedad impersonal y colectiva, que funciona al margen de las instituciones financieras, políticas y regulatorias tradicionales.

Este nuevo modelo tiene sus defensores y detractores, muchos de ellos ingenuos, parciales, acérrimos y apasionados que parecen ignorar que toda obra humana siempre tendrá dos caras, pros y contras, la lucha permanente entre opuestos que caracteriza su manifestación. 

Pero esa danza entre contrarios que mueve y dinamiza todo lo que percibimos podría conllevar una mayor independencia y empoderamiento de la sociedad frente al estado y los poderes tradicionales, así como una mayor captura y colonización de sectores de la población que escalarán de consumidores a inversores, con un mayor grado de adopción interna de la lógica del Sistema como filosofía de vida, lo que implicará mayor individualismo, egoísmo y afán de obtener ventajas.

Para finalizar, es oportuno indicar que el uso generalizado de criptomonedas, o de una sola a nivel mundial, no será un recorrido fácil ni lineal debido a las grandes implicaciones que esto conlleva en temas esenciales como la deuda externa, el déficit fiscal, el déficit comercial, la conveniencia de tener una moneda nacional que al mismo tiempo sea una fuerte divisa internacional (dólar estadounidense, euro, yuan, libra esterlina, entre otros), así como por los grandes intereses que podrían verse afectados, principalmente los ligados al sector financiero.

Sin lugar a duda, en algún momento futuro el dinero virtual sustituirá al físico, pero en el trayecto hacia ese ineludible destino, las criptomonedas y algunas modalidades informáticas al estilo Blockchain modificarán el sistema financiero actual y tenderán a marcar la separación entre estado (poder) y sociedad, creando nuevas formas de participación y relacionamiento político, y produciendo en conjunto transformaciones que derivarán en un nuevo orden mundial.

En las dos entregas siguientes abordaremos el tema de los factores que podrían acelerar o detener el proceso de expansión de las criptomonedas y sus efectos en áreas de negocios existentes. Analizaremos las corrientes ideológicas contradictorias que apoyan las criptomonedas, las características generales y potencialidades técnicas y políticas del Blockchain, así como también algunas implicaciones de estas tecnologías en el entorno mundial y ofreceremos sugerencias generales para el país relacionadas con estos temas.