“En obediencia a tales complejidades, frente a poderes políticos y económicos incontrolables, los sistemas normativos locales afrontan la incapacidad de sus propias respuestas contingentes. Tratando de ajustarse a las velocidades que ordena el momento de la economía mundial, la arquitectura jurídica se vuelve laxa, cuando no porosa, para dejar pasar el flujo poderoso de una corriente que sobrepasa su capacidad operativa…”.  (Ricardo Nieves: Globalización y control social punitivo).

No podemos decir que estamos frente a un narcoestado, empero, contiene muchas de sus caracterizaciones. Hay, si se quiere, un auge del crimen organizado que es la expresión del tráfico de drogas, de personas, de asesinatos. En la sociedad dominicana como eje de la delincuencia, nos encontramos con una economía subterránea que constituye un fuerte componente de la economía global. Una economía subterránea (ilícita, vía el narcotráfico y la corrupción) que empujan un consumo de un país del primer mundo para esa casta desviada.

Narcotráfico y corrupción se alinean para desestructurar social e institucionalmente todo el cuerpo social dominicano. Hay una subcultura de la delincuencia (política y el narcotráfico) que se sobredimensiona sobre la cultura en que se asienta la sociedad dominicana, cimentada en gran medida en los valores del trabajo, la honestidad, la honradez y en el ejercicio de la confianza.

Sin embargo, como muy acertadamente señala Pelegrín Castillo “Aquí hay sectores que han convivido con el narcotráfico y con el crimen organizado, que entienden que sin esto la economía dominicana entraría en crisis”. Una hipótesis creciente es que el aumento de las remesas en los últimos 7 años, que ha sido de un 77%, tiene que ver con el aumento del narcotráfico y con ello, toda una red, toda una estructura mafiosa, que bosqueja una arquitectura organizacional para validar legalmente la conducta ilícita en el tramo de la legitimidad.

Las redes del narcotráfico, o una parte de ella, en su articulación societaria penetró más hondamente la estructura no solo policial, militar, sino tramos cercanos al poder político y, con ello, todas las posibilidades de los mecanismos del auge social, a través de formas de organización social que se incubaron en el tejido social como drama cierto de un control social difuso donde el tener, simbolizado en el consumo, es el estatus que lo determina todo.

El crimen organizado en la sociedad dominicana ha roto los mecanismos normales del control social, “las grietas del control social” estando a la vista, se contonean como pérfido alienado en el espejo de la imagen que trata de negar todo su pasado “yo no soy rico de mentira. Soy rico de verdad”. Esas grietas que han traído y configurado la banalización de las normas, dibuja un incierto y un descolorido del carácter al humillar al hombre serio.

La delincuencia política es el cultivo, la siembra, las semillas, la tierra arada, con los abonos, para el narcotráfico, para el crimen organizado. La delincuencia política destruye las instituciones, germen expedito de la criminalidad. De 30 países evaluados en el Índice de Orden y Seguridad, América Latina y el Caribe (2017-2018) en el Informe de Calidad Democrática, República Dominicana tuvo una puntuación de 0.61, siendo 1 la mejor escala, encontrándonos en el lugar 24.

La debilidad institucional, que trae consigo el poder personal y discrecional, acelera el crimen organizado. Es por ello que:

Según Latinobarómetro de agosto del 2018 nos dibujan el cuadro dantesco en que se ha venido incubando, anidando y desarrollando el crimen organizado. El crimen organizado no tiene éxito allí donde las instituciones juegan su papel, allí donde los hombres y mujeres que las dirigen asumen su rol de internalizarlas y coadyuvar con las normativas legitimadoras de un Estado de Derecho. La criminalidad encuentra su mayor cauce y fluidez en medio de una sociedad configurada en la anomia y el pánico moral.

Los mecanismos del control social, formal e informal en la sociedad dominicana no están prevaleciendo. El Estado que en la construcción de Thomas Hobbes significaba un poder que fuera más allá de los propios intereses de los individuos. Un verdadero contrato entre el Estado y el individuo cuya interactuación está determinada en lealtad y protección. El Estado no juega su rol en esta dimensión. Todo esto ha traído un verdadero debilitamiento pues el proceso de socialización lejos de internalizar las normas y valores, crean la fractura a través del miedo encontrándonos que la subcultura de la delincuencia, en todas sus dimensiones (raterismo, delito de cuello blanco, crimen organizado y delincuencia política), se sobredimensionan sobre la vida social. El Estado nuestro no tiene un control social, existe un orden social relativizado y jerarquizado, lo que desmembra y deslegitima la ley y la autoridad, lo que produce la actual crisis de confianza y la poca cohesión social que se verifica en nuestra sociedad.

En el proceso de criminalización debemos de auscultar cuales son los grupos sociales que convergen y gravitan en el escenario social, como se jerarquizan los individuos y cuales papeles abordan cada uno en el entramado societario que desarrollan en su arquitectura institucional. Como se bosqueja aquí el etiquetado, el marbete del criminal, cual es el grado de construcción y desconstrucción en las relaciones sociales que se dan. Esto nos permitirá evaluar el grado de firmeza social o de relajamiento social cual si fuera una noción laxa de la responsabilidad COLECTIVA-SOCIAL.

En un documento de CRIMJUST de UNODC, Interpol, Transparencia Internacional y Participación Ciudadana, Proyecto financiado por la Unión Europea, nos arrojan algunos datos:

  1. Durante el año 2015 las autoridades dominicanas informaron que incautaron 9,277 kilos de cocaína, en el 2016 se incrementó a 9,673 kilos de cocaína y en el 2017 fueron capturados 12,843 de cocaína.
  2. En la República Dominicana el 45.8% de la población encuestada por el Barómetro de las Américas 2016-2017 indicó la delincuencia y el crimen como el problema más grave del país.
  3. Según el Índice Global de Impunidad 2017, República Dominicana ocupa el lugar número 9 entre los países con impunidad media alta a nivel global.
  4. Conforme al índice de Percepción de la Corrupción 2018, República Dominicana tiene 30 puntos sobre 100. Ocupando el lugar 129 de los 180 países evaluados.
  5. Según el Índice de Democracia desarrollado por la unidad de inteligencia de la revista The Economist, la República Dominicana se encuentra en el puesto 61 del mundo y 13 de la Región con 6.54 de 10 puntos posibles. Esto implica que se encuentra más cerca de un régimen híbrido (0.64) que de una democracia plena (1.46).
  6. Conforme al Worldwide Governance Indicators 2017 del Banco Mundial, la República Dominicana tiene 46.99 puntos sobre 100 en Estado de derecho.

A los crímenes fundacionales que se dan al interior de la sociedad con la delincuencia empresarial como evasión, elusión, fraudes fiscales (60% de Impuestos sobre la Renta y 45% de ITBIS), crece cada día más el crimen organizado (tráfico de drogas), donde InSight Crime señala que entre 700 kilos a una tonelada de cocaína llega semanalmente a República Dominicana y que nosotros representamos el 10% de toda la droga que llega a Estados Unidos, según ese país. ¡Excelentes exportadores de un crimen de lesa humanidad! Se imbrican delincuencia común con el crimen organizado originando un debilitamiento en la democracia y con ello en la efectividad de una adecuada gobernanza.