Algunas veces sientes la seguridad de que la vida te lleva a los lugares que realmente debes ir. Si lo pones en perspectiva, aun en los lugares que has creído vivir malos momentos, obtuviste experiencias en las cuales ganaste algo. Sabiduría, buenos amigos, o simplemente conociste alguna verdad que oculta, buena o mala.

Hoy creíste estar en el lugar adecuado.

Te sorprendes de todo lo que un ser humano puede aprender en base a las experiencias vividas por otras personas, del testimonio de mejoría, de superación, en boca de alguien que ha vivido situaciones duras. El lugar era aquí, el charlista un ser humano, normal y corriente a simple vista, con la particularidad de haber logrado salir vivo del mundo del alcohol y de las drogas. Un adicto que hoy en día, como pocos, ejecuta un trabajo a favor de la adolescencia, contando su verdad en una dinámica e impactante charla que se mueve entre datos científicos y situaciones vividas.

Al escucharle, sientes que como madre estabas en precisamente en el lugar donde debía estar. El exacto momento, la silla adecuada. Comprendiste, que como ente social estabas llenando una casilla vacía de tu “checklist”. Aprendiste de los errores que cometieron los padres de ese hombre, de las reacciones de los jóvenes presentes, sus caras de sorpresa, como asumen el mundo y los sentiste muy cercanos. En ese momento eran también tus hijos. Creíste, que por haberlo escuchado te convertías en una mejor persona.

Lloraste. Identificándote con su dolor y el sufrimiento, también por su forma de transmitir un mensaje positivo en base al camino de negatividades que fue su vida. Le admiraste inmensamente, por su coraje. Por eso pensaste que estabas en el lugar adecuado, en el tiempo justo y preciso.

Suena tu teléfono, lo habías puesto en silencio para no interrumpir, no lo tomas.

Escribes y de vuelta recibes un mensaje, escandaloso, amargo, denigrante… Pero por suerte ya estabas llorando y conectas la amargura con el resto del universo. Te das cuenta que el mundo no está compuesto de ti, de tus experiencias, aunque ellas sean un gran apoyo en tu rol. En cualquier maldito rol que sea te toque.

Y por suerte el charlista estaba desarrollando una anécdota que tenía que ver con mierda.