Comentario a la investigación del Dr. Manuel M. Moquete titulada: Manolo, Caamaño y el Moreno: discurso y acción.

Centro mi atención en tres aspectos importantes: el plus de la obra, las creencias y las estrategias de los tres líderes en procura de la conquista del poder.

  1. El plus de la obra. Esta investigación tiene un valor político y de reconstrucción ideológica explícito e implícito de suma importancia para un proyecto de liderazgo revolucionario inspirado en los héroes dominicanos en estudio. Es innegable que el momento en que se comenta esta investigación, no es nada halagüeño para los liderazgos de izquierda, debido a factores internos y externos a ellos mismos, de los cuales son causantes; pero el tiempo dirá si es coyuntural y si volverán a brotar pujantes en la arena política. Como parte del valor añadido, en primer plano, el autor fue testigo y actor del programa revolucionario del Coronel Caamaño en su entrenamiento militar en Cuba y posterior preparación para su arribo a la Rep. Dominicana. En esa época eran jóvenes con edades muy cercanas entre ellos, excepto Manolo. Caamaño nació en el 1940; Manuel Matos, en el 1944 y el Moreno, en el 1943.

En segundo plano, Matos Moquete ha realizado una metamorfosis en su pensamiento político, lo cual le ha permitido desinfectarse de ese fardo ideológico dogmático y fanático hacia la figura de Fidel Castro y los héroes de la revolución de abril. Esta infección ideológica todavía pesa en buena parte de los discursos de los pupilos herederos del pensamiento de los héroes revolucionarios y que no les permite construir algo propio, que genere confianza y entusiasmo entre los dominicanos/as. No obstante, hay que reconocer que Caamaño, Manolo y el Moreno se han hecho cultura en algunos rincones de la dominicanidad.

La novela del autor –Dile a Dios a una época– publicada en el 2002, recrea el personaje de Quiterio, un antiguo veterano de las huestes revolucionarias que estaría dispuesto a adaptarse al cambio en la realidad política. Manuel Matos está, existencialmente, anclado en esta época del espectáculo de la política, de la construcción de las estrategias discursivas con la finalidad de encantamiento pueblo para ganar su adhesión, de la partidocracia clientelista que se aprovecha de la debilidad de la miseria y la pobreza extrema para alzarse con el poder. Son tiempos postmodernos de nihilismo en las propuestas y en la voluntad para solucionar los problemas, de mudanza, acarreo y transfuguismo político, donde las palabras -izquierda, centro derecha y derecha – se han convertido en ideologemas, para emplear una categoría de análisis del discurso utilizada por el autor en el estudio de la enunciación de los héroes revolucionarios.

2. ¿En que creían       estos líderes?

El credo de un líder político funciona como una guía ideológica que lo determina en la acción en procura del poder y en la gestión desde el Estado en cualquier régimen político. Las cabezas de estos líderes y buena parte de la juventud de la época estaban pobladas de imágenes de un credo común que funcionaba como fortaleza y a la vez como debilidad en la que recobraba sentido   la vida. Amín Abel, víctima del despotismo ilustrado del gobierno de la época, expresó este sentir común: El fidelismo o catrismo se apoderó como una fiebre de nosotros, los jóvenes de Latinoamérica. Quien más, quien menos, soñaba con ser comandante guerrillero, derrocar dictadores y bajar triunfante de las heroicas y escarpadas montañas (América en busca de su camino, Cemifor, 1972). El héroe –al estilo nietszcheano- bajará de la montaña, lugar mágico y simbólico de sentido, a combatir al enemigo poderoso y guiar al pueblo hacia su redención: el paraíso terrenal.

Algunos credos comunes que se pueden espigar de la investigación:

  • la redención de la nación y ellos como protagonistas salvadores,
  • el sacrificio por la patria hasta llegar al martirio,
  • destronar al imperialismo americano, los remantes del trujillismo( Joaquín Balaguer) y dar apertura a la democracia.
  • adoración a Fidel Castro y al Che Guevara como ídolos de inspiración: Sumos Pontífices de los  revolucionarios, los arquetipos chamánicos.
  • el maniqueísmo político, legado de la doctrina marxista.
  • ser un referente ético en la política: la honestidad.

 

Llamo la atención sobre el credo de Manolo y su formación religiosa, heredera de una familia tradicional. Estaba inspirado en la Doctrina Social de la Iglesia Católica de la época, la cual aportaba unos elementos novedosos por los cambios revolucionarios que se estaban gestando en el interior de la Iglesia y que sería el caldo de cultivo de la Teología de la Liberación en Latinoamérica. Poco antes de su fusilamiento (1963) se agitaban vientos renovadores con la celebración del Concilio Vaticano II.

3. ¿Cuáles fueron las estrategias para conquistar el poder?

  • La lucha armada desde las montañas dominicanas con un fin programático: derrocar al gobierno de Joaquín Balaguer o al imperialismo norteamericano. La historia política nos enseña que solo el poder destruye al otro poder. Entonces me pregunto ¿Qué poder fáctico tenía estos líderes para enfrentar casi a mano pelá a un poder tan grande como los Estados Unidos en tierra dominicana? ¿Dónde estaría la artillería militar cubana, rusa o de los aliados para derrocar a un Joaquín Balaguer empoderado en el Estado, un enemigo sagaz, guiado por las estrategias de Octavio Augusto, César Borgia, el Príncipe de Maquiavelo o Napoleón? Más que eso: Balaguer era un líder prudente, sagaz y conocedor de la psicología del dominicano.

En cualquier lucha por el poder político, el conocimiento del enemigo -sus fortalezas y debilidades, así como lo que se tiene para medir fuerza – son factores a tomar muy en cuenta antes de iniciar una guerra tal como lo aconseja Sun Tzu en su libro del Arte de la Guerra. Le faltó estrategia a estos héroes y bajar el sentido martiriológico de su existencia. Por eso, la derrota fue inminente. En el devenir político, los nuevos liderazgos que quieran llamarse de izquierda tienen que adaptarse a los cambios en la evolución de la democracia, examinar su historial político y sus posibilidades. Los liderazgos de derecha tienden a ser más calculadores y realistas. Examinan su situación y no se quedan atrapados en idealismos. Por eso tienen más éxitos que los revolucionarios.

  • Ataques personales al que detenta el poder y no tanto a lo que representan y a sus acciones represivas. Maximiliano, el Moreno, dirigió todos sus cañones contra la persona de Joaquín Balaguer en sus discursos. Esta estrategia discursiva no logró dividir al enemigo, sino fortalecerlo. Pagó con su vida tal decisión y la dispersión del movimiento revolucionario. Además, hay sectores políticos de derecha que se unen por miedo para protegerse y son leales para lograr la derrota del enemigo. Algunos políticos en campañas actuales, guiados por este paradigma, atacan al presidente en su persona. No provocan impacto positivo, sino una imagen de alguien conflictivo y sin tacto político.

Es paradójico en ese tenor, lo que ocurre a veces con la condición humana de los que profesan lealtades a los líderes revolucionarios y no revolucionarios; suelen dejarlo solo si pretenden cambios estructurales significativos. Muchos se pasan para el bando contrario y hasta lo combaten de forma feroz. En 1994, por ejemplo, el profesor universitario revolucionario Narciso González, enfrentó a Balaguer en 1994 con la publicación de un artículo en revista Muralla, en la que sostenía que Balaguer era lo más perverso que había surgido en el continente americano en toda su historia. Ese pronunciamiento fue motivo de su desaparición. Sectores importantes de su credo político se quedaron de brazos cruzados y todavía no se ha hecho justicia, dos décadas después.

-Radicalismo ético- político: se guiaron por el idealismo duartiano. Quizás pasaron por alto, que en la lucha por el poder, las personas suelen guiarse más por su egoísmo, sacrificando sus principios y no tanto por el altruismo. Demasiado altruismo asusta a los que quieren ascensos en el poder dentro de sus propias filas y de posibles seguidores. En la fila de los trinitarios, hubo seguidores que asumieron el proyecto de Santana y lo recibieron con júbilo cuando dio el golpe de Estado en el mes de julio de 1844. El Juramento de los Trinitarios quedó como una oración patriótica y argumento para justificar, no solo para justificar acciones buenas, sino más bien para actos vandálicos; de igual modo ha quedado el legado revolucionario: un motivo solamente para hacer ofrendas florales y actos conmemorativos. Con razón, Pepe Mujica, ex- guerrillero y ex-presidente de Uruguay afirmó en una entrevista en el mes junio de este año: Los políticos   me admiran, pero no me   imitan.

En definitiva saludo con beneplácito esta investigación del Dr. Manuel Matos, por el acucioso trabajo de recuperación y reconstrucción de estos líderes revolucionarios. Dejan – estos héroes- un legado inspirador para los jóvenes que desean incursionar en la política: la valentía, el bien de la patria y la orientación ética de la política. Toca al nuevo liderazgo hacer la simbiosis con sapiencia y arrojo para entroncar con la nueva juventud desencantada por todo lo visto y oído en la sociedad civil y política.