Al iniciar un nuevo año, la generalidad de la gente hace planes de todo tipo. Muchas veces, una larga lista que llega sin estrenar al 31 de diciembre cuando concluye el año, y es que, a la mitad del mes de enero, muchas veces ya esos planes van bajando de intensidad. ¿De qué sirve la planificación entonces?
Sin embargo, “nunca es tarde si dicha es buena”, reza el refrán; siempre hay oportunidad de hacer las cosas diferente. Por ello, es un buen momento para hacer planes, sembrar nuevas y buenas semillas en el terreno de nuestras vidas.
Desde el 21 de diciembre hasta el 21 de marzo casi todos los países, en sentido general viven la estación de invierno, claro, algunos con la estación profundamente marcada, otros con menos presencia, pero aun así se siente una época diferente. El invierno es una estación que metafóricamente invita a la contención, guardar y calentar para luego en la primavera ver brotar. Así, en los países donde se marcan de forma radical los cambios de las estaciones vemos como los árboles florecen y se renueva toda la naturaleza con un nuevo colorido.
Por tanto, este es un buen momento para ir gestando o creando lo que quiero que sea mi año 2017.
Creer que tengo en las manos una oportunidad hermosa para tener un buen año. Desde ahí planificar las metas que quiero proponerme alcanzar. También confiado en que tendré las condiciones para desarrollar el plan de vida.
Crear las condiciones que me permitan cuidar el plan, poner voluntad, disciplina y deseo para cultivar los sueños propuestos.
Sembrar solo y exclusivamente lo que quiero cosechar. Si quiero mango siembro mango, es decir, me hago consciente que mis pensamientos, acciones y emociones son semillas y tierra a la vez, y dependiendo de lo que creo y de lo que siembro, esa será mi cosecha.
Una vez plantado mis semillas de pensamientos, metas y deseos reviso mi tierra constantemente, es decir, cuido las acciones y actitudes que conducen a la consecución de lo planificado.
Creer en las capacidades propias, crear el mundo personal que sueño y deseo. Sembrar las semillas, es decir, las metas que quiero y puedo cosechar. Por tanto, recoger y celebrar lo conquistado.
En ese sentido, es saludable aprovechar el inicio de año, la estación de invierno y los buenos deseos para plasmar la planificación del proyecto de vida, a través de metas a corto, mediano y largo plazo que sean alcanzables y que favorezcan las diferentes dimensiones de la vida.
Cosechar es un resultado esperado cuando se ha hecho un buen trabajo, cuando se ha puesto dedicación, entusiasmo y esfuerzo en los procesos iniciados. Recoger los frutos y celebrar promueve la felicidad.
De modo que, aprovechar los 300 y tantos días que le restan al año para armar aquel plan que quiero desarrollar en el año para lograr sueños, deseos o metas es de vital importancia.
Solo se llega al final del camino habiendo dado antes, un primer paso. Iniciar el camino da cierta garantía el recorrido y probable final feliz. Sabiendo que como dijo Facundo Cabral en uno de sus varios documentales, “ser feliz no es una opción, es una obligación”. Y es que cuando la persona es feliz asegura la felicidad de los demás.
Creer, crear, sembrar y cosechar son acciones que conllevan de esfuerzo, esmero, dedicación y disciplina para iniciar, continuar y culminar un proyecto, sin embargo, proyectar la vida es una de las mejores empresas que podemos realizar, pues de esa forma la vida se vive de manera más consciente y con mayor plenitud.