El premio Nobel Paul Romer –citado por Valdez Albizu en su discurso de este mes– abandonó el Banco Mundial del que fue economista jefe desde 2006 a 2020, movido por su denuncia de la manipulación de cifras del BM con relación al clima de inversiones en Chile.
Las palabras del Nobel que incluyó en su discurso el gobernador del Banco Central han sido las siguientes: “la mejor forma para impulsar el crecimiento económico sostenido es a través de la innovación tecnológica, sustentada en la generación de nuevas ideas, en la investigación y en un capital humano más capacitado”.
Existe aquí este mencionado arsenal de estrategias para la economía?
Desde su postura de alto compromiso, Valdez Albizu se ha demostrado como un Cid Campeador que ha mantenido la inflación en control durante todos estos años. De acuerdo a algunos fans, el gobernador del Banco Central es uno de los mejores funcionarios que hemos tenido en la historia democrática del país.
El gobernador ha declarado hace días que la economía dominicana ha crecido en 4.9%, con una inflación acumulada de 1.52%. A saber: Construcción (10.9%), Zonas Francas (12.0%), Comercio (8.9%), Salud (8.7%), Comunicaciones (8.0%), Servicios Financieros (7.7%), Agropecuario (6.9%), Transporte y Almacenamiento (6.7%), Manufactura Local (6.3%), Energía y Agua (6.1%), Hoteles, Bares y Restaurantes (5.4%), entre otras.
La “alquimia económica” de este supuesto “milagro dominicano” es lo que mueve al presidente a hablar en Bayahibe –en el Encuentro Nacional de Líderes del Sector Agropecuario–, del mejor modelo: crecimiento con estabilidad de precios. De acuerdo a la información manejada por Efe, la inflación anualizada medida desde agosto de 2017 hasta agosto 2018, el ente emisor dijo que se situó en 3,87%, “ligeramente por debajo del rango meta establecido en el Programa Monetario de 4% (± 1,0 %)”.
Por otro lado, en Santo Domingo los debates se dan en torno a propuestas, y al parecer eso se le deja a gente creativa, esos que trabajan en publicitarias o en alguna oficina de alguna organización de “patrióticos motivos”. Las comisiones de debate en el Congreso se abandonan a un nebuloso océano de pocas contradicciones y “grandes consensos”. Algunos opinan que la oposición no se opone a nada y mantiene un mutismo que evidencia la falta de lectura de El príncipe de Maquiavelo y una dramática falta de dominio de un arte muy sencillo: la rueda de prensa o el tablazo espectacular en declaraciones que muevan a la gente a tener un chin de fe y no marchar de su país a tierras extranjeras.
En el aclamado lugar donde se dan citas funcionarios y no funcionarios, el bebedor del bar –sin saber las palabras de Robert Kennedy y su opinión sobre el PIB como testigo del bienestar material pero que deja de lado realizaciones de otros asuntos humanos– dice que esto es una “chulería” para el que está conectado con la clase política: unos pocos.
El Producto Interno Bruto (PIB) está controlado como se controlan los bueyes en una finca, decía con el trago en una mano.
Pero si eso no se controla, sino que es un indicador, terminó indicándole uno de sus amigos: sí, pero estas políticas –sostenía– permiten que crezca como espuma de cerveza.
Con un evidente interés en citar un ejemplo que fuera manejable desde la crítica globalizadora a la que es proclive, decía que en Singapur han hecho todo de manera nada abismal. En un escenario de efectivas reformas acumuladas, el país asiático ha podido trabajar con un sistema que no está alejado de la mejor de las lógicas: la inversión ha sido abierta y permanente. Dice Francis Fukuyama que nadie quiere invertir en un país donde no existe el imperio de la ley.
Por su lado, las calificadoras de riesgo –verbi gratia, Moody’s– tienen ese conocimiento estadístico de riesgo y perspectiva que les permite recomendar a inversionistas que no se metan en este o en otro país, un asunto de rentabilidad para capitales de alta movilidad en el escenario económico internacional.
Otros creen que la continuidad permitiría que las cosas se mantengan en el denunciado equilibrio. Es lo que mueve a muchos a hablar de permanencia y eternidad en sus cargos. Así, las pruebas estadísticas de nuestro crecimiento se mantienen como punta de lanza para la perpetuidad electoral y la propaganda política, lo que –según el señor de los quevedos ahumados– resultaría mejor que arriesgarse a intentar otro tipo de fórmula. De acuerdo a esta nefasta teoría, los cambios no son necesarios: por qué cambiar de caballo cuando queremos cruzar el río?
Sin interpretar los números publicados desde el oficialismo por un momento más, el hombre finalmente dijo: sírvame otra copa. Tenía un reloj tan refulgente como una hipótesis de Simon Kutnets, el creador del PIB, premio nobel de 1971, autor de Modern Economic Growth: Rate, Structure, and Spread, entre otras obras.