El pueblo chileno sorprendió a todo el mundo, incluyendo a sus propias autoridades, al sostener por más de un mes protestas multitudinarias contra la enorme desigualdad social, y las pensiones insignificantes, luego de 40 años de una política económica neoliberal.
A mí también me sorprendió, pues dos semanas antes del estallido estuve en Chile y junto a mi amigo Enrique Ureta, visitamos todas las librerías buscando publicaciones sobre el sistema chileno de pensiones para un libro que estoy terminando sobre el tema. Uno de las principales exigencias es elevar las pensiones y eliminar las AFP.
De acuerdo a los entendidos, el sistema comenzó bien, pero desde mediados de los 90 las AFP lograron cambios para su beneficioso que son lesivos para los trabajadores: 1) una mayor flexibilidad en el desempeño de las AFP; 2) un traspaso progresivo del riesgo de las malas inversiones a los afiliados; y 3) la disminución significativa de la garantía de rentabilidad. Resultado: altas comisiones y bajas pensiones.
En el 2016, el informe de la Comisión Bravo, concluyó que “el 50% de los pensionados recibe pensiones que, como máximo, equivalen al 34% de su salario promedio de los últimos diez años. Las tasas de reemplazo proyectadas para los años 2025 y 2035 llegarían a un promedio de 39%, y para el 50% de los pensionados no superarían el 37%, con diferencias significativamente entre los hombres y mujeres”.
De acuerdo a la Fundación Sol, a diciembre de 2018, en el tramo de aquellas personas que cotizaron entre 30 y 35 años, el 50 % recibió una pensión menor a $296.332, valor levemente superior al Salario Mínimo de fines de 2018, pero inferior al Salario Mínimo actual. Para compensar esta situación el Estado entrega un Aporte Previsional Solidario (APS).
Cuando pedía libros sobre el sistema de pensiones nadie me entendía, hasta que Enrique me explicó que en Chile no se habla del sistema de pensiones, sino del “sistema de las AFP”. En ese país, la privatización ha llegado tan lejos que hasta el suministro de agua está en manos privadas.
Similitudes entre Chile y República Dominicana
A pesar del “milagro” chileno, las desigualdades se han exacerbado tanto que, de manera espontánea y sin dirección, la gente decidió poner fin a este estado de cosas tan injusto e inhumano. Han concentrado a 1.2 millones de chilenos en el centro de Santiago, demandando cambios radicales contra las injusticias, las distorsiones y las desigualdades sociales.
Chile es el décimo país del mundo con la mayor concentración del ingreso, donde el 1% de los más ricos posee el 30% de la riqueza social, mientras el 50% más pobre apenas recibe el 2%. Las familias de clase media tienen que endeudarse para pagar el elevado costo de la educación y los servicios médicos, mientras las minorías disfrutan de privilegios irritantes.
La situación chilena debiera servirnos de ejemplo. Aquí también tenemos un alto crecimiento económico, una creciente concentración del ingreso y una gran desigualdad social fomentada por el propio Estado. Las comisiones de las AFP son muy altas, se pronostican pensiones muy bajas, y también crecen las protestas y demandas por una mayor justicia y equidad.
Ante el crecimiento de las protestas y las movilizaciones masivas, las autoridades chilenas tendrán que reducir las comisiones de las AFP y fortalecer el componente de solidaridad social, resultados que sin dudas se replicarán en América Latina. El Presidente Medina y los legisladores tienen la oportunidad de aprovechar la experiencia chilena y ahora reducir las comisiones de las AFP, antes de que sea demasiado tarde.