Politólogos de varias naciones del mundo alertan sobre el regreso del populismo, analizándolo como el fenómeno de moda de la actualidad. Mientras que paralelamente a esto, surgen diversos grupos que buscan contrarrestar la demagogia característica de ese modelo de hacer política.

En Europa, contra el dictador bielorruso Alexander Lukashenko los ciudadanos encontraron una inusual forma de oposición al régimen mediante el lanzamiento de osos de peluche. Alexander Lukashenco se autodenomina “el último dictador de Europa”, siendo la reminiscencia de la antigua república soviética ocupando el cargo desde el 20 de julio del 1994. Y gobernando por los últimos 27 años.

Pero con el despertar que experimentan los países a nivel global especialmente por el efecto de las redes sociales; los bielorrusos está pidiendo un cambio de mando y la salida inmediata del país de Lukashenco. Es esa misma generación, cuyo nivel de conciencia colectiva está demando que se produzcan una transición democrática para sacar de la esfera política a Lukashenko y a su grupo de malhechores.

Los manifestante, encontraron una manera muy creativa de sacar al dictador al menos de sus cabales. Contrataron los servicios profesionales de la compañía de software PandaDoc para lanzar osos de peluche en Minsk, capital de la nación. El revuelo de esta simple, pero eficaz protesta, radica en la singularidad de la campaña publicitaria que busca alertar a la comunidad internacional del agotamiento de un gobierno déspota y autoritario.

Mediante esa sublime representación de ternura que refleja todo lo opuesto al represivo régimen, los manifestantes enviaron un mensaje sobre las acusaciones de violación a los derechos humanos, torturas, represión política y a la prensa. Logrando hacer resistencia a la línea dictatorial de Lukashenko.

Los protestantes desean que esta nación de Europa Oriental se encamine sobre los rieles del desarrollo. En la actualidad, y en medio de una creciente incertidumbre por el aumento de alas radicales alrededor del mundo, las protestas siguen siendo un mecanismo de denuncia de las atrocidades de un régimen.

En el caso de Bielorrusia, ese tipo de desahogo se transformó rápidamente en persecución política, encarcelamientos masivos, característicos de este tipo de gobierno en contra de la empresa y todo funcionario que permitió la entrada al espacio aéreo bielorruso.

Pero esa actitud que busca desarticular las atrocidades del juego autoritario del dictador, no va a cercenar el estado de derecho que conducirá a los bielorrusos a producir el cambio de esa administración por un gobierno elegido democráticamente.

Tanto los manifestantes como la comunidad internacional, han visto emerger durante los últimos 27 años a una abominable figura que promete confrontar con “dureza” a sus detractores, que cuyo acenso al poder ha dado muestras de violación constante al estado de derecho.

Pero mientras occidente intenta aislarlo económicamente por medio de sanciones, Rusia busca integrarlo a la Unión Euroasiática y America Latina lo refuerza con el establecimiento de embajadas en países como Argentina, Brasil, Cuba, Ecuador, Venezuela y Colombia.

Esta excepcional protesta de lanzar osos de peluche busca mostrarle al mundo que los mecanismos tradicionales de hacer oposición no siempre son eficaces o posibles, como por ejemplo tomar las armas, pero sí hay otras formas de no quedarse callado.

Los bielorrusos siguen dando muestra de que en las protesta se pueden buscar acciones para perseguir impetuosamente una queja o inconformidad siendo creativos y que la avenida principal que incentive dichos cambios sea productiva, organizada para proteger la vida de los manifestantes.