Desde el 19 de marzo en la República Dominicana todavía no superamos los efectos de la pandemia del COVID-19 o CORONAVIRUS, recordamos el llamado del Presidente de la República a quedarnos en casa, las actividades comerciales no esenciales suspendidas e inclusive limitación de tránsito. Esta realidad se vivió en varios países, sin embargo, cada uno utilizo su mejor estrategia para hacerle frente a esta situación desconocida.
En sentido general, la crisis sanitaria hace necesario la declaratoria de emergencia y/ o estado de alarma con el fin de contener la Pandemia. Nuestra Carta Magna prevé al respecto en sus artículos 262 y siguientes los estados de excepción, los define y dispone reglas muy precisas, cito el numeral 7 del artículo 266, referente a la duración: Tan pronto como hayan cesado las causas que dieron lugar al estado de excepción, el Poder Ejecutivo declarará su levantamiento. El Congreso Nacional, habiendo cesado las causas que dieron lugar al estado de excepción, dispondrá su levantamiento si el Poder Ejecutivo se negare a ello.
Conformen pasa el tiempo, impero flexibilizar las medidas tomadas por el gobierno, a lo que el Presidente de la Republica en su discurso del 19 de mayo llamo – La covidianidad-, anunciando con este término la forma en la que nos estaríamos integrando al nuevo modo de vida.
Sin embargo, aún estamos inmersos en un estado de emergencia, con el supuesto fin de que permanezca el toque de queda y con ello evitar la propagación del virus. Llama la atención el comportamiento de los casos cada vez que esta por vencer este control conferido al Ejecutivo, que no solo se limita a regular la libertad, sino que además le atribuye en condiciones de urgencia disponer del presupuesto y destinarlo a mitigar la calamidad. El día 08 del mes en curso se solicitó al congreso un nuevo estado de emergencia, lo expreso de este modo porque la Constitución como norma suprema no contempla prorrogas, si verificamos los boletines emitido por el ministerio de salud observamos lo que sigue:
Me niego a pensar que las autoridades utilicen este escenario para jugar con la estabilidad emocional de un pueblo a propósito de que este 05 de julio 2020, celebraremos elecciones congresionales y presidenciales.
Destacar que la Organización de las Naciones Unidas insto a los Estados evitar la extralimitación de las medidas de emergencia declaradas para frenar la propagación de la pandemia. Esto, tomando como referencia que varios países alrededor del mundo han decretado estados de emergencia, calamidad, toque de queda por el COVID-19, que implica la restricción de derechos constitucionales. (ver publicación en laprensa.com, el diario de los Nicaraguenses)
Nuestra realidad es que el 17 de junio el Ministro de la Presidencia forzando un pánico inexistente, alarma a la población y pone de manifiesto la incapacidad del gobierno para resolver esta crisis sanitaria, por lo que estamos llamados a reforzar la democracia, recordar su etimología del griego KRATOS (PODER) y DEMOS (PUEBLO).
En mi opinión, debemos imitar modelos que en medio de la pandemia han salido fortalecidos, como es el caso de Corea del Sur que no solo fue uno de los primeros países en controlar el brote con pruebas masivas y seguimiento tecnológico para aislar rápidamente a aquellos en contacto positivo donde, además, el distanciamiento fue una medida de salud pública y no una orden de Estado. Un país que celebro elecciones legislativas el 15 de abril en medio de estrictas medidas sanitarias, cuentan que más de un 65% de la población acudió a expresarse y según la comisión electoral la más alta de la historia democrática. Este proceso incluyo 13 mil personas que estaban en cuarentena a quienes se les reservo un horario especial tras el cierre de urnas y a los positivos al virus se les permitió enviar su voto por correo o utilizando cabinas especiales.
Aunque todo parece estar mal o colapsar y nos pretendan embriagar de temor, la acción cura el miedo y el 5 de julio debemos recuperar la credibilidad y confianza en nuestros representantes, apostar a la mejor opción que personifique el bienestar de la mayoría, votar en covidianidad, tomando las medidas de protección, pero conscientes de que una abstención a nuestro deber representa una condena de 4 años.