El eximio maestro Antonio Zaglul acuñó la teoría del «gancho» entre los dominicanos, o sea la suspicacias o sospecha ante cualquier medida o actitud que no se vea clara a simple vista. Esa conducta se deriva de más de 50 años en la historia de conculcación de las libertades públicas en los regímenes de Trujillo, y de modo parcial en el Triunvirato y el balaguerato. A pesar de todo, con estos antecedentes los recelos tienen su justificación y han alcanzado algún grado de categoría histórica.

Los regímenes surgidos bajo el pleno amparo de las libertad de opinión deben entender esos temores legítimos y no actuar como si la población estuviera constituida por borregos. Por eso, reiteramos fue desafortunado el anunció del llamado Gabinete de salud al salir de repente indicando que de inmediato la población tenía que someterse a una tercera dosis de vacunación, sin explicar con motivos convincentes, las motivaciones concretas que los llevaron a asumir esas posiciones. Soslayaron que ya no estamos en aquellos tiempos que solo se debía cumplir órdenes.

Como corolario de lo anterior se puede etiquetar la rueda de prensa gubernamental para definir el quehacer de manera definitiva. En esta oportunidad las autoridades recurrieron a una medida salomónica, “habrá inmediata tercera vacunación contra la COVID-19 de modo voluntario”. Actitud infundada, que no fue amparada bajo ningún alegato clínico-epidemiológico. La autoridad actúa de manera salomónica, el que se quiera vacunar por tercera vez que lo haga, el que considere lo contrario que no lo haga, renunciando a su responsabilidad de guiar a la población en torno a las medidas más correctas para desarrollar el vital proceso de vacunación, fijando una posición precisa sobre las vacunaciones.

Después de más de un año de emergencia nacional ante la agresión de un poderoso germen viral, bajo ningún concepto se puede dejar a “la buena de Dios”, el manejo del único antídoto que podría derrotar la pandemia, que son las vacunas que se han desarrollado con los avances de biotecnología. La vacunación es voluntaria pero su implementación ha estado reglamentada en dos dosis. Ahora la recomendación oficial se deja como los chivos sin ley.

Lo peor es que no solo no se muestra un solo argumento científico que justifique la medida de una inmediata tercera vacunación contra la COVID-19 con una vacuna diferente, sino que se dice se toma esa chapucería alegando un acuerdo con  las sociedades medicas especializadas, cuando sabían que no estaban representadas todas las sociedades médicas especializadas, que allí más que consenso lo ocurrido fue imposición. Incluso recurrieron a rellenar la reunión con infectologos y neumólogos que previamente se habían declarado partidarios de la posición gubernamental y  varios dirigentes gremiales, para hacer “bulto” como se dice a nivel popular.

Con esa actitud incoherente, las autoridades le hacen un flaco servicio a la necesidad nacional de vacunar por lo menos con dos inmunizaciones a la mayoría de la población, meta que ahora se coloca más embarazosa, porque la han perforado con una ráfaga de dudas, que ha fortalecido transitoriamente a los que enredadores que se oponen a todo proceso de inmunización.

Se debe hablar claro, nadie niega que es necesario un refuerzo como ocurre con la mayoría de las vacunas, ni una combinación de diferentes vacunas va a matar a nadie,  pero todavía no esta definido de modo científico cual es el momento más oportuno, por eso no pueden presentar estudios acabados sobre el particular. Es deplorable que solo alimenten las suspicacias sobre la efectividad de las vacunas que ya recibimos casi tres millones de dominicanos. Lo peor es que mientras son muy ágiles para adelantarse a los acontecimientos, anuncien que tienen tres semanas esperando que identifiquen en Atlanta, si aquí está presente o no la variante delta de la COVID-19. Inclusive no han sido capaces de hacer de conocimiento público si por lo menos existe un levamiento primario (obviamente prematuro) de los casos de pacientes ingresados vacunados o no, y los vacunados con las dosis de vacunación y el tiempo. Estudio que no tienen que enviarlo a Atlanta, y que se puede hacer en las salas hospitalarias.

Dando palos a ciegas solo se incita una oleada de conjeturas negativas que alimentan la maliciosa campaña de recelo contra la efectividad de las vacunas. Incluso le ofrecen argumentos a quienes dicen constituye una escaramuza para desacreditar una vacuna en detrimento de otra.

No tenemos ningún asidero para insinuar se trata de manejos turbios en la adquisición de vacunas. Tampoco vamos a tratar de negar que se han realizado todos los esfuerzos pertinentes que este delicado momento exigía para obtener las vacunas, que nadie estaba en disposición de donar. Por eso, es que no debemos silenciar que a la postre se nos quiera brindar este arroz con mango, difícil de digerir. Seguimos sosteniendo se trata de un exceso de protagonismo de las autoridades, algo insólito que traten de presentarse trazando pautas en investigación médica, obviamente sin presentar ningún resultado concreto.  Esto es absurdo porque en la superestructura de salud ni siquiera existe un departamento de investigaciones biomédicas. Las investigaciones médicas aquí, se realizan por esfuerzo particular de médicos investigadores. En definitiva detrás de esa novísima principalía en materia de investigación médica, solo hay: culto a la espontaneidad.