Nuestro país ha sido impactado de manera severa por el COVID-19, virus que ha sido declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud, al punto de que al día de hoy, se tienen computados “de manera formal”, la cantidad de 859 casos positivos, sin embargo, el Ministerio de Salud Pública ha hecho un llamado público al Laboratorio de Referencia, a ceñirse al protocolo de información de los casos, lo que pudiera evidenciar que tenemos muchos más positivos que los revelados.

Acontece que los hospitales y clínicas habilitados no están recibiendo ciudadanos para fines de internamiento como consecuencia de la infección del virus, sino se tienen consigo los resultados de las pruebas de detección del COVID-19, para lo cual el ciudadano hasta el momento sólo tiene dos vías, que son los laboratorios de Referencia y Amadita, ya que el Laboratorio Nacional Dr. Defilló, aún no inicia con la realización de las pruebas.

Estos laboratorios que actualmente realizan las pruebas, una vez acudes a ellos y si tienes la suerte de comunicarte, no saben informar en que tiempo estarían haciéndote la dichosa prueba, y tampoco proceden a inscribir al usuario en una lista de espera en la cual puedas proyectar en que tiempo podrías acceder a esta y con ello determinar en cuál punto del riesgo se encuentra el derecho a la vida.

La situación ocurre, mientras figuras públicas, publican en los medios diariamente los resultados de sus pruebas, evidenciando que ellos si tienen acceso a la misma, no así “los demás”, y que la negación de los laboratorios a publicar una lista de espera, obedece al ejercicio del tráfico de influencias y favoritismos, que conculcan los derechos a la igualdad, por efecto de la garantía a la no discriminación, y por ende a la vida, ya que este virus posee una tasa de mortalidad muy alta, por lo menos en el país.

La protección de los derechos a la igualdad y a la vida se encuentran previstos en los artículos 37 y 39 de la Constitución de la República Dominicana, resaltando el primero lo siguiente: “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las instituciones, autoridades y demás personas y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal”, y de manera especial, dentro del marco jurídico internacional sobre el tema, en el artículo 7 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando establece que “todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación”.

Discriminar es tratar a una persona de manera menos favorable que a otra en circunstancias similares, y entiendo que la Comisión de Alto Nivel para la Prevención y Control del Coronavirus debe saberlo, razón por la cual urge que la misma disponga el respeto a los derechos constitucionales en permanente violación por parte de los laboratorios, eliminando con ello el tráfico de influencia y favoritismo, que ponen en riesgo la vida de muchos ciudadanos, ya que, incluso, han muerto personas sin haber podido hacerse la prueba del COVID-19, y eso lastima.

Concluyo con la siguiente reflexión: lucha por los milagros de cada día en contra del que te discrimina es permanente, nunca tendrá fin, y los hijos de Dios tenemos las de ganar. Ya el crítico social Carlyle lo estableció así: “El hombre ha nacido para luchar, y es como se le define mejor diciendo que es un guerrero nato y que su vida desde el principio al fin no es sino una batalla”.

Dedico este artículo a la disciplina de las insistencias de cada día, y a los hombres y mujeres que lo hacen por sus cimas a pesar de las caídas, tropiezos y vainas.

Finalmente y para la posteridad, debo dejar constancia que he escrito más de 100 artículos por medio a la columna que hasta día de hoy identifiqué como “Penalidades”, dando paso con este, al nacimiento de mi nuevo espacio que he titulado “Analitycae”.