La terrible pandemia del SARS-CoV-2 que enfrenta el mundo tiene, en sentido general, un enemigo mortal de varias cabezas: la desinformación, la falta de inclusión en la gestión de la crisis de los cerebros nacionales, los muchos voceros presidenciales y las señales confusas desde el Ejecutivo.

Noticias falsas y desinformación. Es uno de los problemas más serios que enfrenta el mundo interconectado, por lo cual será siempre útil prestar la mayor atención a la confiabilidad y reconocimiento de las fuentes de información que utilizamos. En las redes sociales no solo pululan las noticias falsas, sino también las noticias erróneas (equívocas) que, en el caso particular de los remedios naturales que se recomiendan, pueden retrasar la llegada de la ayuda especializada, así como el debido tratamiento, incrementando el peligro de muerte.

Es importante verificar la fuente, determinar si la noticia aparece simultáneamente en varios medios reconocidos e incluso utilizar aplicaciones gratuitas disponibles en Internet para precisar su confiabilidad o falsedad.

Inclusión del conocimiento verdadero. Es fundamental que se garantice la participación en las comisiones o comités de gestión de crisis de científicos, intelectuales y especialistas nacionales reconocidos en el ámbito que se requiera, evitando la presencia de actores bufones, vacíos y deprimentes. En el caso dominicano, disponemos de brillantes y meritorios especialistas relacionados con el tratamiento de enfermedades infecciosas, muchos de ellos reconocidos por centros académicos e instituciones extranjeros.

Mientras más científicos, investigadores y profesionales especializados participen en la gestión de la lucha contra una adversidad de carácter nacional como lo es la propagación del covid-19, mayor será la garantía de éxito.

Designación de voceros competentes y probos. Es también importante evitar la multiplicidad de voceros oficiales que, en su afanosa, pueril y egoísta búsqueda de protagonismo, con frecuencia terminan llevando confusiones y desconcierto a la población. En estos momentos en que nuestra curva de infectados por el SARS-Cov-2 asciende hacia un punto de inflexión que es de muy difícil predicción,  no podemos darnos el lujo de tener varios portavoces gubernamentales.

En esta situación difícil y de consecuencias sistémicas todavía impredecibles, creemos, en nuestro caso, que el Ejecutivo debe tener por lo menos dos adalides -guías, cabezas visibles y autorizadas-: uno del Ministerio de la Presidencia y otro del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social.

El primero, en lo que concierne a políticas, estrategias, planes, disposiciones, desmentidos, directrices y orientaciones fundamentales; el segundo, en materia de salud, atención sanitaria, prevención y tratamiento. En estos asuntos de vida o muerte, la autoridad suele centralizarse en funcionarios competentes y moralmente confiables a los ojos de la ciudadanía.

Señales del Ejecutivo. Tienen, en cualquier país, una importancia crucial las señales que emanan del presidente, en su condición de jefe de Estado y de gobierno.

¿Cuáles son los antecedentes de la tragedia que vive hoy los Estados Unidos con el covid-19? Al margen de las primeras pruebas de detección del virus fallidas, están en primer término las malas y mentirosas señales del presidente Donald Trump.

Recordemos que luego de confirmado en enero el primer caso de coronavirus en el territorio norteamericano, Trump afirmó en el Foro de Davos que la situación estaba controlada. Hacia finales de ese mismo mes, ya con un par de decenas de casos confirmados, seguía diciendo que el riesgo para los estadounidenses era muy bajo y fantaseaba sobre los buenos resultados en este aspecto cosechados por su administración.

Unos cuarenta días después, los Estados Unidos se declaraban como el nuevo epicentro de la pandemia del SARS-Cov-2 con más de 220 mil infectados (casi un 23% del total en el mundo), superando con mucho la cantidad de fallecimientos registrados en China, Italia y España. ¡En un solo día (2 de abril) Nueva York registra 568 muertos y 8,669 nuevos contagios por covid-19!

El estilo del presidente Trump de generar confusiones y desvirtuar para su provecho los hechos, ha obrado esta vez en contra  de la salvaguarda efectiva e integral de la población de su país, que es mucho decir.

Es una suerte que el presidente Trump tenga a su lado al doctor Anthony Fauci, autoridad mundial en enfermedades infecciosas, quien, valientemente, ha tenido que enmendar más de una vez sus declaraciones frente a las cámaras.

Desinformación, portavoces incapaces, conformación de comités donde brillan por su ausencia especialistas reconocidos, y disparidad de mensajes desde las altas instancias gubernamentales, pueden socavar la confianza de la población en las autoridades y terminar empeorando el mal que se trata de conjurar.

Hoy son tres mandatarios los que parecen tardíamente arrepentidos de su erróneo y fatídico comportamiento frente al covid-19. El primero, como vimos, es Donald Trump que, luego de un largo ejercicio de fanfarronería, declara esta semana que a su país esperan dos semanas muy difíciles. Al mismo que Trump, tenemos los malos ejemplos de Bolsonaro en Brasil y de López Obrador en México.

En esta semana el Supremo Tribunal Federal de Brasil prohibió cautelarmente la circulación de campañas que sugieran a la población que debe romper el aislamiento social o que minimicen la gravedad de la pandemia. Una prohibición tácita de la campaña del presidente Bolsonaro: Brasil no puede parar. Hoy, este mandatario le dice a su pueblo que el covid-19 es el mayor desafío de nuestra generación, y solicita un pacto nacional para detener su avance.

¿Y López Obrador? Luego de su evangelio sobre los abrazos y el amor, tuvo que consentir en declarar el estado de emergencia sanitaria nacional.