Lidia Asensi, una terapeuta, nos presenta el artículo “Coronavirus: Efectos Psicológicos generados por el Confinamiento” sobre sus experiencias atendiendo casos del Covid-19 con terapias por las redes sociales en el Madrid de la Pandemia. Su enlace es: https://www.psicologiamadrid.es/blog/articulos/psicologia-y-coronavirus/coronavirus-efectos-psicologicos-generados-por-el-confinamiento Consecuencias psicológicas del confinamiento.
Asensi inicia declarando que “El estado de alerta decretado por el gobierno para hacer frente a la crisis sanitaria en la que nos encontramos en relación a la expansión del coronavirus (COVID-19), nos ha obligado a llevar a cabo el confinamiento en nuestras casas.” Vamos a integrar, por su utilidad, “in extenso” el texto de Asensi.
“La cuarentena suele ser una experiencia desagradable para los seres humanos, debido a que es un aislamiento obligatorio y que implica romper con nuestro día a día, nuestras rutinas, nuestro ocio, nuestros amigos, familia, nuestra pérdida de libertad, la aparición del aburrimiento y un largo etcétera. En efecto esta situación tiene una potente carga psicológica sobre nosotros.”
“De repente nuestra vida se ha paralizado y nos toca adaptarnos temporalmente a una nueva situación. Por supuesto el momento que acontece nos genera estrés, pero no sólo la situación vivida, sino también todas las consecuencias generadas por esta. Puede surgir la pérdida del trabajo, la reducción de ingresos mensuales, gestionar el hecho de convivir 24h con nuestra pareja, hijos, familiares o compañeros de piso. En el caso de las personas con hijos, también hay un aumento del estrés. Quizás para los niños sea más complicado entender esta situación y por qué no se puede salir de casa.”
¿De qué manera el aislamiento por el coronavirus puede afectarnos a nuestra salud mental?
Las consecuencias psicológicas, según Asensi, que podemos encontrarnos en estos momentos son:
- La ansiedad, miedo y apatía, pueden ser los principales protagonistas en estos días. Estas emociones son consecuencia de la incertidumbre que la situación genera. Pueden aparecer pensamientos de tipo catastrofistas y anticipatorios, poniéndonos en los peores y más improbables escenarios, pero que nos generarán un gran malestar.
- Como comentaba en el punto anterior, si hay algo que nos genera esta situación es incertidumbre. Necesitamos saber qué es lo que va a pasar a continuación y así poder anticiparnos a lo que va a ocurrir. Los seres humanos intentamos controlar constantemente todo aquello que nos rodea, esto como sabemos, en ocasiones no es posible y ese intento de controlar generará mayor ansiedad. En esta ocasión, es posible que sientas que no hay nada que tú puedas hacer, sólo esperar. Esto puede generar frustración. Esta incertidumbre puede llevarnos a la búsqueda de información constante, sintiendo en estos días una sobreinformación. En este caso tenemos que tener cuidado porque mucha de la información que estamos recibiendo no son de fuentes oficiales y pueden llevarnos a error.
- Por otro lado el exceso de información puede generar consecuencias negativas sobre nuestro estado de salud física y emocional. Estos días hay un aluvión de información por diferentes vías: la televisión, la radio, internet, los chats de WhatsApp, siendo la epidemia de coronavirus el tema central de cualquier conversación. La sobreinformación puede generar en nosotros estrés, angustia, ansiedad o preocupación, llevándonos inclusos a realizar diferentes comprobaciones como buscar actualizaciones constantes de nueva información: por ejemplo el número de nuevos contagios o bien realizar comprobaciones sobre nuestra salud física, como estar tomándonos la temperatura constantemente. Estas comprobaciones aumentan nuestros niveles de ansiedad, apareciendo en nosotros diferentes síntomas que puede confundirse con los síntomas provocados por COVID – 19, generándose así cierta hipocondría, entendida esta como cierto miedo y preocupación irracional a padecer el contagio.
- En este tiempo de confinamiento por la expansión del coronavirus van a estar presentes ciertos cambios emocionales en nosotros. Es posible que en determinado momento nuestro estado de ánimo se mantenga estable, pero en otros momentos puede cursar con emociones más desagradables como son la tristeza, el miedo o el enfado. Así como la aparición de irritabilidad, angustia, preocupación, estrés, síntomas depresivos, problemas de sueño, entre otros. Es importante que normalicemos y atendamos todos los diferentes estados en los que nos podemos encontrar a lo largo de estos días.
- Los seres humanos somos seres sociales, necesitamos el contacto con los demás para nuestra supervivencia. Teniendo en cuenta esto, otra de las consecuencias que genera la cuarentena es el aislamiento social que todos sufrimos. Nos encontramos lejos de nuestros seres queridos y la falta de libertad para poder verlos puede llevarnos a sentir una gran angustia y tristeza.
- Más a largo plazo, el confinamiento o aislamiento puede ser causa de la aparición de trastornos de tipo emocional, como ansiedad y depresión o trastornos pos estrés postraumático.
¿Qué estrategias son aconsejables emplear para gestionar el confinamiento?
Asensi postula: “La vida es un constante ir y venir en piloto automático, vivimos en una sociedad de prisas, exigencias y obligaciones.” Esta situación del Covid-19 nos permite parar, ¿por qué no aprovecharla?
- En primer lugar es importante tener en cuenta que ahora nuestra casa será nuestro lugar de trabajo, de ocio, de descanso o nuestro lugar de hacer deporte. Por tanto es importante que la mantengamos limpia y ordenada, así como usar diferentes habitaciones para cada actividad. Por ejemplo, que la habitación en la que trabajamos o estudiamos sea diferente a la habitación en la que descansamos o tenemos ocio. Es importante que haya una diferencia física y así poder desconectar en cada momento de la actividad que queramos realizar.
- Dentro de esta situación atípica en la que nos encontramos tendremos que generar y mantener una rutina, dando así una estructura a nuestro día. Es importante que a pesar de estar en casa empecemos el día como solíamos hacer: desayunar, ducharnos y vestirnos. Tras nuestro trabajo, es importante que tengamos otras rutinas de ocio marcadas, como hacer deporte, leer un libro, ver una serie o simplemente descansar.
- Esta rutina es también importante para las familias que tienen hijos: mantener sus horarios de levantarse, comidas, aseo, deberes, actividades de juego en familia. Hay que hacer a los niños entender que estamos haciendo algo por el bien común y darles un sentido, no como castigo sino como responsabilidad y beneficio para todos.
- También podemos dedicar cierto tiempo hacer todas aquellas cosas que siempre están pendientes y que nunca tenemos tiempo de hacer, pero tranquilo no es necesario que ahora nos pongamos hacer todas y cada una de las tareas pendientes, también es importante parar y ¿qué mejor momento que este?
- Puede ser un buen momento para compartir tareas y cuidados en casa, incluso pasar más tiempo con la persona que convivimos, que en ocasiones puede resultar complicado o disfrutar de nuestra propia soledad, esa que a veces tanto nos asusta.
- Es importante evitar la sobreinformación, esto puede generar una sensación de alarma permanente. No estar en constante contacto con toda la información con la que nos bombardean y que la información que recibamos sea de fuentes fiables. Recomiendo buscar y promover espacios en los que poder hablar de otros temas de conversación.
- Fomentar la socialización, las relaciones son importantes para nuestras emociones y bienestar psicológico realizando video llamadas con amigos y familiares.
- Evita pensamientos y anticipaciones catastrofistas. Esto genera ansiedad y limita tus recursos para lidiar con lo que venga momento a momento.
- Es importante estar en el presente: ocuparnos día a día de lo que va viniendo sin estar permanentemente conectados a información sobre el tema.
- Afrontamiento positivo: estar unidos, no es que no nos dejen salir, es que gracias al sacrificio individual evitaremos males mayores y estamos haciendo un bien para nuestra comunidad, somos parte de un movimiento para el bien común. Quedarse en casa es salvar vidas.
- Podemos realizar actividades placenteras por internet: museos, conciertos de música, teatro online, deporte online, trabajo placentero, actividades manuales y creativas, deporte, música.
- Promover nuestro autocuidado como practicar ejercicio, yoga, estrategias de relajación, meditación y «mindfullness». En caso de que estemos al cuidado de niños pequeños, es importante turnarnos en este cuidado y generar ratitos individuales para uno mismo.
- Expresar como nos encontramos emocionalmente, esto nos ayudará a calmarnos.
Juan Carlos Eslava, Profesor de Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia, escribe “Las consecuencias sociopolíticas de la Pandemia”, disponible en: https://unperiodico.unal.edu.co/pages/blog/detail/las-consecuencias-sociopoliticas-de-la-pandemia/ que glosaremos para los lectores.
Nos dice: «Existe un tácito acuerdo en considerar que la vida no será la misma después de esta pandemia, aunque los pronósticos enfrentan visiones distintas, muchas de ellas incluso opuestas. Para algunos el mundo será más abierto, más solidario y consciente de los dilemas ambientales; para otros, por el contrario, el mundo será más individualista, más hipertecnológico y más controlado por el poder de las corporaciones y de los Estados.
Por lo pronto, y evitando caer en la tentación de formular predicciones sin mayor sustento, me interesa señalar que varios son los impactos que ya estamos viviendo pero algunos serán de más largo aliento. Y para esos también deberemos estar preparados. Pero como el panorama es complejo y cambiante, describiré algunas de las consecuencias que ya nos afectan de manera directa y esbozaré sólo una reflexión muy general sobre lo que puede ser el escenario futuro.»
Sobre estos principios, se lanza a presentar:
- Los impactos inmediatos: Desde el momento en que se declaró la pandemia su impacto social ha sido enorme, y se manifiesta de manera directa en la desaceleración de la economía y en las políticas de ajuste que ello induce. Si se piensa que la decisión de implementar medidas de aislamiento social –y sobre todo la cuarentena generalizada– fue muy rápida y sorpresiva, y ya ha durado dos o tres meses en muchas partes del mundo (incluso más en otras), la afectación de la vida económica es extraordinaria. Tanto así que ya se reconoce que la pandemia ha sacudido los cimientos de la estructura económica capitalista que hoy organiza al mundo.
Otras esferas de la vida social también han sido estremecidas por ella; como dice el periodista español Ignacio Ramonet, en un estupendo y muy reciente texto, la pandemia se torna en “un hecho social total”. Y esto es así porque toda la vida social ha sido intervenida para evitar la propagación del contagio.
Los eventos masivos se han detenido: los cultos de las iglesias, los conciertos musicales, las competencias deportivas, las visitas a bibliotecas y museos, y hasta las salidas de compras a las plazas y a los centros comerciales. Las escuelas y universidades cerraron sus puertas, el transporte, tanto terrestre como aéreo, se ha restringido enormemente. Hasta los detalles más elementales de la relación entre las personas se han afectado: piénsese en las recomendaciones de dejar atrás los abrazos y los besos.
Todo esto ha hecho que el ámbito cultural haya sido completamente trastocado, y no solo por lo que implica el cierre de tantos espacios y las limitaciones para expresarse en los escenarios de la vida cotidiana, sino también porque la conciencia colectiva ha estado bombardeada por las noticias de la epidemia y la comunicación digital se ha convertido en la pauta. El encierro físico experimentado por muchos de nosotros ha conllevado una mayor conexión digital y los canales informáticos están al tope y retan la capacidad instalada de la colosal industria de telecomunicaciones.
Y esa gigantesca red mediática a la que estamos sometidos todo el día no solo transmite información de la epidemia permanentemente, sino que a la par transmite, minuto a minuto, temor entre la gente. Y es bajo ese temor colectivo que se está desplegando toda una estrategia defensiva que busca atenuar –o detener– el contagio para darle tiempo al desarrollo de una medida preventiva o terapéutica eficaz. Es por ese temor que los Estados buscan restablecer su autoridad, la cual había sido socavada por el impulso corporativo y por las directrices neoliberales.
Bajo ese mismo temor, el personal de salud labora infatigablemente en los lugares en que ha irrumpido la epidemia, o se prepara, en aquellos que aún están a la espera de que llegue la tormenta. Mientras los ingenieros acometen la tarea de mejorar tecnológicamente la forma de enfrentar la amenaza, los biólogos y biotecnólogos laboran afanosamente para lograr desarrollar una vacuna y los virólogos intensifican su esfuerzo por descubrir los secretos de un virus que le ha dado una bofetada a la arrogante humanidad, complacida por su despótico ejercicio de dominación de la naturaleza.
Sin embargo, el impacto no es igual en todas partes y la manera de afrontar la situación es diferente según los recursos y la capacidad de las personas y los grupos sociales. Por ello, la condición de desventaja social, entre personas, grupos y naciones, se ha hecho más que evidente y la desigualdad campea por doquier y enfrenta a las sociedades a dilemas profundos4. Si la pandemia nos confronta de manera patente con la dramática condición humana, lo hace aún más con la trágica condición societal que privatiza las ganancias y los privilegios y socializa las amenazas, los riesgos, y los costos.
2. Los impactos mediatos: Pero más allá del remezón instantáneo, la misma situación de incertidumbre y angustia por la que atravesamos ha puesto en evidencia lo inadecuada que resulta la manera como están organizadas nuestras sociedades y lo desequilibrada que resulta la distribución de la riqueza, los recursos, el poder y las oportunidades. Esto, de por sí, exigirá todo un replanteamiento de lo que conocemos como la “situación normal”, y hará que cada vez sea más fuerte el llamado a no regresar a la normalidad, porque esa normalidad ya es, en sí misma, todo un problema.
Por supuesto, la necesidad de repensar la sociedad y el propio Estado se hará más evidente, aunque la demanda para volver a incorporarnos al mundo productivo del capital será muy fuerte. Por un lado, los cambios experimentados en el mundo del trabajo, la recesión económica, la crisis de algunas empresas y sectores como el aeronáutico y del turismo, entre otros, la profunda dependencia tecnológica, la expansión de la biovigilancia, el apetito de los negocios virtuales, la expansión de la industria biotecnológica, el auge del mercado de las comunicaciones y la voracidad del sector financiero serán condiciones que presionarán para reacomodar la dinámica económica y política en un escenario de gran tensión geopolítica.
Por otro, los grupos ambientalistas, los gobiernos alternativos, las agrupaciones anticapitalistas, los movimientos feministas e indígenas, los sectores subalternos y algunos otros más, incluyendo investigadores y pensadores independientes, buscarán la manera de hacer más pronunciada la crisis del capitalismo con el fin de hacer viables propuestas alternativas que rompan con el pensamiento neoliberal imperante, que frenen el consumismo desmedido, que nutran la riqueza de la vida comunitaria, que promuevan el buen vivir y nos reconcilien con la naturaleza. Esto nos pondrá, sin lugar dudas, en toda una encrucijada.
…
Este escribidor tiene sus respetos a los servicios psiquiátricos y psicológicos de emergencia de España, que mostraron su eficacia en los atentados de Atocha, el 11-M; contrario a lo que sucedió en los el 11-S en los ataques a las Torres Gemelas ya que no hubo unidad de este servicio para atención de las heridas del alma, no tanto las del cuerpo, sufridas por las víctimas.
España, luego de un terrorismo propio y ajeno, los ha desarrollado de manera ejemplar.
En esta ocasión, estamos reinventado la rueda, pues parece que nos hemos olvidado de este daño colateral sin que nadie haya podido considerar una alternativa a la “muerte solitaria” de los afectados por el gran temor al contagio. La razón es algo sencilla: nadie tiene el equipo de protección corporal suficiente para el personal sanitario, menos para los familiares que quisieran acompañar a los casos “in extremis” para el consuelo del último adiós.
La Organización Panamericana de la Salud ha producido en español un manual con el título “Salud mental y apoyo psicosocial en las emergencias humanitarias: ¿Qué deben saber los actores humanitarios de salud?” disponible en el enlace:
https://www.paho.org/mex/index.php?option=com_docman&view=download&slug=1324-13-what-humanitarian-health-actors-should-know-spanish&Itemid=493. Es un instrumento para manejar el estrés que desarrolla el escenario pandémico del Covid-19.
Esta atención psiquiátrica/psicológica de emergencias en desastres puede servir de mucho, ya que creo que es un sucedáneo más del humanismo, de la compasión, y de la solidaridad, hasta de la misma “extremaunción” que hemos perdido u olvidado… Lo peor de esta pandemia ha sido la muerte en solitario… Parece que la “Parca” encontró el paraíso.