En el supuesto que los 7 mil 800 millones de habitantes del planeta estuvieran inmunizados con el mismo biológico. Si como resultado, la tasa de infecciones COVID-19 fuera cero, podemos pronosticar que periódicamente se estarán desatando alarmas globales. Sea, porque surjan variantes de esta enfermedad o por nuevos microorganismos causantes de otras patologías potencialmente epidémicas.

Gérmenes de origen biológico natural o creados por la ingeniería genética del capital farmacológico mundial serán la causa visible. Las alarmas pandémicas llegaron para quedarse.

El mundo entró en la era del Antropoceno (PNUD, Informe 2020). Históricamente, el capital industrial creció a expensas del daño a la naturaleza y paralelamente millones de habitantes socialmente excluidos fueron obligados a invadir caóticamente el medio natural.

En este contexto, recuperar la cotidianidad de las relaciones humanas es necesidad para la buena marcha del modo de vida en viviendas, manzanas, barrios y ciudades. Sin embargo, pretender retomar normas sociales similares al pasado pre-pandémico, resultará una tarea riesgosa para la salud y la vida.

Ahora puede entenderse la distante y cautelosa conducta interpersonal de muchos europeos y asiáticos. Ciudadanos provenientes de naciones y continentes que históricamente fueron presas mortales de las más devastadoras pandemias y epidemias de peste bubónica, tuberculosis e influenza. Tres patologías transmitidas por modos no idénticos, pero análogos a la COVID-19.

El cálido estilo dominicano de saludar a todo el mundo con besos, abrazos y estrechar decenas de manos. Esa cotidianidad lingüística y expresiva de los grupos sociales criollos de hablar a la vez, en voz alta y encima de las personas. La insensata organización de eventos sociales y festivos, con proximidad de cientos de personas. El compartir tragos en botella, o servirse y probar comidas colectivas con las mismas cucharas y tenedores personales, hoy son normas sociales peligrosas para la salud.

Que no decir del estilo displicente y despreocupado de aparecerse de visita o asistir a las escuelas, universidades, lugares de trabajo, empresas y oficinas, con tos productiva y mucosidades nasales. Tosiendo y estornudando sin protección. Relajamiento de la higiene, moral y cívica colectiva.

La vida social y laboral, tal como se conoció antes, está cuestionada. Persistir en modos de convivencia desentendidos no debiera ser aspiración de nadie, menos aun retornar a las mismas políticas educativas, de organización de eventos sociales, políticos y científicos del pasado. Universidades, escuelas, centros educativos y empresas son lugares muy críticos.

Es momento de desatar normas sociales mediadas por la epidemiología y la higiene como ciencias estudiosas de fenómenos que aceleran o previenen colectivamente las enfermedades. Es una coyuntura propicia para incentivar el desarrollo humano, la arquitectura armónica con el medio natural y la coexistencia humana en ciudades saludables, amigas de la naturaleza.