Concluida la Semana Mayor, guardamos costumbres y tradiciones que retomamos cada año. Igual nos sucede con viejas usanzas que vamos relegando hasta que definitivamente se evaporan en el tiempo.

Por su ausencia, una de ellas la había olvidado. Para mi sorpresa, con la programación especial dedicada a la Semana Santa, mirando los canales internacionales –sobre todo los españoles- volví a verla y aunque las ceremonias del Viernes Santo no mueven a sentimientos alegres, sentí cierto regocijo. Descubrirla entre la multitud, resultaba igual al reencuentro con una amiga querida, entrañable.

En mi adolescencia, en las décadas de los ´50 y ´60’- como requisito previo para ir al cine los domingos, a “la tanda vermouth”, debía asistir a la iglesia y siempre la llevaba conmigo, hasta que años posteriores, sin entender las razones, opté por dejarla en la casa.

Recuerdo que mi abuela siempre la guardaba en su cartera, para usarla tanto en los “rosarios de la aurora” como también cuando asistía a los viacrucis o cualesquier otro ritual de la iglesia Católica.

Observando su casi total desaparición en las ceremonias católicas, quiero referirme a la mantilla. Sí, a ella, ¡a la mantilla! – también denominada el velo- y algunos de sus datos, que conforme a los eruditos, se desconocen sus orígenes, los que corresponden a tiempos inmemoriales.

Usadas por la mujer andaluza, principalmente en las procesiones del Jueves y Viernes Santo, originalmente la mantilla se elaboró en paños o lienzos. Si recordamos que Jesús llevaba un manto sobre sus hombros, con el que cubría su cabeza antes de orar, este atuendo, utilizado por años, ¿venía a simbolizar lo que tantas veces ÉL nos mostró?

Transcurridos los siglos, la mantilla, al igual que el “Mantón de Manila”, – ambos elaborados a mano, en finas telas, ricos encajes y a muy elevados costos-   era considerada como un atavío bien deseado en la herencia familiar.

La humanidad evoluciona y con ella cambian sus tradiciones y costumbres. Es posible, que a mediados del presente siglo, lo que refiero en cuanto a modas y tradiciones de otros tiempos, la mantilla. y/o velo o toquilla, quizás perdure en el recuerdo de nuestros ancestros. La enseñanza del manto de Jesús, para los creyentes, generación tras generación, ¡la guardaremos en nuestros corazones!