Para abrir la puerta hacia la reelección, el presidente Danilo Medina tiene que lograr la reforma constitucional, si se da por definitiva la Sentencia 0352- 18 del Tribunal Constitucional que la desestimó; y esa apertura tiene un costo en dinero público, y probablemente, en derechos democráticos y libertades públicas. Lo sabe cualquier iniciado en política.
Si bien los oficialistas han elaborado un discurso que destaca la buenaventura del país bajo el mandato de Danilo Medina, esta, irreal, y en el supuesto de que lo sea, de nada sirve; porque esas cosas nada valen cuando, como al efecto, en más de medio país político se ha impuesto un mercado de conciencia, que tiene en partes del Congreso el punto principal en que se encuentran ofertantes y demandantes.
Esa reforma sería funcional a una determinada cantidad de dinero público.
¿De cuánto sería el monto? Es difícil saberlo. En días recientes circuló la información extraoficial de que a un líder político, a uno solo, vinculado al reformismo, le habrían entregado 500 millones de pesos para comprar el voto de sus compañeros para la reelección; y desde el año pasado circula la especie de que los congresistas dispuestos a reformar la Constitución para ese fin, adornada con cualquier otra reforma que también los beneficie, habrían de recibir un mínimo de 20 millones de pesos y un máximo de 30, en efectivo; además de facilidades aduanales para la importación de vehículos y concesiones de obras públicas.
Lo que si se sabe es que la pretensión reeleccionista tiene como propósito principal el manejo de más de 920 mil millones de pesos, casi un billón, que es el presupuesto nacional, y la garantía de impunidad frente a la justicia; y así las cosas, se puede estimar que el monto que se destinará a comprar la reforma, sería de una proporcionalidad correspondiente a esa cantidad de millones.
El presidente dijo en la Asamblea Nacional del pasado 27 de febrero que está dispuesto a pagar el costo de sus decisiones. Si su decisión es reelegirse, hará todo para reformar la Constitución, ganar la candidatura en su partido apoyándose en el Estado, y con este mismo por supuesto, imponerse en las elecciones del 2020.
Si Danilo Medina se ha metido en ese derrotero, va con todas para “ganar”. Porque no tendría de otra, habiendo incurrido en el gasto económico, moral y político altísimos para lograrlo; incluyendo la erosión de su propio partido. No va a exponerse a quedar desprotegido.
El costo económico de esta afrenta para el pueblo es elevado. Porque ese dinero público lo pagará en impuestos, y en una estrechez más acentuada de los servicios públicos que debe recibir del Estado.
Esto solo, es razón suficiente para evitar que se produzca la reforma que abra la posibilidad de la reelección. Hay que “matar el gallo en la funda”. Evitar que llegue a la arena. Porque ya aquí, el gobierno estaría dispuesto a pagar el costo que sea de su decisión.
En los 12 años de Balaguer, los aprestos de reelección tuvieron la represión política como hermana gemela. Ahora no se ha llegado a esos niveles de entonces contra los derechos democráticos y las libertades públicas. Pero no es descartable. Porque hay mucho rechazo al gobierno y este ha dado muestras sobradas de intolerancia, elevada a veces, como sucedió en días recientes contra Doña Miriam Germán Brito.
Estamos frente al peligro de que la intolerancia del gobierno tome más cuerpo y formas diversas; de lo cual hay bastante contra medios de comunicación, comunicadores sociales y funcionarios públicos, críticos al gobierno y que no suscriben la reelección, y la que, por lo mismo, se expresa a través de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII) contra empresarios a los que se les mantiene bajo una Espada de Damocles.
Así las cosas, como ha planteado el Frente Amplio, solo un gran movimiento social cívico, de calles y plazas públicas y de opinión, en una política de “golpear juntos, aunque marchemos separados”, de todos los opositores a la reelección, hace posible disuadir a los reeleccionistas a desistir de sus planes de reformar la Constitución para ese despropósito.