Abordar el “arte contemporáneo” para muchos es enfrentarse, en ciertos casos a una ola de definiciones, críticas y valoraciones consecuentes del resultado de las obras pero también que ponen en cuestionamiento el talento del artista. Lo que no podemos obviar es que en el sentido de contemporaneidad, queda implícita la importancia del marketing y la publicidad.

Souvenir del MOMA

Estos temas se incorporan en la historia “The Square”, drama satírico sueco del 2017 dirigido por Ruben Östlund. Dicho relato posee una naturaleza incomoda para el espectador, sin embargo permite que se filtren todos los valores humanos y altruistas que constituyen el esquema del arte actual, respaldados por distintos grupos sociales y económicos.

Referirse a los modelos que proponen la mayoría de estados para el consumo y apreciación del arte y la cultura, nos remite a propuestas que se limitan a manifestaciones que en la mayoría de los casos solo satisfacen necesidades turísticas para viajeros de todo el mundo. ¿Pero, qué hay de malo en eso? Simplemente nada.

Cuando buscamos algunas cifras podemos encontrar que el Museo del Louvre recibió 8,6 millones de personas en 2016, seguido de Brithish  Museum de Londres con 6,8 y luego por el Museum of Art de Nueva York, casi con el mismo número de visitantes.  Pero esto no podría sustentarse sin una verdadera plataforma de promoción que permita explotar toda la cultura visual adherida a estos lugares.

La reproducción de todo tipo de material que contemple una idea plástica-gráfica es casi obligatoria en un mundo que se mueve tan rápido, pero además con la conciencia de que estas herramientas son las más baratas, sutiles, prácticas, cool y en algunos casos atemporal para dar a conocer de la cultura de un país, si se tiene una estrategia clara más allá del gift shop tradicional. Para esto seria necesario ceder algunos derechos, replantear las leyes de autoría, cambios que despiertan el temor de los creadores dominicanos.

Mientras le buscamos otro uso a las jícaras de coco y le ponemos un precio, siga usted con sus Picasso de la tienda sueca, con su camiseta de Marilyn Monroe en la versión de Warhol, o tomándose un café en la taza que le trajeron del MoMa en New York.