La evaluación del 2018 que hago coincide con un politólogo internacionalista de mi estima como es Moisés Naím cuando así lo señala en su artículo “2018: el año de los charlatanes” disponible en El País, de Madrid, en el siguiente enlace: https://elpais.com/elpais/2018/12/28/opinion/1546018097_816013.html
Para definir un “charlatán” mediante el argumento de una serie de televisión de hace 60 años, llamado Trackdown, donde un charlatán llega a un pueblo del viejo oeste anunciando una catástrofe: va a suceder una explosión cósmica, cuya única solución es comprarle unos paraguas que evitarán ser afectados. Por lo tanto, el significado es el que promete solución sencilla a eventos complejos. El nombre del charlatán de la serie televisiva es Walter Trump. ¿(Una coincidencia o un capricho de la historia?
Este episodio puede verse en Youtube, en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=h1D2ynASqe4
Dice Naím sobre la relevancia actual de la presencia de “charlatanes” en la coyuntura actual: “Los charlatanes siempre han existido. Son bribones que con gran habilidad verbal logran venderle a incautos algún tipo de producto, remedio, elixir, negocio o ideología que, sin mayor esfuerzo, les quitará sus penas, aliviará sus dolores o los hará prósperos. Últimamente, el mercado de la charlatanería, especialmente en la política, ha tenido un gran apogeo. Ha aumentado tanto la demanda como la oferta de soluciones simples a problemas complejos. La demanda la impulsan las crisis y a la oferta la potencian las redes sociales.
“Las crisis de todo tipo que aquejan al mundo de hoy son el resultado de potentes fuerzas: tecnología, globalización, precariedad económica y desigualdad, criminalidad, corrupción, malos gobiernos, racismo y xenofobia, entre otras. El resultado es la proliferación de sociedades con grandes grupos de personas que se sienten, con toda razón, agraviadas, frustradas y amenazadas por el futuro. También constituyen un apetitoso mercado para charlatanes que ofrecen soluciones simples, instantáneas e indoloras.”
Los embaucadores de hoy son, en esencia, similares a los que siempre han existido, solo que ahora disponen de tecnologías digitales que les dan inimaginables oportunidades. Son charlatanes digitales, diagnostica el autor. De ahí a las características que potencian las redes para reproducir el alcance de los mensajes basados en las “fake news” en que basan los charlatanes contemporáneos.
¿Cuál es el charlatán en nuestra política criolla? ¿Hemos desarrollado una “charlatanería corporativa e institucionalizada”? Nos parece que abundan muchos, porque nadie se sitúa en el realismo crítico que es el único recurso racional para enfrentar la rocambolesca institucionalidad de la sociedad caribeña de la isla de la Hispaniola.