Soy uno de los que no se pierden los enjundiosos artículos periodísticos del sacerdote católico brasileño Leonardo Boff. Su discurso se parece tanto al del nazareno aquel que las tradicionales oligarquías eclesiásticas lo agreden como si fuera el enemigo público número uno. Y, como el crucificado, este fundador de la teología de la liberación sigue manteniendo sus convicciones en defensa de la humanidad sin dejarse utilizar como condón de los jerarcas de la banca y de la política. Como hacen muchos de sus colegas.
El más reciente escrito de Boff mostró que la palabra corrupción proviene del vocabulario teológico y significa tener un corazón roto y pervertido: “cor” por corazón y “ruptus” por roto y pervertido. “Corruptus”, así de sencillo, es una obscenidad. Continúa el texto refiriéndose a su natal Brasil e identifica tres razones básicas de aquello en que ha devenido el robo de lo ajeno: la razón histórica, la razón política y la razón cultural.
Usando esos criterios para entender la corrupción dominicana debemos decir que hemos sido gobernados en toda la etapa republicana bajo el predominio de la violencia, ya por gobiernos militares o civiles, nacionales o extranjeros. Esto ha permitido que las más grandes fortunas de República Dominicana de hoy en día tengan profundas raíces en las dictaduras, los gobiernos oligárquicos, los golpes de Estado antidemocráticos y las ocupaciones militares de Estados Unidos. Esos gobernantes convirtieron la propiedad pública en capital privado, a diestra y siniestra, mientras el corazón roto y pervertido les latía de codicia aceleradamente. Hoy fingen creer en un Dios bueno mientras este les sea rentable.
La razón política en República Dominicana no necesita mucha explicación para entenderla. Decir político es sinónimo absoluto de corrupto, ya sea por comisión o por omisión, por robar o por callar al tiempo que comparten con los ladrones en las sesiones del Congreso o en las reuniones del Partido político. Entendemos mejor la corrupción, ahora que la sociedad trata desesperadamente de que los máximos tribunales conozcan el caso del sastrecillo valiente de San Juan de la Maguana. Este acumuló una fortuna inconmensurable en lo que pestañaba un gato y ahora le falta hombría y calidad moral para soportar lo que la ley establece para los delitos que cometió.
La razón cultural que destaca el teólogo Boff reside en el clientelismo y en el soborno a intelectuales y medios de comunicación. Estos grupos, por lo general, presentan a los saqueadores del erario como personas habilidosas y triunfadoras, obviando la criminalidad del robo que perpetran contra la sociedad. Esos intelectuales y medios propugnan porque a los corruptos se les admire en vez de que se les desprecie ya que, la mayoría, es gran accionista en múltiples medios de comunicación.
No obstante la minuciosidad de Leonardo Boff, una cuarta razón quedó fuera de su análisis: la razón ideológica, vale decir, la razón religiosa para corromperse moral y materialmente. Ha sido tan grave la corrupción eclesial durante poco más de dos mil años, que la llegada al Vaticano de un Papa argentino, apenas democrático y progresista, ha estremecido las bases del colegio cardenalicio. Esa oligarquía eclesiástica que ha vivido en palacios y es capaz de olvidar una cuenta bancaria por centenares de millones de euros, tiembla cada vez que el Che Francisco los manda a freír tusas de maíz por la cínica manera en que prostituyen el catolicismo humanista basado en la doctrina del crucificado aquel.
Cualquier dominicano ansía que llegue a este país la energía evangelizadora de Francisco de manera que barra con tanto obispo hipócrita. Aquellos nunca criticaron las cotidianas perversiones del nuncio Wesolowski y el sacerdote Alberto Gil, ambos portadores de las tres P: polacos, perversos y pedófilos. Contaban con obispos que auspiciaban coartadas para ocultar las violaciones de niños y niñas detrás de una representación papal y una sotana manchada por el crimen. Esos obispos ciegos, sordos y mudos por conveniencia, son los que hoy organizan manifestaciones de protesta porque el presidente Danilo Medina ha observado el Código Penal que atenta contra la vida de miles de mujeres dominicanas victimizadas por la violencia delincuencial. Proteger a pedófilos y condenar innecesariamente a humildes mujeres nada tiene que ver con los principios de humanidad del Evangelio sino con arcaicos dogmas aplicados a conveniencia. Protegieron a los pedófilos y ahora chantajean políticamente a los congresistas, tal como lo hicieron con las manifestaciones de reafirmación “cristiana” en 1963 orientando a los golpistas hacia el derrocamiento del gobierno de Juan Bosch y su Constitución democrática y laica. Por sus hechos los conoceréis, mientras cargan su corazón roto y pervertido.