“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”
Hoy somos testigos de la profundización de la crisis de la “democracia”, en la República Dominicana, el proceso de la modificación número 39 de la Constitución, nueva vez la reelección presidencial como enfermedad endémica de nuestro sistema político, es el centro de la reforma, en esta ocasión, el Presidente Danilo Medina busca “Permitir que el Presidente de la República pueda optar por un segundo y único periodo constitucional consecutivo, no pudiendo postularse jamás al mismo cargo”, entiéndase él mismo y para lograr su objetivo hemos sido testigo de la perversión ejercida desde el poder.
La reelección presidencial en un Estado con débil desarrollo institucional, con bajo estándares de cumplimiento de la ley, con altos niveles de corrupción e impunidad, y con una clase política carente de principios y valores éticos, además con la intermediación de partidos políticos convertidos en corporaciones, desideologizados, sin programas, ni doctrinas, abanderados del clientelismo como forma de hacer política, en ese contexto la reelección se convierte en la madrina de la corrupción y el abuso de poder.
En ese sentido, concentrar el análisis en identificar si el Presidente de la República habla mucho o poco, sin analizar las características de un gobierno reeleccionista e identificar las primeras acciones y síntomas de la intención, fue el principal error de la oposición política, no reconocer que las visitas sorpresas son instrumentos mediáticos de posicionamiento público, junto a las fotos de los saltos de la pobreza y la exclusión social.
En la historia de la república para los dominicanos y dominicanas la reelección es corrupción, sobre todo cuando desde el poder constituido que usurpa el poder constituyente, se abusa y se somete al soberano, al pueblo, a la más indigna subordinación y humillación cuando sale a flote la tradición autoritarita y los rostros de la cultura presidencialista que no logramos superar, prevaleciendo el continuismo y aflorando los nuevos caudillos y déspotas.
El camino de promover y aprobar la modificación a la constitución para reintroducir la reelección presidencial del Presidente Danilo Medina, ya transita el camino de la falsedad, la impostura, la usurpación del poder, acuerdos antidemocráticos al interior de su partido cartel y con otras corporaciones políticas, repitiendo el modo operante de todos los que por el afán de poder, impunidad y acumulación originaria de capitales han emprendido esa aventura política.
El Presidente Danilo Medina con sus intenciones, actuaciones y prácticas, impulsó a un conjunto de acólitos y funcionarios del Palacio Nacional, a crear y desarrollar argumentos jurídicos y políticos para defender su avaricia y codicia del poder, con explicaciones, juicios carente de veracidad, nuestra historia indica que un Presidente-Candidato, haría uso y abuso del poder y de los recursos del Estado, para manipular el electorado con falsas promesas, uso desbordado de técnicas mediáticas y poner en marcha la gran maquinaria electoral-clientelar.
La reelección consecutiva es un peligro en una democracia restringida, con carencia de contrapeso político y sobre todo cuando surge de la pretensión del gobernante de turno se enaltecen la corrupción, la impunidad y la mediocridad perversa desde el ejercicio del poder, sobre todo cuando consideramos la inercia que paralice toda la estructura del Estado, perdiendo la perspectiva nacional, para favorecer los interés particulares de los promotores de la reelección.
El Presidente-Candidato Danilo Medina con su proyecto reeleccionista estimuló e incitó el caos, el acoso y aún más la descomposición institucionalizada, para muestra el espectáculo al interior del Congreso Nacional convertido nueva vez en mercado, es el ejemplo más elocuente de lo que ha de venir, como el incremento del gasto público a niveles superiores en perjuicio de la sociedad, ampliando el ya insostenible déficit fiscal, por cuanto, la reelección se convierte en el impuesto de la corrupción.
El poder seduce y por eso quienes detentan el poder, aun a toda costa, tratan de perpetuarse en él, y de ahí el pacto-negocio que permitirá la modificación constitucional para reintroducir la reelección, se opone a la ética pública, a principios democráticos y pone de manifiesto las ambiciones desmedidas de una clase política voraz, insaciable y carroñera de los restos de la democracia, rompiendo la “legalidad democrática” para perpetuarse en el poder.