Sentarse frente al televisor, bebiéndose un café o comiendo, a ver las famosas audiencias del juicio por corrupción del Senador por San Juan de la Maguana, se volvió lo mismo que ver el programa de humor "La Opción de las 12″ en aquellos tiempos de su auge. Escuchar las declaraciones hechas por un ex convicto por narcotráfico arrematando en contra del ex presidente, y ver como este último no reacciona en su defensa y lanza su candidatura presidencial, lo han tomado como un chiste colorao'. Ya no se puede siquiera distinguir si la corrupción es una burla en nuestro país, o si aquellos que cometen actos de corrupción toman al país como una burla.
¿Es nuestra la culpa de que el sistema judicial se vea corrompido por la influencia política? ¿Será que le dimos a entender al ex presidente Fernández que por llamarle “León”, le dimos el título de “Rey de la Selva”? ¿Será que le dimos a entender al Senador Bautista que por llamarle “El Gato” le estamos ofreciendo siete vidas para hacer con nuestro país lo que le plazca? Son mil y una preguntas las cuales pudiésemos hacernos, pero solo una respuesta la cual obtendremos: así son las cosas en nuestro país. Aquellos que se aferran al poder están dispuestos a hacer todo lo que sea necesario para aprovecharse de la ignorancia de muchos y llevar a cabo los intereses de pocos.
Es por esta razón que el día de 27 de marzo será recordado en nuestra historia como el día en que sepultaron la justicia de la Republica Dominicana. Dicha sentencia no fue más que una nota luctuosa, en donde la sociedad perdió otra batalla más en contra de la corrupción que hoy por hoy nos ahoga. Fue una decisión que le dio una bofetada a la sociedad dominicana, en donde solo nos faltó la peluca y la nariz roja para que quedase integrado el circo de los corruptos. Y muchos opinan que 620 páginas es una extensión exagerada para una sentencia de esta índole. En lo particular, entiendo lo contrario. 620 páginas no son suficientes para explicarle a los millones de dominicanos que demandan una justicia objetiva e imparcial, que la corrupción, una vez más, va a quedar impune.
¿Quién defenderá a la sociedad ante la corrupción, si el órgano que está llamado a velar por la justicia y la sana aplicación de la ley esta, igualmente, corrompido? Pareciera una novela o un episodio de la comedia del Chapulín Colorado, pero lamentablemente es nuestra triste realidad.