“La cantidad de dinero robado cada año con la corrupción es 80 veces más de lo que hace falta para alimentar a la gente que pasa hambre en el mundo”. Son las palabras en un evento reciente sobre el tema de Navi Pillay, Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la Organización de las Nacionales del Unidas (ONU).

Existe un natural egoísmo humano. Se entiende que una persona procure el bienestar  propio y de sus allegados,  primero que el bienestar de los demás; pero si existe un fondo común propiedad de toda la sociedad, por ejemplo el Presupuesto Nacional,  es inaceptable  que quien gestione  recursos de ese fondo  lo use -mediante múltiples formas-  para el beneficio propio y de los suyos.

La corrupción pública  es una perversidad, más que cualquier otra forma de delincuencia; pues tiene  un doble efecto: la sociedad por la vía de los poderes establecidos del Estado confía al funcionario  una responsabilidad  que requiere dedicación, por lo que desviar tiempo hacia otros propósitos  es la primera falta, y la otra- peor aun- es que utiliza el poder delegado para enriquecerse.

Es justo decirlo, en la sociedad dominicana la gran mayoría, millones de ciudadanas y ciudadanos obtienen honradamente los bienes y servicios que usufructúan. Los hay de clase media, pobres y ricos; mientras que grupos reducidos por la vía de la corrupción  disponen a su antojo del Presupuesto Nacional o de las influencias que genera la función viviendo  con dinero ajeno entre el lujo y el derroche.

De ahí que la lucha contra la corrupción en todas sus formas ha de ser un objetivo  trascendente tanto para prevenirla, como para proceder enérgicamente ante quienes han defraudado la confianza de la sociedad.

Es un propósito difícil, pero es uno de los mejores  homenajes a quienes a través de la historia nacional han dado tanto, hasta sus vidas, por una mejor sociedad.

De acuerdo al Índice Global de Competitividad 2012-2013 así como de Transparencia Internacional,  en corrupción la Republica Dominicana está entre los primeros lugares en el mundo.

El hecho de que la Estrategia Nacional de Desarrollo en su primer eje se proponga un “Estado social y democrático de derecho con instituciones que actúan con ética y transparencia”, además que incluya como línea de acción “rendición de cuentas y la calidad en el gasto público”, es un buen inicio. Más solo un inicio.

En las actuales formas de gobernar hay también algunas señales; pero si se toma en cuenta la dimensión que ha alcanzado la corrupción, hasta hoy las que vemos son  solo  las aun muy débiles y  primeras señales.