La corrupción, como todo acto delictivo, es un trastorno derivado de actitudes y prácticas individuales y colectivas que afectan las leyes y normas cívicas y de convivencia de un determinado núcleo social y particular, hasta la sociedad en sentido general. A diferencia de un acto muy personal de cleptomanía de un ciudadano humilde de un barrio o campo de nuestro país, lo que se define como corrupción estatal perjudica a toda la nación, pues los fondos públicos constituyen la savia del bien común general que -en términos económicos- se destinan a la solución de problemas de los ciudadanos, que llegan a la nación como servicio social a una comunidad o como inversión en grandes proyectos para desarrollo nacional en beneficio de la gente.

Ese trastorno personal del sujeto, convertido en práctica social y en crimen contra el Estado y la sociedad, se produce fundamentalmente en muchos de los políticos, empresarios y hasta religiosos. Pocas veces se produce en intelectuales bien valorados por las sociedades. En los científicos y poetas, parecería ser que este vicio no es frecuente en estos dos mundos.

La especie de los corruptos no transita por la poesía ni por la ciencia. Sería una muy buena tarea para el trabajo de los educadores, sociólogos y filósofos. Posiblemente haya que partir -para el análisis- de la formación en valores morales. La escuela dominicana hace tiempo que renunció a esa práctica en las aulas.

En varios de nuestros artículos hemos mencionado la suma en miles de millones de pesos anuales que los organismos internacionales calculan que el país pierde a causa de la corrupción. Si la cantidad de dinero robado al Estado dominicano oscila entre 170 y 200 mil millones de pesos de nuestro presupuesto, sólo debemos pensar qué haría un país bien administrado con esa cantidad de dinero en inversiones en áreas fundamentales para nuestro desarrollo.

La propuesta de campaña de las actuales autoridades estuvo en esa dirección. El seguro universal de salud para todos los dominicanos iniciado por el gobierno, necesariamente es un derivado de la decisión de desarrollar políticas contra la corrupción, para que los recursos públicos puedan ser utilizados en la solución de los problemas de la gente.

El dinero de la corrupción se convierte en un peligro, desde el ejercicio del propio poder o como arma para el retorno al mismo, en la medida en que es producto de las relaciones con el poder político y el tráfico de influencias y como instrumento para conspirar contra la gestión y la obra de cualquier gobierno.

El dinero acumulado como fortuna mal habida por muchos funcionarios de la pasada administración que salió del poder, por los fines que persiguen de regresar a la dirección del Estado, la capacidad política en la maniobra de acciones, y por su espíritu conspirativo, constituye un gran peligro para la actual gestión gubernamental. La razón es sencilla: tienen aún un gran control mediático y la fortuna que poseen es tan grande que puede competir con el presupuesto nacional y el Estado mismo. Si no se tiene una estrategia correcta, podrían desinformar a una gran parte del país haciendo uso de las fake news o noticias falsas.