La campaña electoral para las elecciones del 2016 girará sobre dos temas centrales: la corrupción pública y el peligro que representa para nuestro país el tema haitiano.
La oposición, la verdadera oposición, no los aliados del partido oficial, izará la bandera de la lucha contra la corrupción, acusando al PLD de haberla generalizado, pero sobre todo de haber creado las condiciones necesarias para que impere la impunidad. Vendrán los álbumes de la corrupción, se identificarán los funcionarios públicos, sobre todo de los gobiernos de Leonel Fernández, que han dado un salto cuántico en su bienestar económico con salarios estatales, se mostraran las mansiones en las principales ciudades y volveremos a ver las enormes casas de veraneo en playas y montañas, sin olvidarnos de la narco corrupción, claro está, con Quirino a la cabeza.
Por su lado, el partido de gobierno, con Leonel Fernández como candidato presidencial, azuzará el cuco del peligro haitiano, de la invasión pacífica, de la pérdida de trabajo para los dominicanos y dominicanas porque las plazas son ocupadas por haitianos, de los “traidores” a la Patria aliados a Estados Unidos, Francia, Canadá, y los organismos multilaterales en busca de la fusión de la isla.
Y la ciudadanía verá transcurrir candidatos con sus discursos, chorros de tinta, cantidad de imágenes, panfletos, vallas y toda la parafernalia publicitaria propia de una campaña electoral y una parte de esa ciudadanía, aquella que no vota por razones clientelares, la más ingenua, la que no quiere perder las esperanzas, aceptará votar por quien ataca el tema que más le preocupa, que más miedo le da, y hasta llegará a creer que existe real intención de conjurar estos problemas sempiternos de nuestro querido y sufrido país.
Pero la realidad es que todo es y será puro discurso de campaña, carente completamente de voluntad de avanzar una agenda sería en la dirección correcta. ¿Cuántas veces nos han vendido del discurso de lucha contra la corrupción? Hasta Balaguer llegó a ofrecer luchar contra la corrupción, sobre todo luego de que el PRD pasó ocho años por el poder sin lograr producir un cambio en esta cultura nefasta que nos arropa a todos y a todas, y luego volvió cuatro años más sin cambiar el curso de nuestro triste destino.
El PLD no podrá utilizar en su campaña el discurso de la lucha contra la corrupción pues se le devolvería como un boomerang poniendo en peligro la cabeza de algunos de sus principales líderes. Lo tienen tan claro que recientemente escuché un spot de radio de uno de sus precandidatos presidenciales diciendo que lo combatiría todo, pero no mencionó la corrupción, como si ésta no existiera, tal vez para que sus compañeros de partido y secretarios de organización y de finanzas no se molestaran.
Para Leonel Fernández se trata de reeditar la campaña del 1996, pero esta vez sin un Bosch y un Balaguer que le levanten la mano, pero por lo menos ya tiene a Vincho Castillo presto para lanzar el grito de la victoria en el momento oportuno: ¡El camino malo está cerrado!
Pero lo que se cerrará una vez en el poder nuevamente, y ojalá me equivoque, será la voluntad política para emprender las acciones necesarias para que se acabe el relajo en la frontera dominicana, por donde basta pagar la tarifa correspondiente para poder entrar a nuestro territorio sin papeles de ninguna especie, sin control migratorio alguno. Los militares y algunos funcionarios públicos seguirán ganando una fortuna trasegando seres humanos hacia la miseria de los bateyes, hacia el hacinamiento donde pasan las noches los obreros de la construcción, los serenos y aquellos ilegales que están dispuestos a dejar atrás su dignidad como seres humanos solo por sobrevivir, sin ningún tipo de derechos, con los bajos salarios que le permiten ser contratados en lugar de los dominicanos y dominicanos.
También se cerrará la voluntad política de enfrentar la corrupción y se le seguirá utilizado no solo para enriquecerse, sino también como mecanismo eficaz de control político, como herramienta para llegar al poder, para mantenerse en el poder, para disminuir a la oposición y para seguir cambiando a ciudadanos por clientes. Y la historia reciente nos ha enseñado que será así sin importar cuál partido gane las elecciones.
Como se habrán percatado, se me ha pichao el jarro de la esperanza, pero no se preocupen, estoy trabajando aceleradamente en repararlo.