Somos un país cristiano y el cristianismo en sí es muy interesante. Es un hecho no controvertido que empezó con un grupo de trece personas: doce apóstoles más Jesús. El nazareno recorrió diversos lugares dando cuenta de multitud de enseñanzas y anécdotas recogidas hoy—en parte—en los Santos Evangelios. Está acreditado que nada escapaba de su conocimiento y que “conocía los corazones de todos”.

Jesús siempre supo que Judas era un ladrón. Supo que era un traidor y supo que era capaz—como en efecto lo hizo—de venderlo por dinero. Jesús nunca detuvo la corrupción de Judas. Ni siquiera lo relevó de su puesto de tesorero entre los apóstoles. No paró la marcha de su camino para hacer auditorias ejemplarizantes, ni para sentar ejemplos de pureza en su grupo, él tenía la vista puesta en un propósito principal y ante eso Judas era solo una distracción.

Su misión mayor era esparcir el mensaje de las buenas nuevas, formar a sus discípulos y morir en la cruz, para lo cual, al fin de cuentas Judas fue útil.

La utilidad debe primar sobre todo tipo de enfoque propio de santurrones oportunistas que encubren su resentimiento y frustración con gritos contra la corrupción. A uno de los maestros universales de la música clásica, Beethoven un compañero un día le advirtió que “alguien hablaba mal de él” y su respuesta fue memorable, dijo, parafraseo: “Pienso, con Voltaire, que algunas picaduras de moscas no pueden frenar a un caballo en plena embestida.” (1)

En el Brasil de mediados del siglo XX hubo un popular político Adhemar Pereira de Barros. En el curso de una contienda electoral por la alcaldía de San Pablo (Sao  Paulo), sus opositores dijeron “Adhemar, roba”, y Adhemar que era considerado entonces algo así como un mago del marketing político, permitió que sus seguidores transformaran esa consigna en “Adhemar, rouba mais faz” o Ademar roba pero hace.

¿Quién puede negar que antes del PLD no hubo en el gobierno camarillas completas llenas de ladrones? Nadie, sin embargo todos olvidan eso. En el PLD y durante los gobiernos del PLD se ha robado y se roba, pero el PLD hace, que es lo que importa.

El fin último de nuestro país debe ser el llegar a ser una economía desarrollada, y al igual que China, Rusia o Brasil nosotros, con corrupción, podemos llegar a serlo. Ya se verá que pasa con los Judas que tenemos robando en el tesoro público, lo que está claro es que el tren no se puede detener.

Por supuesto, rompe los ojos —y los corazones—de muchos el ver a los “chancletuses” lograrlo. Les gustaría más que “la gente BIEN” de élite de siempre, que solo pone la boca y poco más fueran los que nos llevaran al desarrollo, pero hay que aceptar que ellos no tienen la capacidad. Siendo sinceros, son demasiado viles para lograr nada en conjunto.

Con la actual corrupción, controlándola un poco por aquí y por allá, podemos llegar al desarrollo, como lo han hecho otros colosos mundiales.

Siendo realistas, mientras existan gobiernos humanos en la tierra, entiéndase mientras no llegue lo que los cristianos llaman “el reino de Dios” no hay otra forma de progresar que acompañados de la corrupción, tolerándola mientras ponemos la mirada en fines (aunque no le guste esta palabra a los entendidos) más altos, como lo es el progreso integral de nuestro pueblo.

Con corrupción se puede progresar, no con demasiada corrupción, pero si con un poco o bastante de ella. La historia económica actual lo demuestra.

Concluyendo con Jesús, basta leer su última frase luego de peregrinar tres años con un corrupto en sus filas, al exhalar el último aliento, con el pecho lleno de la satisfacción del deber cumplido dijo: “Consumado es”, o sea, cumplió su principal propósito. Y así sea y lleguemos nosotros también al desarrollo y cumpliendo nuestro principal propósito podamos decir lo mismo que Jesús a pesar de los judas morados o “modernos” y digamos: Consumado es, República Dominicana ya es una economía desarrollada.

PD: Como dicen los capitaleños, en su culto a la moderación, quizás me pasé un poco. Una persona así no puede recibir un cheque morado, porque habla un poco claro. No importa, nunca lo he recibido.

Nota:

(1) Tomado del libro Ludwing van Beethoven, de los autores Jean y Brigitte Massin, editora Turner, 2012.