El Secretario de la OEA para el Fortalecimiento de la Democracia expresó este lunes en Tegucigalpa que la corrupción y la impunidad constituye un cáncer que se ha instalado en muchos países latinoamericanos.

El categórico pronunciamiento del diplomático se produjo en el curso de una reunión de trabajo sostenida con el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, con motivo de la instalación de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en el país centroamericano.  Este está considerado entre los más corruptos y de mayor nivel de violencia criminal en la región del Caribe y Latinoamérica, asociadas en gran parte al auge del narcotráfico.

Francisco Guerrero, titular de la Comisión, fue cuidadosamente enfático al dejar sentado que la OEA no es un espacio intervencionista sino que procura ayudar a los estados para que puedan desplegar sus propias capacidades en la lucha contra las acciones dolosas, que generalmente quedan arropadas por la impunidad.

Salta a la vista que el trabajo que pueda desarrollar esta Misión de Apoyo dependerá de la real voluntad política de gobierno hondureño para erradicar las prácticas corruptas por parte de funcionarios de la Administración Pública y en consecuencia, de la colaboración efectiva que reciba la misma por parte de las propias autoridades locales. Sin la una y sin lo otro, todos los esfuerzos que despliegue resultarán baldíos.

Al margen  de sus posibles resultados a ser confrontados en el tiempo, al diplomático del tan  controversial y reprochado organismo internacional le asiste plena razón cuando llama la atención sobre los elevados niveles de corrupción presentes en casi todos los gobiernos latinoamericanos y lo que es peor, la falta de consecuencias para los responsables en la mayoría de los casos.   Donde reina la impunidad, florecen las prácticas deshonestas, el desvío de los fondos públicos y los negocios turbios realizados al amparo del poder o con la complicidad de este.

No exagera Guerrero cuando califica tan extendido mal como un “cáncer”.  Este, cuando no es extirpado de raíz, hace metástasis de manera inexorable hasta terminar invadiendo no solo las instancias del gobierno, sino las entrañas mismas de todo el cuerpo social. El finado Miguel Cocco, que dejó sentada huella de probidad al frente de las aduanas dominicanas,  en varias ocasiones insistió en atribuir a la corrupción ser  el principal factor de empobrecimiento y atraso del país.

Prevenir, combatir y erradicar la corrupción pública tanto como en las acciones privadas asociadas a la misma  es todavía  una asignatura pendiente en nuestro medio, donde son muchas las prácticas deshonestas que en descendencia vertical van permeando cada vez más nuestra sociedad en sus más variadas manifestaciones, expresadas a través de un comportamiento cada vez más divorciado de los principios de ética y las normas de una sana convivencia.

Más allá de cualquier duda, el secreto de la lucha por erradicar la corrupción, reside en la sanción.  Son sobradas las evidencias, ofrecidas en especial por Transparencia Internacional,  de que las sociedades donde la misma muestra sus niveles más bajos, son aquellas donde los responsables de actos deshonestos son llevados a la Justicia y castigados severamente.  Por el contrario, donde prima la impunidad, florecen la corrupción tanto pública como privada y se incrementa la delincuencia en todas sus formas.

En nuestras manos está decidir bajo cual de las dos opciones deseamos vivir.